CIUDAD DEL VATICANO, 9 noviembre 2003 (ZENIT.org).- Juan Pablo II beatificó este domingo a cinco beatos europeos del siglo XIX y los presentó como modelos para una sociedad que corre el riesgo de olvidar los valores espirituales al convertir todo en «mercancía».
El momento culminante de la celebración tuvo lugar cuando el Papa leyó en latín la larga fórmula con la que inscribió en el registro de los beatos a tres sacerdotes y dos religiosas, ejemplos de oración y caridad en esa época de cambios y tensiones sociales.
Los nuevos beatos, aseguró, «interpelan a la sociedad actual, tentada a veces a convertir todo en mercancía y ganancia dejando del lado los valores y la dignidad que no tienen precio».
«Siendo la persona imagen y morada de Dios, hace falta una purificación que la defienda, sea cual fuere su condición social o su actividad laboral», pidió el Santo Padre.
La celebración eucarística, presidida por el obispo de Roma, fue celebrada por el cardenal portugués José Saraiva Martins CMF, prefecto de la Congregación vaticana para las Causas de los Santos.
El Papa manifestaba un aspecto mejorado con respecto a semanas pasadas. Se arrodilló durante la consagración y leyó con voz bastante clara y fuerte pasajes del inicio y del final de la homilía, dejando a tres sacerdotes (un español, un italiano y un francés) la lectura de los pasajes centrales, que había preparado en estos tres idiomas.
El pontífice dedicó la homilía a recoger algunos de los rasgos más característicos de los nuevos beatos.
Comenzó recordando al sacerdote español Juan Nepomuceno Zegrí y Moreno (1831-1905), fundador de la Congregación de las Hermanas de la Caridad de la Beata María Virgen de la Merced (llamadas «Mercedarias») para la asistencia a los necesitados.
Citando palabras textuales del nuevo beato, el Santo Padre constató que el objetivo de su vida, fue «hacer siempre presente el amor de Dios donde hubiera «un sólo dolor que curar, una sola desgracia que consolar, una sola esperanza que derramar en los corazones»».
Entre los nuevos beatos se encuentra ahora el sacerdote belga Valentin Paquay, (1828-1905), religioso de la Orden de los Frailes Menores, quien desde el convento de Hasselt (Bélgica), quien fue conocido incluso fuera de su país por sus particulares dotes como director espiritual.
«Apóstol de la misericordia –dijo en la homilía al recordar al franciscano–, pasaba largas horas en el confesionario con un don particular para orientar a los pecadores por el buen camino, recordando a los hombres la grandeza del perdón divino».
El nombre del sacerdote italiano Luigi Maria Monti (1825-1900), que dio vida al Instituto de los Hijos de la Inmaculada Concepción, que dirigen prestigiosos hospitales y obras de beneficencia, figuraba también entre los nuevos beatos.
«Entregado totalmente a resanar las llagas del cuerpo y del alma de los enfermos y de los huérfanos», explicó el Papa al presentar la actualidad de su ejemplo de vida, «le gustaba llamarles los «pobrecillos de Cristo» y se ponía a su servicio animado por una fe viva, apoyada por una intensa y constante oración».
La madre española Bonifacia Rodríguez Castro (1837-1905), fundadora la Congregación de las Siervas de San José para la promoción social y cristiana de las mujeres obreras es otro de los testimonios que el sucesor de Pedro propuso al mundo.
«Siendo ella misma trabajadora –explicó–, percibió los riesgos de esta condición social en su época. En la vida sencilla y oculta de la Sagrada Familia de Nazaret encontró un modelo de espiritualidad del trabajo, que dignifica la persona y hace de toda actividad, por humilde que parezca, un ofrecimiento a Dios y un medio de santificación».
Por último, evocó la figura de Rosalie Rendu (1786-1856), de la Compañía de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, quien ejerció tras la revolución francesa una extraordinaria obra de caridad y de promoción humana y social en los barrios periféricos de París.
«Su caridad era creativa», reconoció el Papa que se preguntó: «¿De dónde sacaba la fuerza para hacer todo lo que hizo?» «Su secreto era sencillo», respondió, «vio en todo hombre el rostro de Cristo».
Con las beatificaciones de este domingo, Juan Pablo II ha proclamado 1.324 beatos en sus 25 años de pontificado y ha proclamado a 476 santos.