“Si las Obras Pontificias no perseveran celosamente en el preservar su dimensión universal católica, se pone en peligro no su propia supervivencia, sino el servicio a todas las iglesias misioneras». Así lo ha afirmado el cardenal Fernando Filoni, Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, durante la apertura de los trabajos de la Asamblea General Anual de las Obras Misionales Pontificias (OMP), que se celebra en Roma desde ayer día 5 hasta el 10 de mayo.
En su discurso inaugural, el purpurado señaló que “en este primer año de su ministerio pastoral como Obispo de Roma, el papa Francisco ha dado a la Iglesia un gran impulso misionero a través de muchos gestos y la publicación de dos documentos importantes, Lumen Fidei y Evangelii Gaudium”. La evangelización en este período de gran cambio social -continúó- requiere una Iglesia transformada, una iglesia misionera en salida… porque la acción misionera es el paradigma de todo el trabajo de la Iglesia”.
Por otro lado, el cardenal Prefecto se detuvo en el papel de las OMP en el nuevo escenario eclesiológico, observando cómo, después del Concilio Vaticano II, las OMP “han redefinido su lugar, precisamente para adaptarse al redescubrimiento del protagonismo de las iglesias locales. Ahora ellas están llamadas a dar su contribución concreta, en el crear o hacer madurar en sus iglesias, aunque aún jóvenes, sujetos responsables de la evangelización” .
Asimismo, el cardenal Filoni recordó que las OMP han sido reconocidas como “Pontificias” en cuanto “el Pastor Supremo conoce y siente más que cualquier otra persona, las urgencias y necesidades de todas y cada una de las iglesias”. Pero aseguró que las OMP “también pertenecen a cada obispos, porque están arraigadas en la vida de las Iglesias particulares. No hay absolutamente ningún nivel o posiciones de honor o autoridad, sino un servicio a la evangelización. Todos somos siervos de la misión. Cada iglesia local debe dejarse atravesar por las necesidades, las aspiraciones, la fe y el amor de todas las demás Iglesias. Cada iglesia que crea afirmar su identidad, en contraposición o ignorando su dimensión católica universal, está destinada a convertirse en una rama seca”.
Por otro lado, el purpurado observó que las Obras Pontificias también sufren los efectos de la crisis económica: “Hemos constatado una disminución gradual de las ofertas de los fieles de las Iglesias de antigua fundación, mientras que se registra un aumento moderado de las jóvenes Iglesias de África y de Asia”. Para el Prefecto de la Congregación las causas no son sólo económicos, sino también quizás por un cierto “descontento del pueblo de Dios ante el mundo misionero”. Y así, añadió que «es hora de revisar nuestras actividades de animación, que deben hablar a los corazones del pueblo de Dios, mostrando la belleza de la participación en el servicio misionero».
Finalmente pidió que «tras las huellas del apóstol Pablo y de la primera comunidad apostólica, “es necesario salir de nuestras sedes y ir a los suburbios, como dice el Papa Francisco. Es importante estar presentes en las organizaciones diocesanas, parroquias e instituciones y congregaciones religiosas. Hay que llamar a los fieles a participar activamente en la obra de las misiones en los congresos diocesanos y nacionales”.
Por otro lado, monseñor Protase Rugambwa, Presidente de OMP, también en su discurso de apertura observó que de la información recibida por los informes anuales, «sin duda podemos decir que las OMP son uno de los instrumentos más importantes y relevantes para mantener alta la prioridad de la Missio ad Gentes en vuestras Iglesias. Publicaciones de revistas, conferencias para los jóvenes, adultos, adolescentes, cursos de formación misionera para el clero y los laicos, jornadas misioneras, recaudación de fondos, visitas a seminarios, congregaciones religiosas, y muchas otras actividades se han llevado a cabo”.
El arzobispo hizo referencia al ministerio misionero del papa Francisco, quién “desea una iglesia que no esté cerrada en sí misma, sino una Iglesia en salida misionera. Una Iglesia Evangélica pobre, que se proyecta y elige a los pobres, que va alrededor del mundo, especialmente a los suburbios geográficos y antropológicos. Y nos está diciendo que tenemos que ser evangelizadores alegres, felices, que donan la alegría del Evangelio a todo el mundo. Es un gran estímulo para nosotros para continuar el trabajo de la cooperación misionera para la que hemos sido designados”.