CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 5 diciembre 2012 (ZENIT.org).- Cada semana, durante la Audiencia General de los miércoles, el papa Benedicto XVI viene desarrollando unas profundas catequesis por el Año de la Fe. En esta oportunidad, dirigió sus ideas sobre el modo en que Dios ha revelado al hombre “su benévolo designio” (cf. http://www.zenit.org/article-43787?l=spanish).

Partiendo de la carta de san Pablo a los cristianos de Éfeso (cf. 1, 3-14) leída en varios idiomas en el Aula Pablo VI, el santo padre recordó cómo en ese pasaje, el apóstol eleva una oración de bendición a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que es a la vez un “himno de alabanza (al) plan de Dios con respecto al hombre, que se define en términos llenos de alegría, de asombro y de gratitud, como un "benévolo designio" (v. 9), de misericordia y de amor”.

San Pablo nos ayuda a entender --continúa--, “cómo toda la creación y, en particular, el hombre y la mujer no son el resultado de la casualidad, sino que responden a un proyecto de bondad de la razón eterna de Dios” y que ambas creaturas, “han sido elegidos por Dios incluso antes de la creación del mundo, en el Hijo, Jesucristo”.

Dios habló primero

Esta iniciativa divina, “precede a toda respuesta humana: es un don gratuito de su amor que nos envuelve y nos transforma” --dijo--, a la vez que se preguntaba: “¿Cuál es el objetivo final de este plan misterioso? ¿Cuál es el centro de la voluntad de Dios?”. Y citando nuevamente a san Pablo, el papa recordó que el plan de Dios es "hacer que todo tenga a Cristo por cabeza" (Ef. 1,10).

Para el Apóstol, continuó, “Cristo se presenta como el centro de todo el camino del mundo, la columna vertebral de todo, que atrae a sí mismo la totalidad de la realidad misma, para superar la dispersión y el límite, y conducir todo a la plenitud querida por Dios (cf. Ef. 1, 23)”.

Pero este "designio benevolente" no ha permanecido en el silencio de Dios, “sino que se ha auto-comunicado a nosotros, hasta ser uno de nosotros, (hasta) encarnarse”.

Y dado que con la sola inteligencia y sus capacidades, el hombre no habría podido alcanzar esta revelación, recordó el Catequista universal que “fue Dios quien ha abierto su cielo y se ha abajado para conducir al hombre hacia el abismo de su amor”.

Citó al respecto una famosa página del comentario a la Carta a los Efesios de san Juan Crisóstomo, en la que “invita a disfrutar de toda la belleza del "benévolo designio" de Dios revelado en Cristo”, interrogando así al hombre: “¿Qué te falta? Te has convertido en inmortal, te has hecho libre, te has convertido en hijo, te has convertido en justo, eres un hermano, te has convertido en un coheredero, con Cristo reinas, con Cristo eres glorificado. Todo se nos ha dado, y --como está escrito-- ¿cómo no nos dará con él graciosamente todas las cosas?" (Rm. 8,32). Tus primeros frutos (cf. 1 Co. 15, 20.23) son adorados por los ángeles [...]: ¿qué te falta? (PG 62.11)”.

La respuesta del hombre

Este don de Dios, esta “comunión en Cristo por obra del Espíritu Santo, ofrecida por Dios a todos los hombres con la luz de la Revelación”, continuó Benedicto XVI, “es el cumplimiento de los más profundos anhelos, de aquel deseo del infinito y de plenitud que habita en las profundidades del ser humano”.

Sin embargo, la respuesta del hombre a la revelación de Dios es fundamental, es lo que el papa denomina “el acto de fe”. Pero esta respuesta no es un “acto de imposición”, sino que “es un dejarse, un abandonarse en el océano de la bondad de Dios”.

El “acto de fe” es por lo tanto, “una verdadera conversión, la fe es un cambio de mentalidad, porque el Dios que se ha revelado en Cristo y ha dado a conocer su plan de amor (..) se convierte en el sentido que sostiene la vida, la roca sobre la que se puede encontrar la estabilidad”.

En este tiempo de Adviento, el santo padre invita una vez más a todos los cristianos, “a renovar la certeza de que Dios está presente: Él ha venido al mundo, convirtiéndose en un hombre como nosotros, para traer la plenitud de su designio de amor”.

Y recordó que Dios mismo quiere entrar de nuevo en el mundo, “a través de nuestra fe, nuestra esperanza, nuestro amor (y) hacer resplandecer su luz en la noche”.

Con los peregrinos de lengua española

A los peregrinos venidos de distintos países de habla española, el papa Benedicto XVI les dirigió las siguientes palabras en su propio idioma:

“Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, México y otros países latinoamericanos. Invito a todos a ser signo de la acción de Dios en el mundo por medio de la fe, la esperanza, la caridad. El Señor quiere siempre hacer resplandecer nuevamente su luz en la noche”. (javv)