Al recibir a unos doscientos directivos de la Confederación Nacional de Cultivadores Directos de Italia (Coldiretti), el papa Francisco los invitó este sábado a volver a encontrar el amor por la tierra como «madre» y les propuso custodiarla, haciendo una alianza con ella, a fin de que siga siendo, como Dios la quiere, fuente de vida para la entera familia humana.
En su discurso, el Santo Padre recordó también que festejan el 70 aniversario de su fundación. Y al agradecer las palabras que le había dirigido previamente el presidente de la organización, el Pontífice extendió su saludo al Consejero eclesiástico nacional y a los regionales, que representan –indicó– un signo especial de la atención que la Iglesia reserva a la actividad que realizan. Asimismo, el Papa explicó que el nombre de «cultivadores directos» hace referencia al hecho de «cultivar», que es una actividad típicamente humana y fundamental.
«En efecto, en el trabajo de los agricultores, está la acogida del precioso don de la tierra que nos viene de Dios, pero también está su valoración en el también precioso trabajo de hombres y mujeres llamados a responder con audacia y creatividad al mandato entregado desde siempre al hombre, el de cultivar y custodiar la tierra», destacó Francisco. «El verbo “cultivar” remite a la atención que el agricultor tiene por su tierra para que dé fruto y este sea compartido: ¡cuánta atención, pasión y entrega en todo esto!», enfatizó.
«Verdaderamente –afirmó el Santo Padre– no existe la humanidad sin el cultivo de la tierra; no hay vida buena sin el alimento que ella produce para los hombres y las mujeres de cada continente». «La agricultura muestra, por lo tanto, su papel central», insistió.
Por este motivo, el Pontífice señaló que «la obra de cuantos cultivan la tierra, dedicando generosamente tiempo y energías, se presenta como una verdadera y propia vocación». En este sentido, «merece ser reconocida y valorada adecuadamente, también mediante concretas elecciones políticas y económicas». «Se trata de eliminar los obstáculos que penalizan una actividad tan valiosa y que, con frecuencia, es vista como poco apetecible por las nuevas generaciones, si bien las estadísticas registran un aumento en el número de estudiantes en las escuelas y los institutos de Agraria, que permite prever un aumento de los empleados en el sector agrícola», dijo.
«Al mismo tiempo –añadió el Papa– es necesario prestar la debida atención a la tan difundida sustracción de tierra a la agricultura para destinarla a otras actividades, aparentemente más rentables».
Así, Francisco subrayó que esta reflexión sobre la centralidad del trabajo agrícola lleva a ver dos áreas críticas: la pobreza y el hambre, que aún sufre una vasta parte de la humanidad, y la llamada del hombre, no sólo a cultivar la tierra, sino también a custodiarla.
En esta línea, el Santo Padre denunció que «el sistema económico dominante excluye a muchos del justo uso de la tierra» y recordó que el hambre es un flagelo que ataca «amplia parte de la humanidad». El desperdicio de alimentos tiene «magnitudes inaceptables» y por ello, pidió que se volviera a pensar el sistema de producción y distribución de la comida.
«El absolutismo de las reglas del mercado, una cultura del descarte y del desperdicio que en el caso de la comida tiene magnitudes inaceptables, junto a otros factores, determinan miseria y sufrimiento para tantas familias», lamentó.
«Como nos han enseñado nuestros abuelos, ¡con el pan no se juega!», exclamó. «Recuerdo que, cuando era niño, al caerse el pan, nos enseñaron a recogerlo y besarlo, y ponerlo sobre la mesa», relató el Pontífice. «El pan participa, de alguna manera, de la santidad de la vida humana, y por lo tanto no puede ser tratado sólo como una mercancía», sostuvo.
Por otra parte, Francisco apuntó que «el desafío es: ¿cómo realizar una agricultura con bajo impacto ambiental? ¿Cómo hacer para que nuestro cultivar la tierra sea al mismo tiempo también custodiarla?» «Sólo así, en efecto, las futuras generaciones podrán seguir habitándola y cultivarla», aseguró.
Frente a estos interrogantes, el Obispo de Roma les dirigió una invitación y una propuesta: «La invitación es la de reencontrar el amor por la tierra como “madre” –como diría san Francisco– de la que hemos sido hechos y a la que estamos llamados a volver constantemente. Y de aquí viene también la propuesta: custodiar la tierra, haciendo una alianza con ella, de modo que siga siendo, como Dios la quiere, fuente de vida para la entera familia humana».
Al despedirse de los directivos de la mayor entidad de representación y asistencia a la agricultura en Italia, el Papa les deseó que «vuestro trabajo de cultivar y custodiar la tierra sea considerado y valorado adecuadamente», a la vez que los invitó a «dar siempre la primacía a las instancias éticas con las que como cristianos, afrontais los problemas y los desafíos de vuestras actividades», y antes de bendecirlos, concluyó pidiéndoles que recen por él.