(ZENIT Noticias / Montevideo, 26.05.2025).- El primer viaje papal de León XIV a Latinoamérica se perfila no solo como un gesto diplomático, sino también como una peregrinación personal. Según el cardenal Daniel Sturla, de Montevideo, se espera que la primera visita del nuevo Papa a la región incluya Argentina, Uruguay y posiblemente Perú, tres países que marcan sus raíces y reflejan su trayectoria dentro de la Iglesia.
Durante una entrevista radial el 21 de mayo con Radio Carve de Uruguay, el cardenal Sturla, participante del cónclave que eligió a León XIV a principios de este mes, expresó lo que describió como «muy altas» probabilidades de que Uruguay forme parte del itinerario del Papa. «Es muy consciente», señaló Sturla, «de que Argentina y Uruguay no fueron incluidos en los viajes del Papa Francisco, no por decisión propia, sino debido al desarrollo de los acontecimientos». Al parecer, esa omisión está a punto de ser subsanada.
Para el Papa León XIV, cuyo verdadero nombre era Robert Prevost, un viaje así no se limitaría a visitas de estado o audiencias papales. Marcaría su regreso a un continente donde ejerció su ministerio, escuchó y aprendió mucho antes de vestir la sotana blanca. En Perú, fue obispo de Chiclayo y posteriormente administrador apostólico del Callao. Allí, en las periferias urbanas y en comunidades rurales, se forjó su vocación episcopal.
Incluir a Perú en su primer viaje a Latinoamérica sería reconocer esa formación personal: esos años pasados inmerso en la vida de los pobres, en diálogo con las comunidades indígenas y sirviendo a través del carisma agustiniano que moldearon su sacerdocio.
El cardenal Sturla tuvo cuidado de distinguir la continuidad del mimetismo. «Continuará las líneas principales, innovadoras y positivas del papa Francisco», dijo, «pero con un estilo muy diferente». Mientras que Francisco era conocido por sus gestos espontáneos y su calidez improvisada, León XIV, señaló Sturla, es deliberado, introspectivo y mesurado.
«Escucha con atención. Habla poco, y cuando lo hace, habla despacio, con reflexión», observó el cardenal. Es un temperamento diferente, y quizás eso sea precisamente lo que la Iglesia necesita ahora mismo.
Esa diferencia podría ser precisamente lo que define el tono pastoral del viaje. En lugar de una gira extensa y retórica, el viaje de León XIV podría adoptar la forma de una peregrinación de presencia, marcada por sesiones de escucha, visitas discretas a comunidades a menudo ignoradas y la reafirmación del compromiso de la Iglesia con los pueblos de Latinoamérica.
Para Uruguay, la posibilidad de una visita papal tiene una resonancia especial. Si bien Juan Pablo II visitó el país en la década de 1980, Uruguay estuvo notablemente ausente de la agenda de viajes del Papa Francisco. Las razones fueron logísticas y circunstanciales, no personales; aun así, la ausencia se sintió.
El optimismo de Sturla sugiere que el nuevo Papa podría priorizar a países que no han acogido recientemente al sucesor de Pedro. Una visita a Uruguay no solo cerraría ese capítulo, sino que abriría uno nuevo en la diplomacia papal: uno marcado por la reconciliación con sectores olvidados del mundo católico y una renovada atención a las naciones más pequeñas, a menudo ignoradas.
El cardenal Sturla también ofreció una perspectiva excepcional sobre la gravedad del cónclave. «Siempre me imaginé estar en la Plaza de San Pedro cuando se eligiera a un nuevo papa», reflexionó. «Pero estar dentro, al otro lado del proceso, fue algo poderoso». El momento en que el cardenal Robert Prevost respondió «Accepto», dijo, fue cuando «se convirtió en el sucesor de Pedro».
Si León XIV realmente camina por las calles de Buenos Aires, Montevideo o Chiclayo en los próximos meses, lo hará no solo como papa, sino como un hijo que regresa a casa, con la tranquila determinación de un hombre que nunca ha olvidado dónde aprendió a escuchar.
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