Por: Gianni Criveller
(ZENIT Noticias – Ecclesia in Asia (Asia News) / Roma, 18.07.2023).- La Oficina de prensa del Vaticano anunció que el Papa ha nombrado obispo de Shanghái (China) a Joseph Shen Bin, transfiriéndolo de la diócesis de Haimen (Jiangsu). Al mismo tiempo, el secretario de Estado Pietro Parolin concedió una inusual entrevista ‘a los medios del Vaticano’. No aparece el nombre de la agencia ni del entrevistador e incluso las preguntas están numeradas. En definitiva, es una declaración en toda regla, sin llegar a ser formal y oficial.
Lo primero que quiero afirmar es que, ante un acto de gobierno del Santo Padre, los católicos tenemos la esperanza de que sus intenciones, por las que rezamos todos los días, se hagan realidad. Y su intención es el bien del pueblo de Dios en China y en Shanghái.
El Secretario de Estado, por su parte, se preocupó por aclarar, en la medida de lo posible, las circunstancias que condujeron a esta decisión. Algunos observadores imaginaban que tarde o temprano se llegaría a este punto, es decir, a refrendar, aunque fuera a regañadientes, la decisión de las autoridades chinas del pasado mes de abril. Al trasladar a monseñor Shen sin ninguna consulta, las autoridades chinas habían entristecido y herido no poco a la Santa Sede.
No pocos católicos, de Hong Kong y de otras partes, consideran que la decisión papal es una capitulación más ante los abusos de la política religiosa de Beijing. De hecho, se aplica con escaso respeto por la letra y el espíritu del Acuerdo de 2018, que ya se ha renovado dos veces.
La decepción de la Santa Sede se trasluce claramente entre líneas en la entrevista del Card. Parolin. Pero no ha podido explicitarla en toda su gravedad, porque al aceptar el traslado de Shen Bin a Shanghái, el Papa quiere, a pesar de todo, no dejarse enredar por las dificultades e incorrecciones, y seguir apostando por el diálogo con China.
El nombramiento como cardenal, el pasado domingo 9 de julio, del obispo de Hong Kong Stephen Chow -que sigue a su inclusión, único obispo chino, entre los miembros del Sínodo- demuestra que el cardenal electo Chow es una importante figura de mediación. Y él nunca se ha pronunciado en forma drástica sobre el asunto de Shanghái, declarando que no considera que el Acuerdo entre China y la Santa Sede haya fracasado.
El Card. Parolin llega incluso a afirmar que ahora sería oportuno avanzar un paso más, a saber, la creación de una oficina de comunicación estable entre ambas partes. La Santa Sede sigue creyendo -a pesar de todo- en el diálogo, pero ¿el interlocutor está en la misma longitud de onda? ¿Puede una oficina resolver lo que, por parte de China, parece ser una decisión estratégica concreta: proceder unilateralmente en una política religiosa cada vez más caracterizada por el nacionalismo de la «sinización»? Creemos que no es tanto la falta de instrumentos de enlace como la falta de sincera voluntad de diálogo por parte de las autoridades chinas lo que hace todo tan difícil. Y es difícil imaginar que el de Shanghai vaya a ser el último episodio unilateral, aunque esto sea dramáticamente deseable.
En cualquier caso, no se trata sólo de la preocupación por salvaguardar el Acuerdo, el único canal de comunicación formal, por imperfecto que sea, entre la Santa Sede y China. El Vaticano está preocupado sobre todo por la terrible situación eclesial en la que se encuentra la diócesis de Shanghái.
La entrevista del Card. Parolin contiene una única y sobria referencia a la persona de Joseph Shen, el joven obispo de Shanghái que también es Presidente del organismo denominado «Colegio de Obispos Católicos Chinos» (así dice el comunicado de la Oficina de Prensa del Vaticano). Habla de Shen como un «estimado pastor», a pesar de que -aparentemente- no pidió permiso ni informó a la Santa Sede sobre su traslado. Quizá después pudo comunicarse de algún modo con la Santa Sede y explicar su decisión.
Shanghái lleva cerca de 10 años sin pastor. El último obispo, Aloysius Jin Luxian, murió el 27 de abril de 2013. Diez años es realmente demasiado tiempo, con dos obispos auxiliares impedidos por las autoridades de ejercer su ministerio. Al obispo Thaddeus Ma Daqin, todavía bajo arresto domiciliario en el seminario de Sheshan, las autoridades políticas incluso le habían abolido su estatus episcopal (¡como si eso fuera canónicamente posible, por supuesto!). Me llama positivamente la atención que el Card. Parolin mencione con todos sus títulos a ambos obispos impedidos, incluso a Joseph Xing Wenzhi, que fue «retirado a la vida privada». De hecho, como hemos mencionado reiteradamente, su historia eclesial y humana merece ser aclarada, y en todo caso el obispo Xing tiene derecho a una vida honorable y libre.
La esperanza es que el obispo Shen Bin, ahora que cuenta con el reconocimiento papal y (esto es demasiado claro) con el apoyo de las autoridades políticas, pueda volver a poner en marcha la vida eclesial de Shanghái. Quizás empezando por sus hermanos obispos, sobre los que ha caído el hacha de la condena política. También será importante ver las reacciones de los católicos de Shanghái, incluyendo los que no están alineados con las posiciones del gobierno.
La comunidad católica de Shanghái, fundada en 1607 por Paul Xu Guangqi, el mejor amigo, colaborador y discípulo de Matteo Ricci, y él mismo uno de los pilares del catolicismo chino, comienza un nuevo capítulo difícil e incierto de su camino. Lo acompañamos con amistad y con el espíritu de los que creen en la comunión de los santos.