Este libro constituye una síntesis de los tres primeros volúmenes dedicados respectivamente al primero, segundo y tercer año de enseñanza de Jesús, según las visiones de Ana Catalina Emmerich, recogidas y ordenadas por el poeta Clemens Brentano.
Ediciones cristiandad presenta esta obra en la que “el lector ve con estupor cómo pasan delante de sus ojos los paisajes de Palestina con los ríos, los lagos, los desiertos y las montañas, los pequeños pueblos, los castillos, las fortificaciones y las ciudades: una geografía que la monja, que no se había movido nunca de su pueblecito de la Alemania septentrional y casi no sabía leer ni escribir, demuestra conocer con precisión; ve cómo se mueven y actúan innumerables personajes con sus costumbres, sus casas, sus vestimentas, sus comidas. Asistimos a las celebraciones del Templo, a matrimonios, viajes, funerales y a muchos otros acontecimientos de la vida cotidiana”.
En las visiones de la monja hay una profundización del carácter, de la psicología, de las circunstancias de vida de muchos personajes que fueron testigos y actores de la historia humana y divina de Jesús y que conocemos por los evangelios.
Ana Catalina Emmerich fue beatificada por Juan Pablo II el 3 de octubre de 2004. Era la quinta de los nueve hijos de una modesta familia. Desde su niñez, y a pesar de su precaria salud, tuvo que ayudar en casa y en el trabajo del campo, por ello no pudo apenas asistir a la escuela, aprendiendo vagamente a leer. También desde una edad muy temprana gozó de visiones y se sintió atraída por la oración y por la vida religiosa de una forma extraordinaria.
En 1802 fue recibida en el convento de Agnetenberg de Dülmen. Desde esa fecha hasta 1811 Ana Catalina enfermó con frecuencia padeciendo fuertes dolores. El convento fue cerrado en diciembre de 1811. Se trasladó entonces con el padre Lambert, ejerciendo las funciones de gobernanta del anciano religioso. Después, al empeorar su situación hasta el punto de verse obligada a permanecer en cama, Ana Catalina fue trasladada a una pobre habitación en casa de una familia del lugar. En este tiempo la mística recibió los estigmas aunque los dolores propios los sufría ya desde hacía mucho tiempo.
Su encuentro con Clemens Brentano fue decisivo. El poeta permaneció cinco años visitándola a diario para anotar las visiones que más tarde publicó.