ROMA, domingo 7 octubre 2012 (ZENIT.org).- Fortalecer a los cristianos cuando son una pequeña minoría en su país, hablar de Cristo a personas que quizás nunca antes habían escuchado hablar de él, esta es la realidad que viven cada día cientos de misioneros católicos en Asia, un continente inmenso con una gran variedad de culturas y religiones. La hermana Bernarda Cadavid, hija de San Pablo, ha tenido la oportunidad de conocer muy de cerca estas realidades en sus viajes misioneros por China.
Está entrevista fue realizada por Johannes Habsburg para Donde Dios Llora, un programa semanal en cooperación con la fundación católica Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN).
Hermana Bernarda, usted es hija de San Pablo, su carisma es la comunicación y la misión: dar a conocer a Cristo. En sus viajes a Asia, ¿cuál ha sido su papel específico?, ¿qué es lo que usted ha buscado hacer en esos viajes misioneros por Asia?
–Hna. Bernarda Cadavid: Yo llegué a Asia invitada por mis hermanas de Macao.
Este fue el primer país que visitó…
–Hna. Bernarda Cadavid: El primer país que visité. Y la finalidad de mi servicio era ejercicios espirituales para las hermanas. A través de esta animación espiritual, dentro de la comunidad, a la que se sumaban a veces otras religiosas, algún sacerdote, se hacían grupos, también laicos, y mediante estas animaciones espirituales pude conocer un poco la realidad de China, la realidad de estos países.
En estos viajes a China, en esos diferentes lugares como Macao, Taiwán y Hong Kong, usted tocó la realidad de la Iglesia en la China Continental. ¿Cómo es la situación de la Iglesia en esas tierras?
–Hna. Bernarda Cadavid: Es diferente la situación de la Iglesia en China continental y la de los otros países- Aquí la iglesia puede expresarse libremente, en cambio en China Continental la Iglesia no tiene derecho a expresarse. Estando en Macao, a través de misioneros, a través de diálogo con las personas, y de alguna publicación que tuve la oportunidad de leer sobre los mártires de China, conocí algunos elementos de esta realidad. Por ejemplo, la clara distinción entre la Iglesia republicana que es tolerada por el régimen, por el gobierno, y la Iglesia clandestina. Las dos Iglesias, pienso que son una presencia de Dios en este pueblo que tiene hambre y sed de Dios. El primer impacto que tuve es que todo Oriente, que no conoce a Jesucristo sino mínimamente, tiene hambre y sed de Dios, y del Dios vivo, como dice el Salmo.
¿Cómo se manifestaba ese deseo?, ¿cómo lo sentía usted en la gente?
–Hna. Bernarda Cadavid: La acogida que ellos dan. A lo que se les dice sobre Dios, la simplicidad de sus vidas, su búsqueda, también hay una gran humildad en ellos. Se percibe en cualquier conversación que tienen hambre de Dios. Tuve la oportunidad de conocer una comunidad religiosa de esta Iglesia “republicana”, muy interesante. Fue fundada por una joven de China apoyada por la comunidad de las Paulinas de Macao. Ellas acompañaron a esta joven que vivió unos meses con nosotros para aprender a ser religiosa y después se arriesgó a comenzar una institución y comenzo con una iglesia oficial reconocida por el gobierno. Tuvieron un gran desarrollo, y empezaron a trabajar con la prensa, podían hacer su trabajo, imprimían catecismos; el gobierno les pidió que trabajaran también con un servicio social para niños diferentes, y ellas aceptaron. Entonces su trabajo se volvió de comunicación y de servicio social, en poco tiempo llegaron a ser cien. Extraordinario. Y una vitalidad espiritual grande, nuestras hermanas de Macao continuaron apoyánadolas, asesorándolas y manteniéndolas; ahora ya son una gran comunidad sólida.
Ahora, ¿no se enfrentaron con problemas al predicar el evangelio en China continental?
–Hna. Bernarda Cadavid: No pueden predicar el evangelio públicamente. Todo su trabajo es muy discreto, tienen que tener mucha prudencia… porque siendo apoyadas en cierta medida por el gobierno, tienen que caminar más fino diría ¿no?, pero pueden trabajar. Hay una cantidad de riesgos allí. Es muy compleja la situación de la Iglesia “republicana”, muy compleja.
De hecho, usted también decía que conoció un poco la realidad de las dificultades de la fe y también de los mártires. China es tierra de muchos mártires, por tanto también tierra de mucha esperanza para el futuro de la Iglesia. ¿Hay alguna historia en particular que le haya llamado la atención en este contexto del martirio de la fe?
–Hna. Bernarda Cadavid: La vida de la Iglesia clandestina. Para poderse reunir como comunidad, los cristianos de la Iglesia escondida, tienen que celebrar la eucaristía en los sótanos y el gobierno ya sabe, entonces está siempre tratando de pescar a los que van. Y una de las cosas que más
me edificóy me conmovió es que hay un amor tan grande a la eucaristía que los cristianos exponen la vida, algunos todos los días, otros cada ocho días, para poder participar a la eucaristía.
¿Qué podemos aprender de ellos? Porque es una iglesia muy joven, apenas naciente…
–Hna. Bernarda Cadavid: El coraje de la fe. Es una fe heroica, personas jóvenes, de todas las edades, que saben que si los encuentran reunidos pueden sufrir tortura, prisión o muerte… y eso no les impide arriesgarse. Porque sienten que de la eucaristía les viene una fuerza enorme, y es lo que les permite continuar viviendo su fe.
¿Qué nos pasa a nosotros que tenemos posibilidad de ir a la esquina todos los días a la misa, hay iglesias en todas partes y no vamos? ¿Por qué ellos dan la vida y yo… me da igual, me aburre ir a la misa?
–Hna. Bernarda Cadavid: Nos falta la convicción de la fe, pienso. La certeza. A veces para nosotros la fe –hablo de occidente- es más una doctrina, unas verdades aprendidas, o una tradición. Para ellos no, para ellos es una opción de vida, es un don, lo acogen como opción de vida. Y cuando un oriental opta por algo, arriesga la vida. En la publicación que encontré eran más de doscientos los mártires de China.
Esos son los que están documentados…
–Hna. Bernarda Cadavid: Y no ha parado, ha continuado; de vez en cuando hay anécdotas impresionantes. Pienso que la sustancia está allí. Su fe es una opción de vida, una convicción profunda. Yo me digo esto, quien de verdad encuentra a Jesucristo y se deja atraer por él, no puede no seguirlo, y pienso que eso es lo que ellos hacen.
¿Qué puede en ese sentido la Iglesia en China aprender de la Iglesia occidental, ya un poco más antigua, con más vicios también, pero puede aprender algo de nosotros los cristianos de occidente?
–Hna. Bernarda Cadavid: Sí, creo que dependerá de nuestro testimonio. En general, la fe en Oriente no brilla, digámoslo así, por su sentido de comunidad. Es una fe individual, personal. Falta algo ese sentido de fraternidad, la que Cristo formó con su comunidad de discípulos y después con la comunidad. Pienso que si nosotros viviéramos más a fondo la dimensión comunitaria de nuestra fe, de soy cristiano con el otro, no solo, compartiendo la vida, los sufrimientos de los otros daríamos un gran testimonio. Otra cosa que ellos esperarían de nosotros es la coherencia.
¿Siente que falta la coherencia en el cristianismo?
–Hna. Bernarda Cadavid: Entre ellos no tanto, pero entre nosotros sí. Yo creo que la Iglesia occidental aprendió doctrina, y a veces muy bien, y también aprendió a repetirla, pero de pronto la fe no tocó profundamente nuestra existencia. Generalizo… claro. Hay tantos testimonios hermosos, pero hablo de cosas generales, como de la imagen que proyectamos: una fe de superficie muchas veces.
Esta entrevista fue realiza
da por Johannes Habsburg para «Dios llora en la Tierra», un programa semanal de radio y televisión producido por la Catholic Radio y Television Network junto con la fundación internacional pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada.
Para obtener más información en la Red:www.WhereGodWeeps.org y www.acn-intl.org.