Santa Catalina (Caterina) Volpicelli

Santa Catalina (Caterina) Volpicelli (C) Parroquia Santa María Majadahonda

Santa Catalina (Caterina) Volpicelli, 28 de diciembre

Amor a Jesús Sacramentado

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“Esta fundadora de las Esclavas del Sagrado Corazón tenía un amor inmenso a Jesús Sacramentado. Es el sello que ostentan sus numerosas obras. Santa Catalina (Caterina) Volpicelli fue impulsora del primer Congreso Eucarístico Nacional en Nápoles”

Hoy festividad de los Santos Inocentes, la Iglesia celebra también la vida de santa Catalina. “Ser de Cristo, para llevar a Cristo”, fueron las palabras pronunciadas por Benedicto XVI en el transcurso de la homilía el día que fue canonizada por él, sintetizando lo esencial de la vida de esta santa fundadora de las Esclavas del Sagrado Corazón.

Nació en Nápoles, Italia, el 21 de enero de 1839 en el seno de una familia aristocrática. Hasta su adolescencia nada hacía presagiar que su destino fuera ser fundadora y que alcanzaría la santidad. Había recibido una educación esmerada en consonancia con su posición social, y no ocultó su dilección por las fugaces seducciones de una vida acomodada que la envolvía en ciertos oropeles.

En el Colegio Real de San Marcelino había tenido el privilegio de ser formada por la que sería cofundadora de las Hermanas Franciscanas Elisabettiane Bigie, Margarita Salatino. Dominaba varios idiomas y se ejercitó en la música, completando el estudio de las letras.

Las vanidades y anhelos de poseer un brillo más fulgurante que el de su hermana desaparecieron súbitamente al recibir respuesta a su frecuente pregunta: “Señor, ¿qué quieres que haga?”, que formulaba ante el “Ecce Homo” instalado en su casa. La urgencia divina se manifestaba sobre ella protegiéndola y rescatándola de lo efímero, al tiempo que la predisponía a emprender un nuevo camino.

Tenía 15 años cuando santa Catalina (Caterina) Volpicelli conoció a san Ludovico de Casoria, y él le sugirió que acudiera a la Orden Franciscana Seglar, infundiéndole singular amor al Sagrado Corazón de Jesús, una devoción que mantuvo viva hasta que exhaló el último suspiro.

El beato le decía. “Caterina, el mundo te atrae, pero Dios vence […]. Llegará un día en el que cerrarás todos los libros y Jesús te abrirá su corazón donde la primera página, la segunda y las demás no dirán otra cosa que Amor… Amor… Amor”.

Estaba convencido de que la joven podía hacer inmenso bien. Además, su privilegiado estatus social le permitiría convertirse en “pescadora de almas”. Y no erró en su juicio. Oración, mortificación, lectura del evangelio y obras de místicos, fueron el alimento de la santa.

En 1859 por influjo de su confesor, padre Leonardo Matera, ingresó en las Adoradoras perpetuas de Jesús Sacramentado. Pero no era su destino permanecer junto a ellas. Graves problemas de salud se interpusieron en el camino, y tuvo que dejar esta vía.

El vaticinio del padre Ludovico que le había dicho: “El Corazón de Jesús, oh Catalina, ¡ésta es tu obra!”, se abría paso en su acontecer. Su confesor puso en sus manos la hoja “Le Messager du Coeur de Jesús” editada por el Apostolado de la Oración, y Catalina no se lo pensó dos veces.

Dirigió una carta al padre Enrique Ramière, máximo responsable de este movimiento en Francia, y éste le entregó el diploma de celadora al tiempo que le proporcionaba la información que solicitó.

La espiritualidad subyacente al apostolado fue el germen de la fundación que la santa impulsó en Nápoles. En el estío de 1867 el padre Ramière visitó la que sería sede de las actividades apostólicas, Largo Petrone en La Salud.

El objetivo de la obra que estaba a punto de fundar sería adorar a Cristo Sacramentado con el anhelo de transmitir la noticia de su inmenso amor a todos, con especial dilección por los que sufren.

El cardenal de Nápoles, siervo de Dios Sforza, que vio en el movimiento una novedad dentro de una época de intensa convulsión social, política y eclesial, aprobó el naciente Instituto de Esclavas del Sagrado Corazón que santa Catalina (Caterina) Volpicelli había puesto en marcha junto a doce mujeres en 1874.

Los primeros momentos fueron difíciles. Hubo incomprensiones por parte de miembros de la Iglesia, y la fundación fue vista con recelos por la masonería que pensaba que las religiosas atentaban contra sus intereses. Ignoraban que el único afán de Catalina y de sus hermanas era llevar el amor del Corazón de Cristo por doquier.

Incansable apóstol, rebosante de caridad hacia su prójimo, creó la Asociación de las Hijas de María, un asilo para huérfanas, y una biblioteca de carácter circulante, vehículo que facilitaría a cualquier interesado su acceso a la cultura.

En 1884 durante la epidemia de cólera se volcó en los damnificados. Ese año fue consagrado el santuario dedicado al Sagrado Corazón de Jesús mandado erigir por Catalina para la adoración reparadora solicitada por el Papa; un instrumento apostólico para difusión del evangelio y de ayuda a la Iglesia.

Catalina abrió nuevas casas, alentó y participó en el primer Congreso Eucarístico Nacional realizado en Nápoles en 1891, que culminó con la confesión y comunión de los participantes. Por influjo de esta santa se produjeron grandes conversiones.

Entre otras, la del beato Bartolomé Longo que había sido afín al espiritismo y a la superstición. Santa Catalina (Caterina) Volpicelli murió en Nápoles el 28 de diciembre de 1894, ofreciendo sus sufrimientos por la Iglesia y por el Papa. Juan Pablo II la beatificó el 29 de abril de 2001. Y Benedicto XVI la canonizó el 26 de abril de 2009.

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Isabel Orellana Vilches

Isabel Orellana Vilches Misionera idente. Doctora en Filosofía por la Universidad Autónoma de Barcelona con la tesis Realismo y progreso científico en la epistemología popperiana. Ha cursado estudios de teología en la Universidad Pontificia de Salamanca. Con amplia actividad docente desde 1986, ha publicado libros como: Realismo y progreso científico en la epistemología popperiana, Universitat Autònoma de Barcelona, 1993; El evangelio habla a los jóvenes, Atenas, Madrid, 1997; Qué es... LA TOLERANCIA, Paulinas, Madrid, 1999; Pedagogía del dolor. Ensayo antropológico, Palabra, Madrid, 1999; En colaboración con Enrique Rivera de Ventosa (†) OFM. Cap. San Francisco de Asís y Fernando Rielo: Convergencias. Respuestas desde la fe a los interrogantes del hombre de hoy, Universidad Pontificia, Salamanca, 2001; La "mirada" del cine. Recursos didácticos del séptimo arte. Librería Cervantes, Salamanca, 2001; Paradojas de la convivencia, San Pablo, Madrid, 2002; En la Universidad Técnica Particular de Loja, Ecuador, ha publicado: La confianza. El arte de amar, 2002; Educar para la responsabilidad, 2003; Apuntes de ética en Karl R. Popper, 2003; De soledades y comunicación, 2005; Yo educo; tú respondes, 2008; Humanismo y fe en un crisol de culturas, 2008; Repensar lo cotidiano, 2008; Convivir: un constante desafío, 2009; La lógica del amor, 2010; El dolor del amor. Apuntes sobre la enfermedad y el dolor en relación con la virtud heroica, el martirio y la vida santa. Seminario Diocesano de Málaga, 2006 y Universidad Técnica Particular de Loja, Ecuador (2007). Cuenta con numerosas colaboraciones en obras colectivas, así como relatos, cuentos, fábula y novela juvenil, además de artículos de temática científica, pedagógica y espiritual, que viene publicando en distintas revistas nacionales e internacionales. En 2012 culminó el santoral Llamados a ser santos y poco más tarde Epopeyas de amor prologado por mons. Fernando Sebastián. Es la biógrafa oficial del fundador de su familia espiritual, autora de Fernando Rielo Pardal. Fundador de los Misioneros Identes, Desclée de Brouwer, Bilbao, 2009. Culmina la biografía completa. Tiene a su cargo el santoral de ZENIT desde noviembre de 2012.

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