El Papa Francisco con los integrantes del Congreso Internacional sobre teología moral. Foto: Vatican Media

Reducir la teología moral a la casuística es pecar de retroceso: 10 reflexiones del Papa sobre teología moral

“La casuística ha sido superada. La casuística ha sido el alimento mío y de mi generación en el estudio de la teología moral. Pero es propio del tomismo decadente. El verdadero tomismo es el de Amoris laetitia, el que tiene lugar allí, bien explicado en el Sínodo y aceptado por todos. Es la doctrina de Santo Tomás viva, que nos hace avanzar arriesgando, pero en obediencia. Y esto no es fácil”, ha dicho el Papa.

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(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 13.05.2022).- La Universidad Gregoriana de Roma y el Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y de la Familia organizaron un Congreso Internacional sobre teología moral. En ocasión de ese encuentro el Papa recibió en audiencia a los participantes. Las dos instituciones son especialmente cercana al Papa por una doble vía: personalmente, la Universidad Gregoriana depende de la congregación de la que procede el Papa (la Compañía de Jesús) y “profesionalmente” el Instituto Juan Pablo II depende de la Santa Sede. Ofrecemos a continuación el discurso del Papa traducido al castellano con encabezados en negrita añadidos por ZENIT.

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Introducción

Agradezco al padre da Silva Gonçalves sus palabras de presentación; saludo al cardenal Farrell, a monseñor Paglia y a monseñor Bordeyne, así como a todos los que han colaborado en esta Conferencia, y a todos vosotros que habéis participado. La iniciativa tiene lugar en el contexto del «Año de la Familia Amoris laetitia», convocado para estimular la comprensión de la Exhortación Apostólica y ayudar a orientar las prácticas pastorales de la Iglesia, que quiere ser más y mejor sinodal y misionera.

Amoris laetitia recoge los frutos de las dos asambleas sinodales sobre la familia: la extraordinaria de 2014 y la ordinaria de 2015. Frutos que han madurado en la escucha del Pueblo de Dios, constituido en gran parte por las familias, que son el primer lugar para vivir la fe en Jesucristo y el amor mutuo.

1º La teología moral debe aprovechar la espiritualidad que germina en la familia

Por lo tanto, es bueno para la teología moral aprovechar la rica espiritualidad que germina en la familia. La familia es la Iglesia doméstica (cf. Lumen gentium, 11; Amoris laetitia, 67); en ella, los cónyuges y los hijos están llamados a cooperar en la vivencia del misterio de Cristo, mediante la oración y el amor puestos en práctica en la concreción de la vida y las situaciones cotidianas, en el cuidado mutuo capaz de acompañar para que nadie quede excluido y abandonado. «No olvidemos que, a través del sacramento del matrimonio, Jesús está presente en esta barca», la barca de la familia [1].

2º Pruebas para la vida familiar: de la crisis cultural a la falta de trabajo o vivienda

Sin embargo, la vida familiar está hoy más probada que nunca. En primer lugar, desde hace tiempo «la familia atraviesa una profunda crisis cultural, como todas las comunidades y vínculos sociales» (Evangelii gaudium, 66). Además, muchas familias sufren la falta de trabajo, la falta de una vivienda digna o la falta de un terreno donde vivir en paz, en una época de grandes y rápidos cambios. Estas dificultades se extienden a la vida familiar, generando problemas relacionales. Hay muchas «situaciones difíciles y familias heridas» (Amoris laetitia, 79). La posibilidad misma de formar una familia hoy en día es a menudo ardua, y a los jóvenes les resulta muy difícil casarse y tener hijos. En efecto, los cambios de época que estamos viviendo provocan que la teología moral asuma los retos de nuestro tiempo y hable un lenguaje comprensible para los interlocutores -no sólo «de puertas para adentro»- y ayude así a «superar las adversidades y los contrastes» y a fomentar «una nueva creatividad para expresar en los retos de hoy los valores que nos constituyen como pueblo en la sociedad y en la Iglesia, Pueblo de Dios» [2]. Subrayo: nueva creatividad.

3ª El papel decisivo de la familia en los caminos de conversión pastoral

A este respecto, la familia desempeña hoy un papel decisivo «en los caminos de la ‘conversión pastoral’ de nuestras comunidades y de la ‘transformación misionera de la Iglesia'». Para ello es necesaria una reflexión teológica – «también a nivel académico»- que esté realmente atenta «a las heridas de la humanidad» [3]. En este sentido, es importante que la Universidad Gregoriana y el Instituto Juan Pablo II, juntos, hayan realizado este evento, con la participación de teólogos de cuatro continentes. Laicos, clérigos y religiosos, de diferentes lenguas y culturas, participan y comparan notas, en un diálogo entre generaciones abierto también a los jóvenes investigadores.

4ª El papel de la interdisciplinariedad

De manera especial, a este respecto, quisiera recordar la necesidad de la inter y transdisciplinariedad, tanto dentro de la teología como entre la teología, las ciencias humanas y la filosofía. Este método sólo puede favorecer la profundización de las reflexiones teológicas sobre el matrimonio y la familia. Podrá mostrar el vínculo recíproco entre la reflexión eclesiológica y sacramental y los ritos litúrgicos, entre éstos y las prácticas pastorales, entre las grandes cuestiones antropológicas y las cuestiones morales vinculadas a la alianza conyugal, la generación y la compleja red de relaciones familiares. En efecto, los diferentes enfoques teológicos no deben ser simplemente yuxtapuestos o contrapuestos, sino hechos dialogar para que se instruyan mutuamente, de manera sinfónica y coral, al servicio del único gran objetivo, que se resume en esta pregunta: ¿cómo pueden las familias cristianas de hoy, en la alegría y los trabajos del amor conyugal, filial y fraterno, dar testimonio de la buena nueva del Evangelio de Jesucristo?

5ª Familia y sinodalidad: hablar de las familias escuchando a las familias

La Iglesia, en su camino sinodal, se construye en la escucha mutua entre quienes conforman el Pueblo de Dios. En este caso, «¿cómo sería posible hablar de la familia sin interrogar a las familias, escuchar sus alegrías y sus esperanzas, sus penas y sus angustias?» [4]. Precisamente por ello, surge una viva necesidad de diálogo: ciertamente no como una «mera actitud táctica», sino como una «necesidad intrínseca de experimentar en comunidad la alegría de la Verdad y de profundizar en su significado e implicaciones prácticas» (Veritatis gaudium, 4c). El método dialógico nos pide que superemos una idea abstracta de la verdad, divorciada de la experiencia vivida por las personas, las culturas y las religiones. La verdad del Apocalipsis se aborda en la historia – ¡es histórica! – a sus destinatarios, que están llamados a ponerla en práctica en la «carne» de su testimonio. ¡Cuánta riqueza de bien hay en la vida de tantas familias, en todo el mundo! El don del Evangelio, además del Dador, presupone un destinatario al que hay que tomar en serio, al que hay que escuchar.

6ª La circularidad virtuosa entre teología y acción pastoral

El matrimonio y la familia pueden constituir un «kairós» para la teología moral, para repensar las categorías interpretativas de la experiencia moral a la luz de lo que ocurre en el ámbito familiar. Hay que establecer una circularidad virtuosa entre la teología y la acción pastoral. La praxis pastoral no puede deducirse de principios teológicos abstractos, al igual que la reflexión teológica no puede limitarse a reiterar la práctica. Cuántas veces se presenta el matrimonio «como una carga que hay que soportar toda la vida» en lugar de «como un camino dinámico de crecimiento y realización» (Amoris laetitia, 37). Esto no quiere decir que la moral evangélica renuncie a proclamar el don de Dios, del que fluye la tarea y la dedicación. La teología tiene una función crítica, una inteligencia de la fe, pero su reflexión parte de la experiencia viva y del sensus fidei fidelium. Sólo así la inteligencia teológica de la fe presta su necesario servicio a la Iglesia.

7ª El puesto del discernimiento

Y precisamente por eso, la práctica del discernimiento se hace más necesaria que nunca, abriendo espacio «a la conciencia de los fieles, que muchas veces responden como pueden al Evangelio en medio de sus limitaciones y pueden realizar su propio discernimiento personal ante situaciones en las que se rompen todos los esquemas» (ibíd.).

8ª La relación inseparable entre conciencia y bien

Queridos hermanos y hermanas, en el centro de nuestro compromiso, como pastores y como teólogos, está el reconocimiento de la relación inseparable, a pesar de los dramas y las dificultades de la vida, entre la conciencia y el bien. La moral evangélica está tan lejos del moralismo, que hace de la observancia literal de las normas la garantía de la propia justicia ante Dios, como del idealismo, que, en nombre de un bien ideal, desanima y aleja del bien posible (cf. Amoris laetitia, 308; Evangelii guadium, 44). En el corazón de la vida cristiana está la gracia del Espíritu Santo, recibida en la fe vivida, que provoca actos de caridad. La bondad, por tanto, es una llamada, es una «voz» [5] que libera e impulsa las conciencias, como dice el texto de la Gaudium et spes: «En el fondo de la conciencia el hombre descubre una ley que no se da a sí mismo, pero que debe obedecer […] La conciencia es el núcleo más secreto y el santuario del hombre, donde se encuentra a solas con Dios, cuya voz resuena en su propia intimidad» (nº 16).

9ª Repensar las categorías de la teología moral en la relación entre gracia y libertad

A todos vosotros se os pide que repenséis hoy las categorías de la teología moral, en su conexión recíproca: la relación entre la gracia y la libertad, entre la conciencia, el bien, las virtudes, la norma y la phrónesis aristotélica, la prudentia tomista y el discernimiento espiritual, la relación entre la naturaleza y la cultura, entre la pluralidad de lenguajes y la unicidad del ágape. Sobre este último aspecto, en particular, quisiera subrayar que la diferencia de culturas es una oportunidad preciosa que nos ayuda a comprender aún más cuánto el Evangelio puede enriquecer y purificar la experiencia moral de la humanidad, en su pluralidad cultural.

Así ayudaremos a las familias a redescubrir el significado del amor, una palabra que hoy «muchas veces aparece desfigurada» (Amoris laetitia, 89): porque el amor «no es sólo un sentimiento», sino la opción en la que cada persona decide «hacer el bien» […] de manera sobreabundante, sin medir, sin exigir recompensas, por el solo hecho de dar y servir» (ibíd., 94). La experiencia concreta de las familias es una extraordinaria escuela de la buena vida. Por ello, os invito, teólogos de la moral, a continuar vuestro riguroso y valioso trabajo con fidelidad creativa al Evangelio y a la experiencia de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, especialmente a la experiencia viva de los creyentes. El sensus fidei fidelium, en la pluralidad de culturas, enriquece a la Iglesia, para que sea hoy el signo de la misericordia de Dios, que no se cansa de nosotros. Desde este punto de vista, sus reflexiones encajan muy bien en el actual proceso sinodal: esta Conferencia Internacional se inscribe plenamente en él y puede aportar su propia y original contribución.

10ª Sobre el “ir hacia atrás” en la Iglesia y la teología de la moral casuística

Me gustaría añadir una cosa, que tanto daño está haciendo a la Iglesia en estos momentos: es como «ir hacia atrás», ya sea por miedo, por falta de ingenio o por falta de valor. Es cierto que los teólogos, incluso los cristianos, debemos volver a las raíces. Sin las raíces no podemos dar un paso adelante. De las raíces nos inspiramos, pero para avanzar. Esto es diferente de volver. Retroceder no es cristiano. De hecho, creo que es el autor de la Carta a los Hebreos quien dice: «No somos gente que va hacia atrás». El cristiano no puede volver atrás. Volver a las raíces sí, inspirarse, continuar. Pero retroceder es retroceder para tener una defensa, una seguridad para evitar el riesgo de seguir adelante, el riesgo cristiano de llevar la fe, el riesgo cristiano de hacer el camino con Jesucristo. Y esto es un riesgo. Hoy, esta vuelta atrás se ve en tantas figuras eclesiásticas -no eclesiales, eclesiásticas- que surgen como hongos, aquí, allá, y se presentan como propuestas de vida cristiana.

En la teología moral también hay una vuelta atrás con propuestas casuísticas, y la casuística que creía enterrada bajo siete metros, resurge como una propuesta -un poco disfrazada- de «hasta aquí se puede, hasta aquí no se puede, aquí sí, aquí no». Y reducir la teología moral a la casuística es pecar de retroceso. La casuística ha sido superada. La casuística ha sido el alimento mío y de mi generación en el estudio de la teología moral. Pero es propio del tomismo decadente. El verdadero tomismo es el de Amoris laetitia, el que tiene lugar allí, bien explicado en el Sínodo y aceptado por todos. Es la doctrina de Santo Tomás viva, que nos hace avanzar arriesgando, pero en obediencia. Y esto no es fácil. Por favor, tengan cuidado con esta vuelta atrás que es una tentación actual, incluso para ustedes los teólogos de la teología moral.

Que la alegría del amor, que encuentra un testimonio ejemplar en la familia, se convierta en un signo eficaz de la alegría de Dios, que es misericordia, y de la alegría de quienes reciben esta misericordia como un don. Alegría. Gracias y, por favor, no se olviden de rezar por mí, porque lo necesito. Gracias.

 


Notas:

[1] Carta a los matrimonios con motivo del Año de la Familia «Amoris laetitia» (26 de diciembre de 2021).

[2] Ibid.

[3] Ap. Lett. Motu Proprio «Summa familiae cura» por el que se crea el Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y la Familia (19 de septiembre de 2017).

[4] Discurso en el 50º aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos (17 de octubre de 2015).

[5] «Que te dé testimonio tu conciencia, que es la voz de Dios» (San Agustín, In Epistolam Ioannis ad Parthos tractatus, 6, 3).

Traducción del original en lengua italiana realizado por el P. Jorge Enrique Mújica, LC, director editorial de ZENIT.

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Redacción Zenit

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