En la solemnidad de san Pedro y san Pablo, el papa Francisco rezó este lunes la oración del Ángelus desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico, ante una multitud que le atendía en la Plaza de San Pedro.
Dirigiéndose a los fieles y peregrinos venidos de todo el mundo, que le acogieron con un largo y caluroso aplauso, el Pontífice les dijo:
«Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Como sabéis, la Iglesia universal celebra hoy la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, pero esta se vive con una alegría particular en la Iglesia de Roma, porque en su testimonio, sellado con la sangre, tiene sus propios cimientos. Roma siente especial afecto y reconocimiento por estos hombres de Dios, que vinieron de una tierra lejana a anunciar, a costa de su vida, aquel Evangelio de Cristo al que se habían dedicado totalmente.
La gloriosa herencia de estos dos apóstoles es motivo de orgullo espiritual para Roma y, al mismo tiempo, es una llamada a vivir las virtudes cristianas, de modo particular la fe y la caridad. La fe en Jesús cual Mesías e Hijo de Dios, que Pedro profesó primero y que Pablo anunció a la gente; y la caridad, que che esta Iglesia está llamada a servir con horizonte universal.
En la oración del Ángelus, en el recuerdo de los santos Pedro y Pablo, asociamos el de María, imagen viva de la Iglesia, esposa de Cristo, que los dos apóstoles “fecundaron con su sangre”.
Pedro conoció personalmente a María y en su diálogo con ella, especialmente en los días que precedieron Pentecostés, pudo profundizar el conocimiento del misterio de Cristo. Pablo, al anunciar el cumplimiento del plan salvífico “en la plenitud de los tiempos”, no dejó de recordar a la “mujer” de la que el Hijo de Dios había nacido en el tiempo.
En la evangelización de los dos apóstoles aquí, en Roma, también están las raíces de la profunda y secular devoción de los romanos a la Virgen, invocada especialmente come Salus Populi Romani.
María, Pedro y Pablo son nuestros compañeros de viaje en la búsqueda de Dios; son nuestras guías en el camino de la fe y la santidad; ellos nos impulsan hacia Jesús, para hacer todo lo que Él nos pide. Invoquemos su ayuda para que nuestro corazón esté siempre abierto a las sugerencias del Espíritu Santo y al encuentro con los hermanos.
En la celebración Eucarística, que tuvo lugar esta mañana en la basílica de San Pedro, he bendecido los palios de los arzobispos metropolitanos nombrados en el último año, procedentes de varias partes del mundo. Renuevo mi saludo y mis felicitaciones a ellos, a sus familiares y a cuantos los acompañan en esta significativa circunstancia, y deseo que el palio, además de acrecentar los lazos de comunión con la Sede de Pedro, sea un aliciente para un servicio cada vez más generoso a las personas encomendadas a su celo pastoral.
En la misma liturgia, tuve el placer de saludar a los miembros de la delegación que ha venido a Roma en nombre del patriarca ecuménico, el queridísimo hermano Bartolomé I, para participar, como cada año, en la fiesta de los santos Pedro y Pablo. También esta presencia es signo de los vínculos fraternos existentes entre nuestras Iglesias. Recemos para que se refuerce entre nosotros el camino de la unidad.
Nuestra oración hoy es sobre todo por la ciudad de Roma, por su bienestar espiritual y material. La gracia divina sostenga a todo el pueblo romano, para que viva en plenitud la fe cristiana, que testimoniaron con intrépido ardor los santos Pedro y Pablo. Que interceda por nosotros la Santísima Virgen, Reina de los Apóstoles».
Al término de estas palabras, el Santo Padre rezó la tradicional oración mariana:
Angelus Domini nuntiavit Mariae…
Al concluir la plegaria, llegó el turno de los saludos que tradicionalmente realiza el Papa:
«Queridos hermanos y hermanas,
Saludo a todos, a las familias, parroquias, asociaciones procedentes de Italia y de tantas partes del mundo. Pero sobre todo hoy ¡saludo a los fieles de Roma, en la fiesta de los santos patronos de la ciudad!
Saludo a los estudiantes de algunas escuelas católicas de los Estados Unidos de América y de Escocia.
Me congratulo con los artistas que han realizado un gran y hermoso despliegue floral, allí, y agradezco a la “Pro Loco” de Roma por haberlo promovido. ¡Muchas gracias!
Felicidades también por el tradicional espectáculo pirotécnico que tendrá lugar esta noche en el Castillo del Santo Ángel (Castel Sant’Angelo), cuya recaudación sostendrá una iniciativa caritativa en Tierra Santa y en los países de Oriente Medio».
Francisco se refirió también a su próximo viaje apostólico a Latinoamérica:
«La próxima semana, del 5 al 13 de julio, parto hacia Ecuador, Bolivia y Paraguay. Les pido a todos ustedes que me acompañen con la oración, para que el Señor bendiga este viaje al continente de América Latina tan querido por mí, como se pueden imaginar. Expreso a la querida población de Ecuador, Bolivia y Paraguay mi alegría por estar en su casa, y les pido a ustedes, de manera particular, que recen por mí y por este viaje, para que la Virgen María nos dé la gracia de acompañarnos a todos con su protección maternal».
Como de costumbre, el Obispo de Roma concluyó su intervención diciendo:
«Les deseo a todos una buena fiesta. Por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!»
(Texto traducido y transcrito del audio por ZENIT)