Mural realizado durante la visita del Papa Francisco. Foto: t13

¿Los estadounidenses comprenden al Papa y el Papa a los estadounidenses? Responde el Nuncio en USA y nuevo Cardenal

«Pienso que el Papa nos pide convertirnos en católicos en todos los sentidos de esa palabra. El católico no es la persona que defiende una mera postura, una ideología, una moral. El católico es un discípulo de Cristo», responde el Cardenal Christophe Pierre, nuncio del Papa en los Estados Unidos.

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(ZENIT Noticias / Washington, 26.07.2023).- A sus 77 años, el arzobispo Christophe Pierre ha sido nombrado cardenal por el Papa Francisco. Tras prepararse en la Pontificia Academia Eclesiástica, escuela diplomática del Vaticano, ingresó al Cuerpo Diplomático de la Santa Sede el 5 de marzo de 1977.

Recientemente ha concedido una entrevista a Aleteia y gracias a ella hemos podido conocer más detalles de su vida, contados por él mismo. Sirvió primero como Representante Pontificio en Nueva Zelanda e Islas del Océano Pacífico. Dado que los obispos dejan el cargo al cumplir 75 años, se le consultó si se cambiaban sus planes inmediatos. «No tengo planes de jubilación. Cuando cumplí 75 años, el Papa me respondió que no (a dejar el cargo). Así que sigo aquí. Puedo continuar por un tiempo, pero estoy bastante abierto. Una vez que todo haya terminado, terminado quedará. Ya veremos luego qué hacer. No tengo otro plan que hacer lo que me pidan. En eso está la belleza de la vida de un sacerdote: en que se es libre».

El Papa Benedicto XVI le nombró nuncio en México en 2007 y, en 2016, el Papa Francisco le destinó como Nuncio Apostólico en los Estados Unidos. Sobre sus prioridades como representante del Papa en labores diplomáticas en la Unión Americana comentó: «Mi principal preocupación es custodiar la obra de evangelización en este país. Nosotros, que formamos parte de la Iglesia, estamos en la sociedad para anunciar la buena nueva del Evangelio. Éste es el principal interés del Santo Padre. Por eso, todos sus documentos hablan de la invitación que Cristo nos hace a todos a ser discípulos suyos, a buscar otros discípulos y anunciar la buena nueva».

¿Qué implica este anuncio actualmente? «Necesitamos salir de nuestra zona de confort. Tenemos que dirigirnos a las periferias. Este lenguaje del Santo Padre es el que yo, en lo personal, he tratado de transmitir en mis intervenciones y en mis conversaciones, para ayudar de este modo a la iglesia local a estar en sintonía con el mensaje del Santo Padre. Ésta es la tarea de la Iglesia Católica. La Iglesia no es sólo una colección de pequeñas iglesias interconectadas. Es una iglesia grande, una iglesia que se encarna y se incultura en diversas circunstancias y culturas. Parte de mi interés, y también del Papa, es evangelizar al pueblo donde está y como es, teniendo en cuenta sus particularidades, sin olvidar nunca la unidad de la Iglesia».

Cuando era joven, el obispo de su diócesis de origen (Rennes en Francia), le sugirió entrar en el servicio diplomático del Vaticano. Sobre cómo se sintió ante la propuesta responde: «Seamos honestos: al principio, no quería hacerlo. Tenía algo de miedo».

Trabajó después en Mozambique, Zimbabwe, Cuba y Brasil. En muchos lugares, los católicos trabajamos entre personas con quienes no estamos de acuerdo o que, incluso, se oponen activamente a las posiciones de la Iglesia, y el cardenal Pierre explica: «Es un desafío. Pero he aprendido, y particularmente lo estoy aprendiendo en este país y en otras circunstancias, que debemos examinar cuidadosamente por qué no estamos de acuerdo con la otra persona, en qué nivel. Creo que ese es el punto principal, especialmente desde el punto de vista de la Iglesia en la sociedad».

«Veamos lo que sucede hoy, por ejemplo, en el campo de la política en este país, quizás también en todo el mundo. Existe una dificultad no sólo para dialogar, sino también para trabajar juntos, para resolver los problemas de la sociedad. Si entras en el campo de la política, ¿de qué se trata ser un político? Se supone que un político debe ayudar a las personas a tener una vida mejor y a mirar el bien común de la sociedad. Pero, si entramos en este campo y tratamos de resolver los problemas ocupando una posición de poder, ya que el poder debe ser un servicio y no sólo un fin, e imponemos ideas en lugar de examinar la realidad para resolver problemas, vamos a fracasar. Toda polarización viene de que hemos transformado los hechos en ideologías. Por lo tanto, volvemos a caer en el peligro de poner una ideología contra las otras».

Al referirse a la ideología, reflexiona ulteriormente: «Veamos qué es una ideología: es una abstracción de la realidad. Pero la realidad es compleja. Y los políticos, aunque todos somos de alguna manera políticos, conocemos la complejidad de la realidad, aunque tiene que abordarse según es. Esto es lo que sucede en el campo del mundo. Pero, ¿cómo referirlo a la Iglesia? ¿Qué pasa si repetimos el mismo error en la Iglesia, es decir, si pensamos que para ser activos en la Iglesia necesitamos luchar solo por ideas, incluso buenas ideas? Entonces necesariamente solo tendrás una idea contra la otra: lo que realmente necesitamos es ser diferentes».

¿En qué es diferente? «La Iglesia tiene un papel diferente en la sociedad. Su función es mirar la realidad, la realidad que son las personas, las condiciones, y así podamos tratar de resolver los problemas. Un buen ejemplo: he estado observando lo que el Papa Francisco está tratando de hacer ante la guerra en Ucrania. El Papa interviene tratando de resolver algunos problemas concretos, por ejemplo, los niños que han sido llevados a Rusia. Él no dice: “Tengo la solución”, en un mundo polarizado. Pero estamos presentes. Y nuestra presencia, si es un verdadero testimonio, testimonio de personas que quieren la paz y quieren resolver los problemas por el bien de las personas, entonces creo que podemos contribuir».

Al preguntársele sobre el modo en que los católicos contribuyen al bien de la sociedad, da una pista interesante. «Lo veo en el buen ejemplo de cómo la Iglesia existe en la sociedad. A veces, nuestro error es reproducir exactamente en nuestra Iglesia las posiciones contrarias de la sociedad. Así, al final, quedamos polarizados y se da lo que llamamos la guerra cultural, que nos está matando. Y matando todo».

De 1991 a 1995, el arzobispo Christophe Pierre sirvió en la Misión Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas en Ginebra, Suiza. Ha vivido de cerca el valor de la escucha y el diálogo, que conecta con la sinodalidad que propone en Papa Francisco. Preguntado sobre la percepción de que el Papa Francisco no comprende a los estadounidenses o que los estadounidenses no entienden al Papa, responde. «Existen estas percepciones. Si las hay, creo que tenemos la responsabilidad de descubrir qué hay detrás de ellas. Pero existe algo mucho más profundo: tal vez una especie de malentendido. Ahora que nos estamos preparando para la reunión sinodal de octubre y para la del próximo año, tal vez pensamos que preparar un sínodo consiste simplemente en expresar algunas ideas sobre la reforma de la Iglesia, escribirlas en un papel y enviarlas a las diócesis, a las conferencias episcopales, a nivel continental y a Roma. Y que, una vez que hayamos realizado ese trabajo, decimos: «Muy bien. Ya cumplimos». Pero eso es tan sólo una parte».

Expresa luego el verdadero sentido del Sínodo: «Debemos entender, y creo que ha habido una falta de comprensión sobre el tema en muchos sectores, que el Sínodo sobre la Sinodalidad debe reflexionar sobre la experiencia que hemos tenido a nivel local. Éste es el motivo por el que se llama Sínodo sobre la Sinodalidad. Es un Sínodo para reflexionar sobre el modo en que podemos trabajar juntos. El Papa lo dijo muy claramente al proponer el Sínodo. Invitó a todas las iglesias del mundo, de todos los niveles, a iniciar este proceso de escucha mutua, de tratar de discernir cuál es la mejor manera de evangelizar en nuestro nivel. Y, luego, a compartir los resultados de esta reflexión, para que, a nivel de toda la Iglesia universal, tengamos algunas indicaciones sobre el tema. Pero el propósito de todo es trabajar juntos. De modo que, para mí, la sinodalidad no es el final del proceso. A eso se debe que el Papa haya dicho que la Iglesia o será sinodal o no será Iglesia. Porque, una iglesia en la que no todos estén involucrados, no es la Iglesia. No se trata tan sólo de la Iglesia del párroco o del obispo, o de un pequeño grupo de personas».

Sobre el posible malentendido de que algunos tienen temor de que la Iglesia se destruya o cambie la doctrina a raíz del sínodo sobre la sinodalidad, aclara. «Eso no es verdad. El Papa lo ha dicho muchas veces: «Lo que quiero es hacer una verdadera revolución a nivel de la evangelización, porque el mundo ahora es diferente». Y sabemos que en la actualidad es difícil llegar a la gente, sabemos que mucha gente no va a la Iglesia, que a los padres se les dificulta enseñarles la fe a sus hijos. Los maestros no se comunican con sus alumnos. ¡Ni siquiera lo hacen los sacerdotes! Así que existe un problema en la sociedad actual, un problema que es cultural y propio de estos tiempos».

En 1995, el Papa Juan Pablo II nombró al ahora cardenal Pierre, Nuncio Apostólico en Haití. El mismo Papa le nombró Nuncio en Uganda, en 1999, enriqueciendo su perspectiva de la Iglesia. A la pregunta sobre si el católico debe luchar con su verdad contra otras verdades, responde con decisión. «Creo que no. Creo que debemos dejar a Cristo que nos transforme, que nos diga cuál es el camino de la verdad y que el camino para conocer la verdad es también el amor, la caridad, el tipo de tolerancia profunda, que no es el relativismo. Pienso que el Papa nos pide convertirnos en católicos en todos los sentidos de esa palabra. El católico no es la persona que defiende una mera postura, una ideología, una moral. El católico es un discípulo de Cristo. Esta cualidad de discípulo de Cristo cambiará la vida de una persona. Convertirá a esa persona en un misionero y organizará su vida».

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Rafael Llanes

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