Si el cristiano no se deja tocar por la misericordia de Dios y a su vez ama al prójimo, como hacen los santos, termina siendo un hipócrita. Así lo ha advertido el santo padre Francisco en la homilía de esta mañana en la misa celebrada en Santa Marta.
De este modo, Francisco ha explicado que al principio fueron los profetas y después le tocó a los santos. Con ellos Dios ha construido en el tiempo la historia de su relación con los hombres. Y, a pesar de la excelencia de estos preelegidos –a pesar de sus enseñanzas y sus acciones– la historia de la salvación se ha visto accidentada, atravesada por muchas hipocresías e infidelidades.
El papa Francisco ha reflexionado ampliamente desde Abel hasta nuestros días. En la voz de Jeremías, propuesto por la Lectura del día, está la voz de Dios mismo, que constata con amargura como el pueblo elegido, aún habiendo recibido muchos beneficios, no le había escuchado. Así, el Papa ha recordado que Dios ha dado todo, pero ha recibido de vuelta solamente “cosas feas”. “La fidelidad ha desaparecido, no sois un pueblo fiel”, recuerda.
De este modo, ha proseguido indicando que “esta es la historia de Dios. Parece que Dios llorase, aquí. Te ha amado tanto, te he dado tanto y tú… Todo contra mí. También Jesús mirando a Jerusalén lloró. Porque en el corazón de Jesús había toda esta historia donde la fidelidad había desaparecido. Nosotros hacemos nuestra voluntad, pero haciendo esto en el camino de la vida seguimos un camino de endurecimientos: el corazón se endurece, se petrifica. Y la Palabra del Señor no entra. Y el pueblo se aleja. También nuestra historia personal se puede convertir en esto. Y hoy, en este día cuaresmal, podemos preguntarnos: ‘Yo, escucho la voz del Señor, o hago lo que quiero, lo que me gusta?’”
El episodio del Evangelio de hoy muestra un ejemplo de “corazón endurecido”, sordo a la voz de Dios. El Papa ha recordado que Jesús sana a un endemoniado y a cambio recibe una acusación. Es la típica excusa de los legalistas que creen que la vida está regulada por las leyes que hacen ellos, ha advertido Francisco.
A propósito, el Pontífice ha explicado que también esto ha sucedido en la historia de la Iglesia. “Pensada en la pobre Juana de Arco: ¡hoy es santa! Pobrecita: estos doctores la quemaron viva, porque decían que era una hereje, acusada de herejía… Pero eran los doctores, los que sabían la doctrina segura, estos fariseos: alejados del amor de Dios”. Así, ha puesto también el ejemplo del beato Rosmini, cuyos libros era pecado leer y ahora es beato. “En la historia de Dios con su pueblo, el Señor mandaba, para decirles que amaba a su pueblo, a los profetas. En la Iglesia, el Señor manda a los santos. Son santos que llevan adelante la vida de la Iglesia: son los santos. No son los poderosos, no son los hipócritas: no. Los santos”.
Los santos “son los que no tienen miedo a dejarse acariciar por la misericordia de Dios. Y por esto los santos son hombres y mujeres que entienden muchas miserias, muchas miserias humanas, y acompañan al pueblo de cerca. No desprecian al pueblo”, ha asegurado el Obispo de Roma en la homilía.
En la conclusión, el Papa ha recordado que Jesús dice “quien no está conmigo está contra mí”. Pero –se ha preguntado– ¿no habrá un camino en medio, un poco de aquí un poco de allá? A lo que ha respondido: “No. O tú estás en el camino del amor, o en el de la hipocresía. O tú te dejas amar por la misericordia de Dios, o haces lo que quieres, según tu corazón, que se endurece más, cada vez, en este camino”. Finalmente, ha asegurado que o eres santo o vas por el otro camino. “Quien no recoge conmigo, deja las cosas… No, es peor: dispersa, arruina. Es un corruptor. Es un corrupto que corrompe”.