(ZENIT – 25 marzo 2019).- Durante la audiencia general, el 20 de marzo de 2019, la ‘Llama de la Paz de Hiroshima’ fue presentada al Papa Francisco por el grupo Caravana de la Tierra, una iniciativa pacífica, nacida en 2015, para promover la paz y la abolición de las armas nucleares, informó el Vaticano.
La llama proviene de las cenizas de la bomba atómica y se ha quemado continuamente, desde el 6 de agosto de 1945, como un símbolo de paz.
La pequeña delegación que llegó al Vaticano fue dirigida por el fundador del proyecto Caravana de la Tierra, el sacerdote budista Ryokyu Endo, del Templo Wada Ji Sangha en Japón. Setsuko Thurlow, sobreviviente de la bomba atómica de Hiroshima, quien recibió el Premio Nobel de la Paz, en nombre de la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares (ICAN), en 2017, acompañó al fundador. En el mismo grupo, había cinco niñas de 13 años de diferentes religiones, que representan el deseo de los jóvenes de un futuro sin armas nucleares: Yusa Okada de Nagasaki; Janna Ibrahim de Belén; Manikanet Mestekosho de Mingan, Canadá; Yasmine Abouzaglo de Dallas, Estados Unidos; y Mirjam Schmitzhofer de Viena, Austria.
Desde 2015, la Caravana de la Tierra ha ido de Nagasaki a Hiroshima, de Auschwitz a Srebrenica, de las primeras naciones nativas de Canadá a Israel y Palestina. Cada año, las oraciones y actividades de la Caravana de la Tierra alientan a miles de personas en todo el mundo a trabajar por un futuro mejor para todos.
Actualmente se está estudiando un viaje apostólico a Japón para el mes de noviembre. El 12 de septiembre de 2018, al recibir una delegación de la Asociación Japonesa Tensho Kenoho Shisetsu Kenshokai, el Papa Francisco mencionó este viaje. “Aprovecho esta visita para anunciarles mi deseo de ir a Japón el próximo año. Esperemos que esto se pueda hacer».
El Primer Ministro, Shizo Abe, invitó oficialmente al Santo Padre a ir a Japón en junio de 2014. El 2 de mayo de 2018, el alcalde de Nagasaki, Tomihisa Taue, envió al Papa una carta firmada por él y por el alcalde de Hiroshima, Kazumi Matsui, invitándolo a ir a las dos ciudades, atacadas por bombas atómicas en agosto de 1945.
De hecho, para el año 2018, el Pontífice eligió como tarjeta de felicitación la foto de un joven japonés cargando en la espalda a su hermano pequeño muerto, víctima de la bomba de Nagasaki. En el reverso de la tarjeta, el Papa escribió: «el fruto de la guerra».
Jorge Mario Bergoglio siempre ha tenido el deseo de ir a Japón. El 11 de marzo de 1958, a los 22 años, cuando decidió ingresar a la Compañía de Jesús, soñó ir a ese país como misionero. Sin embargo, al final de su noviciado, su solicitud fue rechazada debido a sus problemas respiratorios. Años después, en 1973, como Provincial de los Jesuitas en Argentina, recibió al Superior General de la Compañía, el Padre Pedro Arrupe, quien durante mucho tiempo fue misionero en Japón: también sobrevivió, sin consecuencias, la bomba del 6 de agosto de 1945, con sus novicios. Médico de profesión, el Padre Arrupe organizó con ellos ayuda para la población, tratando de aliviar lo más posible los abominables sufrimientos.
Traducción de Richard Maher