(ZENIT Noticias / Roma, 12.05.2025).- El presidente ucraniano, Volodymyr Zelenskyy, ha extendido una invitación al Papa León XIV para que visite Ucrania, devastada por la guerra, expresando su esperanza de que este gesto traiga una «verdadera esperanza» a un pueblo azotado durante mucho tiempo por el conflicto.
El anuncio se produjo tras una conversación telefónica entre ambos líderes el 12 de mayo, la primera desde que el ex obispo de Chiclayo, Robert Prevost, fuera elegido Sumo Pontífice apenas unos días antes. Zelenskyy describió el intercambio como «cálido y verdaderamente sustancial», lo que indica una posible distensión significativa en el papel activo de la Santa Sede en el conflicto.
El presidente ucraniano expresó su gratitud por el apoyo moral del Papa a Ucrania desde hace tiempo y destacó su diálogo sobre diversas preocupaciones humanitarias, entre las que destaca la difícil situación de miles de niños ucranianos deportados por la fuerza a Rusia. Zelenskyy afirmó que Ucrania cuenta con la ayuda del Vaticano para reunir a estos niños con sus familias, lo que subraya la profunda dimensión personal de una guerra que ha desgarrado comunidades y desplazado a generaciones.
El día anterior, el 11 de mayo, el Papa León XIV, dirigiéndose a una multitud en la Plaza de San Pedro, renovó el llamado del Vaticano a la paz. «Que se haga todo lo posible para lograr una paz verdadera, justa y duradera lo antes posible», instó. También pidió la liberación de los presos y el regreso de los niños deportados, haciendo eco sutil de los temas que dominarían su conversación con Zelenskyy.
Las declaraciones del Papa León, aunque mesuradas, revelaron un corazón comprometido con el sufrimiento de Ucrania. Sin embargo, su conexión con el país es más profunda que sus recientes informes diplomáticos. En 2022, siendo aún obispo Prevost en Perú, condenó la invasión rusa como una forma de «agresión imperialista» en una inusual entrevista con un medio de comunicación local latinoamericano. Fue una declaración sorprendentemente franca en un momento en que muchas figuras eclesiásticas eran cautelosas en su lenguaje.
Esa claridad no se ha olvidado en Kiev. El arzobispo mayor Sviatoslav Shevchuk, líder de la Iglesia greco-católica ucraniana, recordó con admiración esas primeras declaraciones. «Como obispo en Perú, hizo una declaración muy clara, calificando a Rusia de agresora y afirmando el derecho de Ucrania a defenderse», declaró Shevchuk. «Escuchó la voz de nuestra Iglesia, no la manipulación de los medios extranjeros, y eso marcó la diferencia».
Ahora, con el papa León XIV al frente de la Iglesia católica, Shevchuk espera que la colaboración con el Vaticano se profundice. Visualiza una relación marcada no por una neutralidad distante, sino por la empatía que nace de la escucha, a las víctimas, no solo a los diplomáticos. «Creemos que el Papa escuchará la voz de la Iglesia ucraniana», declaró Shevchuk, «y eso guiará sus acciones y palabras respecto a nuestra nación».
En su mensaje en X (anteriormente Twitter), Zelenskyy también reveló un posible avance diplomático: un acuerdo con los socios internacionales de Ucrania para iniciar un alto el fuego inmediato e incondicional de al menos 30 días. La iniciativa, afirmó, refleja la continua apertura de Ucrania a las negociaciones «en cualquier formato, incluidas las conversaciones directas». Aún no se sabe si Moscú responderá de la misma manera, pero Kiev ha puesto la oferta sobre la mesa y ha recurrido al Vaticano para que mediara en la medida de lo posible.
Una visita papal a Ucrania sería histórica. Ningún Papa ha pisado suelo ucraniano en tiempos de guerra, y un viaje así requeriría medidas de seguridad sin precedentes y una delicada coreografía diplomática. Sin embargo, su poder simbólico podría ser inmenso: una expresión visible de solidaridad, un puente entre Oriente y Occidente, y una reafirmación del compromiso de la Iglesia con la justicia y la dignidad humana frente a la violencia brutal.
Aún no se ha fijado una fecha, pero, según se informa, ambos líderes acordaron mantener el contacto y planificar una reunión presencial próximamente. Ya sea en Roma, Kiev o en cualquier otro lugar, esa reunión podría dar un nuevo impulso a un conflicto que con demasiada frecuencia se caracteriza por el estancamiento y el sufrimiento.
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