CIUDAD DEL VATICANO, domingo 9 diciembre 2012 (ZENIT.org).- En la meditación inicial, previa al rezo del Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro, el santo padre Benedicto XVI centró su meditación en la figura precursora de san Juan Bautista.Y recordó cómo el hijo de Zacarías e Isabel, es una de las figuras relevantes del tiempo de Adviento, junto a la Virgen María.
En la lectura dominical de hoy, el evangelista Lucas “conecta” a Juan Bautista –el precursor–, con Jesús –el salvador–, es decir, a “la voz del que clama en el desierto”, con “la Palabra eterna que estaba en el principio”, según comenta san Agustín y a quien el papa citó en su meditación.
Por lo tanto, continúa el Catequista universal, “(Juan) juega un gran rol, pero siempre en relación con Cristo”. Y toca a los cristianos “escuchar hoy esa voz para dar espacio y dar acogida en el corazón a Jesús, Palabra que nos salva”. Volviendo a san Agustín, lo citó nuevamente: “Si a la voz se le que quita la palabra, ¿qué queda? Un vago sonido. La voz sin palabra llega al oído, pero no edifica el corazón” (cf. Discorso 293, 3: PL 38, 1328).
Invitó a los creyentes a vivir este tiempo de Adviento según las enseñanzas de Juan el Bautista, quien “nos enseña a vivir de una manera esencial, a fin de que la Navidad se viva no solo como una fiesta exterior, sino como la fiesta del Hijo de Dios que vino para traer paz a los hombres, la vida y la alegría verdadera”.
A la intercesión maternal de María, “Virgen del Adviento”, le encomendó el largo camino “hacia Dios que viene, para estar dispuestos a acogerlo, en el corazón y en toda la vida, al Emmanuel, Dios-con-nosotros”.
Saludo en español
A los creyentes de los diversos países llegados a Roma, les dirigió las siguientes palabras: “Saludo cordialmente a los fieles de lengua española presentes en esta oración mariana. La liturgia de la Palabra de este domingo nos muestra cómo san Juan Bautista exhorta al pueblo a la conversión, esperando de los hombres de su tiempo una respuesta concreta de fe.
Que la Santísima Virgen, que supo dar su “sí” incondicional al Señor,nos ayude a ratificar cada día nuestras promesas bautismales, para que, por los frutos de las buenas obras, seamos testigos ante el mundo de la gracia de Dios que actúa en nosotros”. (javv)