(ZENIT Noticias / Washington, 12.05.2025).- Planned Parenthood publicó su último informe anual, y tras su brillante portada y su mensaje pulido se esconde una realidad impactante: en 2024, la organización realizó más abortos que nunca en su historia: 402.230, una cifra récord que se traduce en más de 1.100 vidas interrumpidas cada día.
Si bien el grupo continúa promocionándose como defensor de la salud femenina y la libertad reproductiva, existe algo mucho más lucrativo y mucho menos humanitario: el aborto a escala industrial. Y si las cifras se confirman, Planned Parenthood no solo mantiene el ritmo, sino que está acelerando.
El momento de la publicación del informe, justo un día después del Día de la Madre, resultó inquietante para muchos. Katie Brown Xavios, directora de la Liga Americana por la Vida, lo calificó de «insensible a la moral», acusando a la organización de explotar un día destinado a honrar la maternidad para exhibir cifras que, para algunos, indican una profunda pérdida cultural. “No solo es inapropiado. Es grotesco”, dijo.
Sin embargo, más allá del simbolismo, las cifras plantean preguntas aún más graves sobre cómo Estados Unidos sigue subsidiando a una organización que, según sus propios datos, se está alejando cada vez más de la atención médica general y profundizando en los servicios de aborto con fines de lucro. Solo en 2024, Planned Parenthood generó más de 2 mil millones de dólares en ingresos, incluyendo la asombrosa cifra de 792 millones de dólares en fondos gubernamentales, dinero que, según los críticos, debería redirigirse a verdaderas clínicas de salud femenina que no interrumpan embarazos.
Aún más preocupante para los organismos de control es lo que el informe no dice. Katherine Van Dyke, investigadora que rastrea las tendencias del aborto en EE. UU., señaló una omisión flagrante: no hay un desglose detallado de la distribución de la píldora abortiva médica. En algunos estados, las píldoras ahora representan hasta el 80% de los abortos, y Van Dyke argumenta que excluir esas cifras subestima significativamente la verdadera cifra de muertes. “Probablemente estemos hablando de cifras que superan con creces los 402.000 reportados”, advirtió.
Esta tendencia no es nueva, pero está creciendo. Desde 2019, las cifras de abortos de Planned Parenthood han aumentado de forma constante año tras año. En contraste, otros servicios, como las pruebas de detección de cáncer, la atención prenatal y los servicios básicos de salud, han disminuido. La organización ahora invierte más en terapias hormonales y en la venta de productos farmacéuticos relacionados con el género, lo que ha generado acusaciones de explotar a jóvenes vulnerables con fines de lucro.
Los críticos afirman que lo que antes era un servicio marginal —el aborto— se ha convertido en el núcleo de la identidad y el modelo de negocio de Planned Parenthood. “No puedes llamarte proveedor de atención médica si tu principal producto es la muerte”, dijo Xavios. “Lo que estamos viendo no es salud, es devastación disfrazada de empoderamiento”.
En el centro del debate está el papel de la financiación pública. Con directores ejecutivos que, según se informa, ganan un salario promedio de más de $300,000 al año, lo que los sitúa dentro del 2% de los que más ganan en el país, ahora se pregunta a los contribuyentes estadounidenses si quieren que su dinero financie lo que muchos consideran una catástrofe ideológica y ética.
Mientras tanto, movimientos de base en todo el país exigen nuevos esfuerzos para redirigir la financiación a centros de crisis de embarazo y clínicas comunitarias que ofrecen apoyo prenatal, recursos para padres y servicios de adopción. Para estos grupos, la cuestión no es solo una cuestión de números, sino del tipo de sociedad que estamos construyendo.
¿Cómo es posible que una nación capaz de dividir átomos y mapear genomas se haya convertido en una donde los más indefensos pueden ser eliminados en cifras récord, a menudo subvencionados con fondos públicos?
Esa es la pregunta que algunos creen que los estadounidenses deben responder ahora. No solo en tribunales o legislaturas, sino en el corazón y en los hogares. No solo examinando los presupuestos, sino también las conciencias.
Porque si 402.230 vidas no nacidas quedan ahora reducidas a una nota a pie de página en un informe anual, quizá el problema no sea sólo en qué se ha convertido Planned Parenthood, sino lo que nosotros, colectivamente, hemos permitido.
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