Hay un joven en Valencia, de profesión portero de equipo de fútbol que lleva unos guantes especiales. Para los goles con una frecuencia extraordinaria, tira por tierra todos los estereotipos que habitualmente se tienen sobre los futbolistas. Y se ha hecho dibujar en los guantes la imagen de la Virgen de Aparecida, patrona de Brasil.
Y es precisamente de Brasil que procede este joven de veintiocho años de origen italiano, en concreto de Rovigo. Se llama Diego Alvés y está considerado uno de los porteros más fuertes a nivel internacional, lo suficiente como para hacerse un sitio estable en la selección nacional y despertar el interés del Barcelona.
Crecido en una escuela de fútbol de Río de Janeiro, la Clube de Regatas RP, pasa al Botafogo-SP y lo hace tan bien que fue fichado por el Atlético Mineiro en 2004.
Después de haber contribuido a llevar al equipo a la élite del fútbol brasileño, en junio de 2007 Alvés se traslada a España, al Almería. Aunque si fue acogido con un escepticismo difundido, conquistó con rapidez la confianza de los seguidores del equipo. Así como también la atención de los grandes clubs. En el 2011 fue fichado por el Valencia, donde tuvo la ocasión de hacer crecer su experiencia y su fama como portero. Desde que está en España, ha parado 12 de los 24 penaltis que le han lanzado. O sea la mitad, un porcentaje sorprendente y hasta hoy incomparable.
Su fama, además, se la ha ganado también por las características fuera del campo. Digamos en parte por su lejanía de los estereotipos. A Diego Alvés no se le conoce en el país ibérico por la numerosa presencia de tatuajes ni por sus relaciones sentimentales, si no por su profunda fe cristiana. En el día de su presentación al Valencia, ante el gran número de preguntas de los periodistas, no tuvo problema en declarar: «La Virgen siempre me acompaña. Soy una persona muy religiosa y Ella estará siempre conmigo».
En particular, Diego Alvés tiene gran devoción por la Virgen de Aparecida, testimoniado por los dos besos que, antes de cada partido, da a una medalla que procede precisamente del Santuario al que el papa Francisco, el verano pasado, consagró su pontificado.
«Es un regalo de mi tía, que era muy religiosa, ya que estaba viviendo momentos muy difíciles en mi vida», declaró Diego Alvés durante un encuentro con jóvenes católicos españoles. «Me la regaló y me dio consuelo. Han pasado muchas cosas buenas y he comenzado a conocer mejor a la Virgen». Y ahora que ha decidido hacérsela dibujar en los guantes, «la llevo siempre conmigo en todos los partidos, me da seguridad y serenidad».
Como la Virgen de Aparecida, en la carrera de Diego Alvés, ha sido determinante la presencia de su familia. Y él mismo lo ha contado: «La familia es la más grande e importante certeza que tenemos. Para mí ha sido la base de todo. Si yo estoy aquí y tengo la cabeza sobre los hombros, es gracias a mi familia».
En el mundo millonario del balón, parecen anómalas las palabras de Diego Alvés. Aunque si se mira bien, hay muchos jugadores que más que complacerse con los placeres efímeros del éxito prefieren dirigir su mirada hacia lo alto. Son numerosos los que (sudamericanos pero no solo) pertenecen a los Atletas de Cristo, asociación de inspiración evangélica. Muchos también los católicos. Los medios de comunicación españoles han hablado sobre la fe del paraguayo Roque Santa Cruz, y de Jesús Navas, centrocampista de la selección nacional, que lleva escrito en las espinilleras «Dios es amor».
En Italia es también conocida la fe de Javier Zanetti, histórico capitán del Inter, que creó una fundación de apoyo a los pobres de su país, Argentina. Y argentino es también el ex jugador Abel Balbo, devoto de la Virgen de Luján, tanto que se puso un cinta en el brazo, en el periodo en el que fue capitán de la Roma, con la imagen de la Virgen impresa. Gestos explícitos que demuestran que no todos los jugadores han decidido servir a las riquezas.