Por: Amy Balog
(ZENIT Noticias / Kherson, 09.07.2023).- DOS monjes de Kherson, una ciudad devastada por la guerra en el sur de Ucrania, han hablado de su decisión de quedarse y atender a los enfermos y ancianos, a pesar de saber que cada día podría ser el último.
El Padre Ignatius Moskalyuk, rector del monasterio basiliano de San Volodymyr el Grande, declaró a la organización caritativa católica Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN) que se negó a abandonar a los feligreses que le quedaban, incluso durante las catastróficas inundaciones provocadas por la destrucción de la presa de Nova Kakhovka.
El Padre Moskalyuk dijo: «Los que se quedaron fueron los ancianos, los enfermos y también los jóvenes que no tenían adónde ir, así como los que habían quedado atrapados en Kherson por la guerra. No podemos dejar solas a estas personas».
El monasterio greco-católico ucraniano ayuda a la gente distribuyendo ayuda y prestando atención pastoral a los necesitados. Los fieles también siguen visitando el monasterio para pedir los sacramentos del bautismo, el matrimonio y la confesión, según el monje basiliano. Dijo: «Todos los días comulgan en la misa unas 25 o 30 personas, incluidos jóvenes y niños. Esto nos llena de alegría. El sacrificio que hicimos el hermano Pío y yo durante la ocupación está dando sus frutos».
Cuando se enteró de la destrucción de la presa hidroeléctrica cercana, el Padre Moskalyuk y sus feligreses «afrontaron esta nueva situación igual que lo habíamos hecho [al] principio de la guerra: nada podía hacer tambalear nuestra confianza en Dios, en nuestro Señor. Así que empezamos a confiar en Dios y a poner en sus manos todo lo que estaba ocurriendo y todo lo que pudiera ocurrir a causa de las inundaciones».
Y añadió: «Por supuesto, fue terrible ver edificios destruidos ante nuestros ojos, animales ahogándose e intentos de rescatar a personas que habían quedado atrapadas en sus casas. Pero nuestra confianza en Dios se mantuvo firme, al igual que nuestra certeza de que el mal no puede prevalecer y que el Señor, nuestro Dios, nos dará la fuerza para resistir, al igual que resistimos la ocupación. Por eso, mi corazón estaba en paz».
El Padre Moskalyuk dijo que el monasterio no había sufrido daños ni por la guerra ni por la inundación: «Todo funciona, tenemos comida, no nos falta de nada, gracias a Dios. Durante la ocupación aprendí a confiar más en Dios. Antes también confiaba en él, pero no tanto como ahora. Doy gracias a Dios por poder sacrificar mi vida cada día. También quiero dar las gracias a AIN, especialmente por ayudarnos a comprar un vehículo, que es indispensable para nuestro trabajo pastoral, sobre todo ahora en esta difícil situación».