(ZENIT Noticias / Roma, 22.04.2025).- Mientras los líderes mundiales siguen rindiendo sentidos homenajes al difunto pontífice, ni el primer ministro Benjamin Netanyahu ni el ministro de Asuntos Exteriores, Gideon Sa’ar, han hecho declaraciones públicas conmemorando su fallecimiento. Aún más impactante: se ordenó rápidamente la eliminación de las expresiones de condolencia publicadas por las embajadas israelíes en el extranjero.
Las publicaciones de las embajadas, ahora borradas, eran sencillas y respetuosas. «Descanse en paz, Papa Francisco. Que su memoria sea una bendición», decían. Pero esas palabras, al parecer, fueron demasiado lejos para la clase política. Según se informa, la orden de eliminarlas provino directamente de Sa’ar, lo que provocó frustración e incredulidad entre los diplomáticos israelíes, en particular entre aquellos que prestan servicios en países predominantemente católicos. Algunos miembros del servicio exterior israelí han expresado en privado que la censura socava tanto la etiqueta diplomática como la larga relación del país con la Santa Sede.
Solo el presidente israelí, Isaac Herzog, ha roto el silencio, ofreciendo una reflexión más mesurada: «Que su memoria inspire actos de bondad y esperanza para la humanidad». Sus palabras son un gesto aislado, una rama de olivo solitaria en una respuesta oficial por lo demás estéril.
La razón detrás de la silenciosa reacción no es un misterio. En los últimos meses, las declaraciones del Papa Francisco sobre el conflicto en Gaza han tocado la fibra sensible del gobierno israelí. Ha descrito la violencia no como una guerra, sino como «crueldad», y ha acusado a las fuerzas israelíes de actos tan graves como «matar niños con ametralladoras». Su discurso de Pascua «Urbi et Orbi» no hizo más que profundizar la división, calificando la situación en Gaza de «vergonzosa» y expresando su solidaridad tanto con israelíes como con palestinos, a la vez que expresaba su alarma por el aumento global del antisemitismo.
Para Jerusalén, estos comentarios han cruzado una línea invisible: se consideran no solo una crítica, sino un desafío al marco moral de las acciones militares de Israel. A su vez, el silencio del gobierno tras la muerte de Francisco se interpreta no solo como un desaire, sino como una declaración política.
Sin embargo, para muchos observadores, la respuesta —en particular la censura de las publicaciones de condolencias— es profundamente preocupante. El papa Francisco, aunque franco en temas de paz y justicia, expresó constantemente su preocupación por «todas» las víctimas de la violencia, independientemente de su nacionalidad o fe. Su papado se caracterizó por un esfuerzo continuo por equilibrar la compasión con la claridad moral, a menudo transitando una línea delicada que pocas figuras mundiales intentan sortear.
Irónicamente, al silenciar sus propias expresiones de respeto, los líderes israelíes podrían haber atraído aún más la atención hacia los llamados del difunto pontífice a la humanidad y la reconciliación. En lugar de minimizar su mensaje, su reacción subraya las mismas tensiones que Francisco buscaba abordar.
Con información de Corriere.
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