El Centro Astalli, del Servicio Jesuita a Refugiados, ha presentado este jueves en Roma su Informe Anual, que muestra una fotografía actualizada sobre la condición de unos 21.000 solicitantes de asilo y refugiados que durante el 2014 se han dirigido a su sede en la capital italiana. En total, han sido 34.000 los que han acudido en todas las sedes territoriales de la asociación. Además, es necesario tener en cuenta que hay personas que ya había iniciado un recorrido de autonomía que se han visto obligadas a entrar de nuevo en el circuito de asistencia. Otro dato reflejado en el informe son las víctimas de tortura. Entre las personas tratadas, se han contabilizado 556 casos, la mayoría procedentes de países africanos.
Donatella Parisi, responsable de comunicación de la asociación, ha explicado a ZENIT algunos particulares sobre la labor que están desempeñando y cómo es la situación de los refugiados que llegan a Roma.
Así, indica que Italia, al encontrarse en medio del Mediterráneo, es de alguna manera la tierra a la que llegan muchísimos refugiados de África y Asia. La ruta más habitual es la que pasa por Libia, con muchos procedentes del Cuerno de África. Otra ruta es la que pasa por Grecia y Turquía, que desde allí llegan muchas personas de Irak y Afganistán. Los procedentes de Siria utilizan ambas rutas.
En los últimos dos años han notado un aumento de las personas que llegan del África occidental (Mali, Mauritania, Nigeria), países donde se están viviendo fuertes masacres de las que la gente huye. En el Centro Astalli, cuenta Donatella, conocen esta situación de primera mano porque “una minoría de afortunados consigue escapar”. Al respecto advierte que les preocupa mucho esta región porque llegan personas, muy jóvenes también, que hacen un recorrido largo, peligroso y costoso a mano de los traficantes.
Una situación especial es la de Siria. Los que logran escapar –explica Donatella– no tienen intención de quedarse en Italia sino proseguir hacia Escandinavia, Inglaterra, Alemania… países donde creen que tendrán más posibilidades de integración social. Según lo que percibe el Centro Astalli, hasta ahora, los refugiados sirios que habían huido son clase burguesa media – alta. Pero, en los últimos meses, según les informan los colegas que trabajan allí, también han empezado a escapar las personas con menos medios. Este tipo de migración es distinta y afecta a los países limítrofes. Cabe destacar que en Líbano, uno de cada cuatro habitantes es un refugiado sirio.
Por otro lado, Donatella Parisi ha indicado que el Centro Astalli ve y denuncia que “Europa no ha previsto canales humanitarios, posibilidades que permitan a las personas que escapan de guerras y conflictos poder pedir asilo con seguridad”. Hoy, el único modo de solicitar asilo –derecho reconocido por la Convención de Ginebra– para las personas que escapan de guerras, dictaduras y persecuciones, es “fiarse de los traficantes arriesgando la vida”, asegura. De este modo observa que es un problema muy serio, es “el problema de los refugiados en este momento”. Este derecho al asilo, especifica Donatella, queda en el papel y no se hace real.
Asimismo observa que la seguridad no se crea “cerrándose en sí mismo” sino creando “métodos legales para llegar”. Es difícil conocer el movimiento de inmigrantes cuando se cuenta con la intervención de los traficantes. Del mismo modo no existe un control sobre la inmensa cantidad de dinero que se mueve entorno a este fenómeno. “Conocemos casos de personas que han pagado incluso 10 mil dólares por un viaje en barco. Hay pateras que traen incluso a 300 personas, calculemos la cantidad… ”, explica. Además, es necesario tener en cuenta que si estas personas comienzan de este modo ilegal su llegada a Europa, todo el proceso de integración se ve afectado. Por eso, desde el Centro Astalli piden que se creen las formas para que la gente que escapa de guerras y situaciones conflictivas puedan llegar a Europa en condiciones seguras.
Esta asociación trabaja desde hace más 30 años con una misión precisa: “acompañar, servir y defender a los refugiados”. Actualmente su trabajo consiste en dar los refugiados los medios para que no necesiten más del Centro Astalli y sean autónomos. Hay un servicio de “primera acogida” que se concretiza en comedores, escuela de italiano, ambulatorio médico, oficina legal. En Roma hay cuatro centros de acogida, donde hay espacio para que vivan 150 personas. También existe un servicio de “segunda acogida”, una vez que la persona ya no tiene la urgencia de comer, dormir o asistencia médica y empieza a pensar en la autonomía. Aquí están los cursos de formación, escritura del CV, la convalidación de títulos… Cada persona al llegar tiene unos ritmos y desde el Centro Astalli acompañan cada proceso.
La pregunta crucial es ¿qué futuro le espera a estas personas?, asegura Donatella. Al respecto señala que Italia sigue sufriendo las consecuencias de la crisis económica, como por ejemplo una generación de jóvenes que no encuentra trabajo. Y junto a las categorías más frágiles de una sociedad están también los refugiados. Es un momento particularmente difícil. Pero también queda sitio para las historias bonitas y el Centro Astalli es testigo. Un joven del Kosovo que llegó aquí junto a su familia cuando tenía quince años, ahora es chef en un restaurante de cinco estrellas. O un joven procedente de Mauritania que llegó con 20 años. Durante 10 años fue esclavo en casa de un califa. Ahora está casado, tiene dos hijos y trabaja en una importante empresa automovilística. Y estas no son las únicas historias.
Finalmente, la responsable de prensa de esta asociación adivierte que el problema de la integración es real e importante. Asegura que vivimos en una sociedad que aún es racista, pero la esperanza está en las nuevas generaciones. En su trabajo en las escuelas, ven como los niños son mucho más abiertos con los extranjeros, porque son conscientes que quizás un día ese pueda ser su destino.
(HSM)