Francisco ha retomado sus visitas pastorales a las parroquias de Roma, este domingo estuvo en la parroquia San José en el Aurelio, en la que ha sido la octava visita a una parroquia de la diócesis. Antes de celebrar la misa, quiso reunirse con distintos grupos de feligreses: los niños de catequesis, la comunidad de gitanos, los enfermos y las familias que han bautizado a sus hijos recientemente. Además, el Papa tuvo ocasión de confesar a algunas personas. A todos y cada uno de los grupos, dedicó unas palabras y algunos consejos.
A los niños de Primera Comunión: recordar siempre ese día en el que Jesús viene a nosotros. A la comunidad gitana: no perder la esperanza en los momentos difíciles. A los enfermos: ser la fuerza en la Iglesia. A las familias con hijos recién bautizados: el llanto del niño es la mejor predicación.
El Santo Padre contó a los más pequeños su experiencia de la Primera Comunión y la Confirmación, que recibió hace 70 años: el 8 de octubre de 1944. Ambos sacramentos el mismo día, les explicó Francisco. “No olvido ese día. Siempre, vosotros que haréis la Primera Comunión, recordad siempre, para toda la vida, ese día: el primer día que Jesús ha venido a nosotros”, indicó. Así, Francisco dijo a los niños que “Él viene, se hace uno con nosotros, se hace nuestro alimento, nuestro alimento para darnos fuerza”. Además, les pidió que no se olviden de los catequistas. “Yo no los he olvidado nunca en mi vida”, afirmó Francisco y les contó que el 17 de octubre de 1987, cuando murió la monja que le preparó para la primera comunión y la confirmación, fue a rezar por ella “porque esa monja me ha acercado a Jesús”. Finalmente el Santo Padre les animó a que cada año, en el aniversario de la Primera Comunión, vayan a confesarse y a comulgar.
El Obispo de Roma también se reunió con la comunidad de gitanos a quienes deseó “que siempre haya paz en vuestras familias; y haya trabajo y haya felicidad”. Asimismo les invitó a “no perder la esperanza en los momentos difíciles, porque la esperanza no decepciona: la da el Señor”. Y el Señor –prosiguió el Papa– antes o después nos espera siempre, siempre. Está cerca de nosotros. “Quizá no lo vemos, pero Él está cerca y nos quiere mucho. Confianza en el Señor, esperanza en el Señor e ir adelante con el trabajo”, concluyó Francisco.
Otro grupo que tuvo ocasión de compartir un encuentro con el Santo Padre fueron los enfermos de la parroquia. Francisco les dio las gracias por el testimonio que dan, “testimonio de paciencia, de amor de Dios, de esperanza en el Señor: esto hace mucho bien a la Iglesia”. El Papa aseguró que ellos riegan continuamente a la Iglesia con la propia vida, con los sufrimientos, con la paciencia. Además, el Santo Padre indicó que “la Iglesia sin enfermos no iría adelante”. Asimismo observó que ellos son «fuerza en el Iglesia, son verdadera fuerza”. Y prosiguió afirmando que “el Señor ha querido visitarlo en esta enfermedad», e invitó a seguir adelante: «con paciencia, también con alegría. La alegría es la paz que nos da el Señor, con esa paz dentro”. Francisco observó que “aquí, la mayoría somos del siglo pasado… Y así, debemos mirar adelante porque allí nos espera el Señor. Siempre, sí, nos espera”.
Finalmente, el Santo Padre compartió un tiempo con las familias que han bautizado recientemente a los niños. Un niño –indicó Francisco– dice siempre una palabra de esperanza con su ser. El Obispo de Roma aseguró que “en el niño, en la niña, están nuestras esperanzas. Les damos una antorcha de fe, de vida y ellos la llevarán adelante con sus hijos, sus nietos… Y así es la vida”. De este modo, el Papa invitó a los presentes a preguntar el día en el que fueron bautizados y recordarlo porque “es un día de fiesta”, “es el día que encontramos a Jesús por primera vez”.
Y para finalizar una advertencia: “Los niños lloran, hacen ruido, van de una lado para otro… y a mí me molesta cuando en una iglesia un niño llora y la gente quiere que se vaya fuera. ¡No! ¡Es la mejor predicación! ¡El llanto de un niño es la voz de Dios! ¡Nunca, nunca echarles de la iglesia!”