Medios católicos. Foto: Laus Deo

La «lectio magistralis» sobre comunicación, verdad y comunión del cardenal Parolin a EWTN

El Secretario de Estado remarcó que los medios de comunicación católicos, tienen un papel importante en la tarea de la nueva evangelización.

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(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 25.10.2022).- El pasado 19 de octubre el Secretario de Estado de la Santa Sede, cardenal Pietro Parolin, intervino en una de las cenas que organiza EWTN en Roma sobre el tema «La verdad es lo que distingue la información de la comunicación». El tema es ya de por sí relevante para cualquier comunicador, aunque en el contexto de aquellos a quienes estaba dirigido parecía tener connotaciones específicas pues Parolin habló de un «no a la polarización» e hizo un llamado a la comunión con el Papa. Por su interés ofrecemos el texto íntegro traducido al castellano:

***

Queridos amigos de EWTN,

les agradezco que me hayan invitado a este encuentro de sus afiliados europeos. Saludo a vuestro director general, Michael Warsaw, que es también consultor del Dicasterio para la Comunicación de la Santa Sede, y junto con él, a todos los que trabajan con vosotros.

Comunicar el mensaje salvífico del Evangelio, en particular a través del Magisterio del Sucesor de Pedro, es una llamada radical, que se realiza hoy con nuevos métodos y nuevos lenguajes.  Me habéis pedido que comparta una breve reflexión sobre el tema «La verdad es lo que distingue la información de la comunicación».

La verdad es un tema crucial para los profesionales de la comunicación como ustedes. Es una cuestión que, en estos últimos años, ha cobrado cada vez más protagonismo en el debate público debido tanto a la propagación del fenómeno de las fake news como de un tipo de comunicación que a menudo se basa en una representación distorsionada, o falsa, del otro. Se trata de un tipo de fanatismo basado en la convicción de que la verdad que uno cree es tan absoluta como para legitimar la destrucción de otra persona, lo que los expertos en comunicación denominan «character assassination». Esto se hace para imponer la propia visión de la verdad a todos los demás. En cambio, como observó san Juan Pablo II en su mensaje para la XXXV Jornada Mundial por la Paz, «incluso cuando se ha alcanzado la verdad -y esto puede ocurrir sólo de manera limitada e imperfecta- nunca puede imponerse». Mucho menos, por tanto, se puede imponer la propia representación distorsionada de la verdad.

Como cristianos, pues, y esto es ciertamente cierto para los profesionales de la comunicación, la percepción de la verdad no se limita a una perspectiva horizontal, relacionada meramente con nuestra vida social. Existe una dimensión mucho más profunda. La verdad, para nosotros los cristianos, es una Persona, la Persona de Jesucristo que, como dice san Pablo, mantiene unidas todas las cosas (cf. Col 1,17). Es este encuentro el que hace que la comunicación no se quede en una mera profesión de transmisión de información, sino que entienda y sitúe esta responsabilidad en un horizonte más amplio que el de la importante difusión de noticias. Es este encuentro, tejido por el amor al otro, el que crea esa unidad que mantiene unidas todas las cosas.

Aquí me gustaría recordar lo que su fundadora, la Madre Angélica, solía decir: «Es nuestro deber decir la verdad, y cada persona puede asumir o no este deber. Pero la verdad debe estar sobre todo dentro de nosotros». Debemos tener siempre presente esta afirmación y tener la misma conciencia: la verdad no nos pertenece, servimos a la verdad. Y sólo podemos servirla en el amor y en la unidad. Somos sus custodios, no sus dueños. La verdad está en nosotros si somos humildes y tenemos el valor de saber acogerla, aunque a veces no se presente como podríamos esperar.

Cardenal Pietro Parolin. Wikimedia Commons

Cardenal Pietro Parolin. Wikimedia Commons

¿Cómo debe traducirse entonces este amor a la verdad, este amor a la Persona de Jesucristo, este amor a la Iglesia, en vuestra misión como profesionales de la comunicación?

En primer lugar, como ha indicado muchas veces el Papa Francisco, podemos dar testimonio de ello a través de nuestro estilo de comunicación. En un mensaje dirigido a los miembros de la Asociación de la Prensa Católica en junio de 2020, el Pontífice invitó a los medios de comunicación católicos estadounidenses a trabajar por la comunión, más aún hoy, «en una época marcada por los conflictos y la polarización de la que la propia comunidad católica no es inmune». Necesitamos medios de comunicación -continuó el Papa- capaces de construir puentes, defender la vida y derribar los muros, visibles e invisibles, que impiden el diálogo sincero y la comunicación veraz entre personas y comunidades». Si realmente creemos que «somos miembros unos de otros», como nos exhorta san Pablo (Ef. 4,25), debemos entonces «prestar el oído del corazón» a los demás, sin prejuicios ni exclusiones.

Retomando el lema de san John Henry Newman, nuestra comunicación debe «hablar de corazón a corazón». Una gran cadena internacional de noticias, como EWTN, que invoca el mensaje evangélico, está por lo tanto llamada a promover el entendimiento entre las personas, el diálogo entre las comunidades y la búsqueda de lugares y oportunidades que creen contacto entre mundos distantes, a veces en conflicto entre sí. Lo que el apóstol Pedro pidió a los primeros creyentes en Cristo resucitado hace dos mil años es especialmente relevante hoy, sobre todo para quienes desempeñan una tarea como la suya: «Estad siempre dispuestos a dar una explicación a quien os pida razón de vuestra esperanza». Pero, añade, «hacedlo con mansedumbre y reverencia» (1 Pe 3,14-17). Estas palabras eran ciertamente conocidas por su fundadora. «No se puede ir al Cielo odiando a alguien», sostenía la Madre Angélica. «Perdona ahora. Sé compasivo ahora. Sé paciente y agradecido ahora». Los medios de comunicación, más aún si pretenden resaltar su identidad católica, deben esforzarse por no difundir el odio, sino por promover una comunicación no hostil. La verdad, y los valores que de ella se derivan, deben ser defendidos sin miedo. Esta proclamación, sin embargo, debe ser formulada con un estilo misericordioso por aquellos que escuchan pacientemente a las mujeres y hombres de nuestro tiempo, que caminan con ellos, haciéndose incluso intérpretes de sus sufrimientos y de sus preocupaciones.

«Comunicación» contiene la raíz «comunión». La comunión está en el ADN de la comunicación, y es fundamentalmente su mayor aspiración. Una comunicación que, en cambio, aviva las llamas de la polarización, o construye muros en lugar de derribarlos, traiciona su propia naturaleza. El anuncio de la verdad no puede separarse del ejercicio de la caridad. Ya lo preconizaba san Juan Pablo II en su Mensaje para la XXV Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales cuando, haciéndose eco de la Communio et Progressio publicada veinte años antes, observaba que «para que los medios de comunicación social sean medios eficaces de comunión y de auténtica promoción humana, deben ser cauces y expresiones de verdad, de justicia y de paz, de buena voluntad y de caridad activa, de ayuda mutua, de amor y de comunión».

Quisiera concluir con algo que me resulta especialmente cercano. Los medios de comunicación católicos, como bien sabéis, tienen un papel importante en la tarea de la nueva evangelización. Por eso es bueno que se sientan parte activa de la vida de la Iglesia, ante todo viviendo en espíritu de comunión con el Obispo de Roma. Esto es aún más urgente hoy en día, en una época marcada por debates demasiado dramáticos, también en el seno de la Iglesia, que ni siquiera perdonan la persona y el Magisterio del Pontífice. Cuando la Madre Angélica fundó EWTN con tremenda valentía y extraordinaria creatividad, lo hizo principalmente para ofrecer un instrumento de bien al servicio de la Iglesia y del Papa. Esta sigue siendo su mayor misión y recompensa: estar y experimentarse al servicio de la Iglesia y del Sucesor de Pedro. Como afirmaba san Juan Pablo II, recordando la oración de Jesús por Pedro (Lc 22, 31), la misión que Jesús le confió concierne a la Iglesia, que se extiende a lo largo de los siglos y de las generaciones humanas (cf. Audiencia general, 2 de diciembre de 1992). El diablo siempre busca tamizarnos como el trigo, pero la oración de Jesús por Pedro y sus sucesores es nuestra ancla de salvación.

Que este espíritu de comunión con el Papa sea el signo distintivo de su obra. Que se «sienta» y «toque» en vuestras emisiones televisivas, así como en vuestros artículos y en vuestros programas multimedia. Que cada uno de sus televidentes o lectores reconozca a EWTN como una obra de Dios al servicio de la verdad, de la comunión eclesial y del bien de la humanidad.

 

Traducción del original en lengua inglesa realizado por el director editorial de ZENIT.

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Redacción Zenit

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