Estos días llegan noticias desde algunos países, donde el derecho a la libertad religiosa es algo relativo, y depende del humor del gobierno de turno. Algunas veces, estos usan su investidura para controlar o relativizar las creencias y hasta la moral de las personas. Es una nueva bandera de caballería, alzada en aras de la democracia y la modernidad.
Sin embargo, el lector o espectador atento, con una mirada crítica sobre estas acciones, descubrirá que no son noticias “simples” las que transmiten los medios, sino el atropello a un derecho tan fundamental como es creer en Dios. Ni la vida angustiada de la democracia moderna, ni las pesadas estructuras religiosas o ateas de algunos países, justifican la falta de libertad para el que cree.
Los gobiernos no le han regalado la fe religiosa a la gente –como sí es el caso de los servicios de bienestar, que luego reclamarán en el voto. Por esa razón, no deberían quitarla, ni prohibir algo que no está en su esfera.
Vivir sin aire
Las noticias llegan desde Pakistán hasta la India; de Estados Unidos de América a Inglaterra, pasando por la China y Nigeria, y otros como Indonesia, en que algunos imanes llamaron a boicotear las misas navideñas… Los medios informan sobre personas privadas de su libertad, como la madre de familia católica Asia Bibi, cuya única “falta” fue defender su cristianismo ante otras mujeres musulmanas; por esto la han condenado a muerte, la que se viene postergando por tres años y medio gracias a una apelación. O también se sabe cuánto sufren quienes deciden abrazar una nueva religión en la India, y son condenados por la durísima ley anticonversión, que se mantiene aún vigente en algunos estados.
En Estados Unidos, pende como una amenaza la famosa ley federal del departamento de sanidad, que obligaría a todos los hospitales privados –muchos llevados por evangélicos, católicos y judíos–, a ofrecer en los seguros médicos ciertos servicios de planificación familiar que ellos mismos condenan y combaten, incluido el aborto. Por otro lado está el gobierno del Reino Unido, que años atrás permitió que una empresa aérea y un centro de salud botaran a dos trabajadoras, solo por llevar una cadena con la cruz en horario laboral… Hoy ellas siguen luchando por su trabajo –y por su fe–, en la Corte europea de Derechos Humanos de Estrasburgo.
La Navidad sangrienta que vivieron los cristianos hace unos días en Nigeria, es una muestra de la poca protección y atención que reciben los creyentes. A la vez, deja vislumbrar el tipo de gobierno que prometen –en caso de que lleguen al poder allí y en otros países en conflicto–, los fundamentalistas. Y sin querer agotar los casos, el mundo aún espera la liberación de miles de cristianos y católicos en China, entre ellos un obispo que gobierna su diócesis en secreto, recluido en la cárcel desde hace veinte años; o el reciente obispo auxiliar de Shangai, quien por renunciar a la “iglesia oficial” públicamente, vive en arresto domiciliario desde julio último, prohibido de ejercer su ministerio o contactar a la gente.
Leer bien, informar mejor
Pero constatamos también que algunas de estas noticias son tratadas y analizadas de forma superficial y errónea ante la opinión pública, como es el caso del auténtico derecho a las creencias y prácticas religiosas, que hoy forman parte de la vida diaria de miles de millones de personas en el mundo. Cuando hablamos de noticias internacionales, el error parte a veces de las mismas agencias informativas, cuyos envíos vuelven a ser reproducidos por las redacciones locales sin mayores aportes o crítica.
Esto podría evitarse si la formación en Periodismo especializado que se da en los centros superiores y universidades de todo el mundo, contara con mejores discursos sobre la información religiosa. Allí se forma a los futuros profesionales para que sepan reportear, investigar, fotografiar y opinar sobre algunos de los distintos temas y actores de nuestra sociedad, como son lo político, económico, judicial y policial, científico, cultural y lo deportivo y ecológico. Pero del periodismo especializado en lo religioso y/o eclesial hay muy poco, o diríamos nada…
Definitivamente el desbalance es evidente y en esto tienen responsabilidad los directores de los centros de estudios, algunos líderes religiosos e incluso los propietarios y directores de los medios de comunicación, que dejan un vacío muy difícil de llenar en la masa crítica.
Algunos, que se van especializando en religión, resaltan la importancia de tener una preparación efectiva y actualizada sobre el tema, y se ha constatado en Estados Unidos de América e Italia que muchos de los periodistas en información religiosa estudian teología o historia de las religiones por su cuenta y costo, a fin de hacer las cosas un poco mejor.
Estamos seguros que si hubiera más iniciativas serias al respecto, con el fin de darle un mejor trato a la información religiosa, las mismas audiencias valorarían el esfuerzo de los periodistas y los compensarían con su fidelidad. ¿Usted qué dice?