"Ser maestros de santidad"

Varios padres sinodales señalan con fuerza la necesidad de una renovación de la identidad sacerdotal

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Por Nieves San Martín

CIUDAD DEL VATICANO, lunes 15 octubre 2012 (ZENIT.org).- En las sucesivas congregaciones generales, hasta hoy, varios padres sinodales han señalado con fuerza la necesidad de una renovación de la identidad sacerdotal. El escándalo de unos pocos pesa sobre la fidelidad de muchos es verdad. Pero algunas sorpresas no lo serían tanto si la Iglesia contara con más sacerdotes formados integralmente o, como apuntaba otro de los intervinientes, que sean «maestros de santidad».

Monseñor Carlos María Franzini, obispo de Rafaela, Argentina, en su intervención en las congregaciones del Sínodo, subrayó que el documento de trabajo «pide una más lograda comprensión de la identidad presbiteral, considerando los nuevos escenarios para la nueva evangelización y las situaciones de crisis y escándalo, que la afectan directamente».

En relación a este tema, subrayó, «los obispos latinoamericanos señalaron en la Conferencia de Aparecida varios desafíos para la nueva evangelización y sus respuestas, que pueden ser tenidos en cuenta por el Sínodo».

«Reconocemos que la inmensa mayoría de los pastores vive fielmente su ministerio en medio de los desafíos del presente. Esto ha de ser motivo de gratitud y esperanza para toda la Iglesia. Las situaciónes de escándalo por parte de algunos obispos y presbíteros, y las necesarias medidas que se han de tomar para evitar que dichas situaciones se repitan, no deberían hacer perder de vista que también es necesario favorecer el desarrollo de un ministerio pleno y fecundo de los pastores», dijo.

«Un ministerio presbiteral vigoroso reclama el compromiso personal de cada presbítero en su formación permanente, pero también necesita la propuesta institucional de las Iglesias particulares, por sí mismas o junto a otras Iglesias de la misma región o país».

«Los obispos tenemos la responsabilidad primaria en esta tarea. Además, hay que tener presente que sin el testimonio entusiasta y contagioso de los sacerdotes es inútil cualquier intento de pastoral vocacional que interpele y motive a los jóvenes para una respuesta generosa al llamado a la vida sacerdotal. Se pide que el Sínodo agradezca y aliente el servicio fiel de los presbíteros y que oriente a las Iglesias locales sobre una pastoral presbiteral sistemática, que favorezca la genuina renovación de la vida y el ministerio de los pastores, para que sean los “primeros nuevos evangelizadores”.

En este mismo sentido, se expresó el obispo de San Vicente, de El Salvador, monseñor José Elías Rauda Gutiérrez OFM. Refiriéndose a los números 69, 84 y 168 del documento de trabajo (IL), que señalan los obstáculos internos y externos para la Nueva Evangelización

Uno de estos obstáculos, dijo, «lo constituye el mismo clero: pérdida del entusiasmo pastoral; disminución del impulso misionero; las celebraciones litúrgicas privadas de una profunda experiencia espiritual; la falta de alegría y de esperanza es tan fuerte que incide en la misma vida de nuestras comunidades cristianas … (IL 69), y en los sacerdotes se debilita la vivencia de la fe y la caridad pastoral».

«La Nueva Evangelización es propuesta en estos contextos como una medicina para dar alegría y vida, contra cualquier tipo de miedo (IL 69, 168). Esta exige realizar la formación sacerdotal de manera que tengamos sacerdotes formados integralmente, capaces de evangelizar el mundo de hoy, convencidos, y fervientes ministros de la Nueva Evangelización, servidores fieles y apasionados por Cristo, por su misión y salvación (cf. PDV 10). Para lograr este proposito el Seminario deberá ser escuela y casa para la formación de discípulos y misioneros, en donde los candidatos vivan la vida a ejemplo de la comunión apostólica en torno a Cristo Resucitado (DA, 316). Pero, ante todo, deberá ser el lugar donde se forme y promueva la vida de fe, y facilite en los seminaristas adquirir “el espíritu del Evangelio y una relación profunda con Cristo” (CIC, 244). Sólo una fe sólida y robusta, propia de los mártires y santos puede dar ánimo a tantos proyectos pastorales, suscitar la creatividad pastoral e impulsar las diócesis y parroquias, los sacerdotes y fieles, a que transmitan con un nuevo ardor a través y los nuevos medios de Comunicación social la fe cristiana y el Evangelio de Cristo (Mc. 16,16; EN 5)».

El prelado de la Prelatura Personal del Opus Dei y obispo titular de Cilibia Javier Echevarría Rodríguez incidió en el argumento: «El pueblo de Dios desea que los obispos y los sacerdotes sean maestros de santidad, justamente porque la buscan cada día, atravesando la vida sacramental y su ministerio».

«Deben ser –subrayó- hombres que rezan con fe, que aman apasionadamente el Sacramento de la Eucaristía y el Sacramento de la Confesión y los viven con piedad sincera, para enriquecerse con las gracias y poder ser, de este modo, portadores de la Buena Nueva a los demás sacerdotes y a todos los fieles. El recurso a estos medios instituidos por Jesucristo para poder identificarse con Él hace que los fieles, al escuchar a los Pastores, escuchen al Señor, y al verlos rezar, se sientan a su vez llevados a rezar. Si ven que ellos recurren con frecuencia a la Confesión, irán a recibir el perdón sacramental».

Citó a santos como san Juan María Vianney (el Cura de Ars), san Pío de Pietrelcina o san Josemaría Escrivá, y el del más recientemente beato Juan Pablo II. Citando a Benedicto XVI, dijo, «ellos han dejado un ejemplo vivo de amor al Sacramento de la Penitencia y pueden reforzar la conciencia del deber de ser Buenos Pastores, que saben dar la propia vida por sus ovejas. Si se exhorta también a los presbíteros a sentarse en el confesionario habitualmente, muchas almas irán a lavar sus culpas y, de ese ministerio, florecerán vocaciones para el seminario y la vida religiosa y vocaciones de buenos padres y madres de familia».

Por último, sugirió «cuidar las homilías desde el punto de vista doctrinal y con el don de lenguas. Para muchos fieles la Santa Misa dominical, con la correspondiente Homilía, es la única ocasión para escuchar el mensaje de Cristo. Con un compromiso siempre renovado, la predicación será mucho más eficaz, sobre todo si se dirige también a la propia alma de quien predica: si se vive lo que se dice y se predica lo que se vive».

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ZENIT Staff

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