Evangelio dominical

Comentario a la liturgia dominical: Domingo XXX del tiempo ordinario

La dinámica de la fe es la esencia del discipulado.

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Por: P. Antonio Rivero, L.C.

Ciclo B
Textos: Jer 31, 7-9; Heb 5, 1-6; Mc 10, 46-52

 Idea principalProceso de fe e iluminación de este ciego hasta llegar a Jesús, encontrarse con Él, recibir la curación y seguirlo.

Síntesis del mensaje: la dinámica de la fe es la esencia del discipulado, porque sólo la adhesión total –la comunión estrecha con el Maestro- hace posible el seguimiento de él en todos los aspectos de la vida. Este hombre ciego y pobre es el modelo del que sabe responder al llamado de Jesús: “¡Ánimo, levántate, el Maestro te llama!” (10,49), pasando del estar “sentado a la orilla del camino” (10,46) al “seguirlo por el camino” (10,52).

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, veamos la situación de este ciego. A la orilla del camino, aparece Bartimeo, humilde ciego y mendigo, quien ha ido a acomodarse en el lugar preciso por el que deben pasar los peregrinos. Excluido de la vida religiosa por su misma enfermedad, y estaba solo. En esta época del año, en el que la gente es más generosa, el ciego espera captar más limosnas. Él ya sabe la estrategia para lograrlas, por eso está allí en su “lugar de trabajo”. Ciertas enfermedades –en este caso la ceguera- eran consideradas castigo de Dios. Así, a la situación de ceguera de Bartimeo, se sumaba el prejuicio social. Los ciegos, al igual que otros enfermos y las mujeres, estaban eximidos y excluidos de participar en las fiestas religiosas. Bartimeo es el símbolo del hombre que busca en Jesús la luz de la fe. Y como “la fe no es propia de los soberbios, sino de los humildes” (San Agustín, Catena Aurea VI, p. 297), este ciego fue premiado. La fe está a punto de hacer ese milagro: el ciego, al dejar su manto, deja tras de sí una “vieja” vida para asumir una nueva detrás de Jesús. Quien estaba al margen del camino, ahora sigue a Jesús, que es el “Camino”.

En segundo lugar, veamos el camino del ciego hacia Jesús. La rutina del mendigo se rompe, y para siempre, cuando toma información y se entera que muy cerca de él pasa Jesús. Proceso: Primero, escucha el paso de Jesús; la fe viene por el oído; y de la ceguera pasa a la visión y de la marginalidad en el camino pasa a ser su activo peregrino. Segundo, el grito de la fe: Bartimeo, reconociéndole como Mesías, clama misericordia. Su oración tiene como trasfondo la oración penitencial del Salmo 51 (“miserere”, ten piedad), pero también la promesa mesiánica de Isaías 35,2-5: “se despegarán los ojos de los ciegos”. Tercero, superación de los obstáculos: además de sus dos primeras limitaciones, su ceguera y su pobreza, es reprimido para que se calle; él es imagen del que entra en el Reino despojado, abandonado con absoluta confianza en la presencia y la palabra de Jesús. El despojo es todavía más radical cuando hace dos gestos: arroja el manto y, dando un salto, va hacia Jesús. El manto es el mayor bien de un pobre, lo único que le queda (cf. Éxodo 22,25-26), es su cobija para la noche, su abrigo para el frío, su recipiente para la limosna. Su salto (¡inaudito para un ciego!) es un gesto de confianza total, expresión de apoyo en la palabra de Jesús. ¿Resultado? El ciego logra su objetivo: Jesús, se detiene ante él y lo llama. El encuentro personal comienza con una pregunta de Jesús: “¿Qué quieres que te haga?”. Y termina con la curación. Bartimeo ha cambiado completamente de situación: era ciego y ahora ve, estaba sentado al borde del camino y ahora está en el camino, estaba solo y ahora está con Jesús y su grupo. También podemos suponer que al recobrar la vista e incorporarse a la comunidad habrá dejado de mendigar. Y todo termina con el seguimiento a Jesús. Ahora Jesús tiene un nuevo discípulo, quien ha recibido el don de la vista y se caracteriza por su fe.

Finalmente, y nosotros, ¿qué? Me regocija saber que Jesús se deja cambiar de rumbo ante mi pedido, que va a detenerse para escucharme a mí, como hizo con este ciego Bartimeo. Pero también pienso que a veces los reclamos de los necesitados me molestan y busco acallarlos o prefiero no oír. Quiero tener como maestro de oración a Bartimeo, que sabía qué pedir, cómo pedir, dónde pedir y no se dejaba tapar la boca ni siquiera por los que estaban cerca de Jesús. Bartimeo pedía limosna, pero cuando Jesús pasó, pidió lo que realmente quería, que era ver. Quiero tener esa franqueza y esa libertad delante de Dios, y pedirle lo que realmente necesito para mi vida. Sin palabrerías ni oraciones floridas ni fórmulas de otros, con mi necesidad.

Para reflexionar: Meditemos este texto de san Gregorio Magno: “Quien ignora el esplendor de la eterna luz, es ciego. Con todo, si ya cree en el Redentor, entonces ya está sentado a la vera del camino. Esto, sin embargo, no es suficiente. Si deja de orar para recibir la fe y abandona las imploraciones, es un ciego sentado a la vera del camino, pero sin pedir limosna. Solamente si cree y, convencido de la tiniebla que le oscurece el corazón, pide ser iluminado, entonces será como el ciego que estaba sentado en la vera del camino pidiendo limosna. Quienquiera que reconozca las tinieblas de su ceguera, quienquiera que comprenda lo que es esta luz de la eternidad que le falta, invoque desde lo más íntimo de su corazón, grite con todas las energías de su alma, diciendo: ‘Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí’” (Homil. in Ev. 2, 2.8).

Para rezarMi Señor, que yo vea con tus ojos, que yo vea el bien y su fecundidad en medio de tantas tinieblas. Que mis ojos de fe provoquen tu obrar misericordioso en beneficio de los pobres pecadores, de las almas.  Padre mío, que mi alma se enriquezca con la luz de la fe que brote de unos ojos de fe… que yo vea… que yo te vea en todo y en todos… que mi fe me lance audazmente a confiar ciegamente esperándolo TODO de Ti…

Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: arivero@legionaries.org

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Antonio Rivero

El padre Antonio Rivero nació en Ávila (España) en 1956. Entró a la congregación de los Legionarios de Cristo en 1968 en Santander (España). Se ordenó de sacerdote en Roma en la Navidad de 1986. Es licenciado en Humanidades Clásicas en Salamanca, en Filosofía por la Universidad Gregoriana de Roma y en Teología por la Universidad de santo Tomás también en Roma. Es doctor en Teología Espiritual por el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum (Roma) donde defendió su tesis el 16 abril del año 2013 sobre la dirección espiritual en san Juan de Ávila, obteniendo “Summa cum laude”. Realizó su ministerio sacerdotal como formador y profesor de Humanidades clásicas en el seminario en México y España. Fue vicario parroquial en la ciudad de Buenos Aires durante doce años. Durante diez años fue director espiritual y profesor de teología y oratoria en el Seminario María Mater Ecclesiae en são Paulo (Brasil), formando futuros sacerdotes diocesanos. Actualmente es profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y ayuda en el Centro Logos, en la formación de sacerdotes y seminaristas diocesanos. Ha dedicado y dedica también parte de su ministerio sacerdotal a los Medios de Comunicación Social. Ha publicado catorce libros: Jesucristo, Historia de la Iglesia, Los diez mandamientos, Breve catequesis y compendio de liturgia, El tesoro de la Eucaristía, El arte de la predicación sagrada, La Santísima Virgen, Creo en la Vida eterna, Curso de Biblia para laicos, Personajes de la Pasión, G.P.S (Guía Para Santidad, síntesis de espiritualidad católica), Comentario a la liturgia dominical ciclo A, Comentario a la liturgia dominical ciclo B, Comentario a la liturgia dominical ciclo C. Ha grabado más de 200 CDs de formación. Da conferencias en Estados Unidos sobre pastoral familiar, formación católica y juventud. Y finalmente imparte retiros y cursos de formación a religiosas, seminaristas y sacerdotes diocesanos en México, Centroamérica y donde le invitan.

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