Del santuario mariano de Aparecida el papa Francisco continuó la jornada del miércoles dirigiéndose a otro «santuario», el del sufrimiento humano causado por la enfermedad, de la dependencia de sustancias estupefacientes y alcohol.
El hospital San Francisco de Asís de la Providencia de Dios que el papa visitó ayer por la tarde atiende a personas con graves dependencias de drogas y alcohol y con sus 500 camas disponibles ofrece asistencia quirúrgica a los indigentes.
Su origen se remonta al deseo de un joven brasileño, Nélio Joel Angelo Belotti que quería imitar a san Francisco.
La conversión del pobre de Asís vivió un momento crucial después de besar a un leproso, así como el papa Francisco subrayó en su discurso del hospital, citando en este modo también su reciente encíclica Lumen Fidei donde hace referencia explícita a este episodio en el que el hermano marginado y que sufre se convirtió en mediador de luz para los jóvenes de Asís en busca de referencias precisas por su vocación y misión en la Iglesia.
Nélio Joel fue ordenado sacerdote en 1984 después de haber fundado con pocos voluntarios que podían curar al máximo siete pacientes indigentes, una obra que unos veinte años después, en la carne de los hombres que llevan la cruz del sufrimiento y de la enfermedad, muestra la evidencia de la intervención del Crucificado.
Y de estos buenos samaritanos necesita Brasil y el mundo, abrumados por la indeferencia y el egoísmo.
Eficaz el ejemplo de un joven de la «Tierra de Vera Cruz» que se hace portador de esperanza con pocos medios humanos y financieros.
Este hospital abre un nuevo pabellón bendecido por el papa Francisco gracias a la contribución de 8 per mille (lo que se destina a la Iglesia con la declaración de la renta) de la Conferencia Episcopal Italiana. Su particularidad es el tratamiento y la atención de los jóvenes dependientes de sustancias químicas, las drogas sintéticas.
A todos los pacientes y las personas atendidas en el hospital, el papa ha querido expresar su afecto con la imagen de un gran abrazo. (Cf. Discurso del papa en el hospital Francisco de Asís).
«Todos tenemos que mirar al otro con los ojos del amor de Cristo – dijo Francisco – aprender a abrazar a quien lo necesita, para expresar cercanía, afecto, amor».
Después continuó: «…Pero abrazar no es suficiente. Tendamos la mano a quien se encuentra en dificultad, al que ha caído en el abismo de la dependencia, tal vez sin saber cómo, y decirle: Puedes levantarte, puedes remontar; te costará, pero puedes conseguirlo si de verdad lo quieres».
Del sentimiento de afecto y compasión el papa invitó a la acción solidaria y de buen padre y maestro, para que la asistencia no se convierta solo en el bienestar, ha dicho, de cada víctima de la toxicodependencia: «Tú eres el protagonista de la subida, ésta es la condición indispensable. Encontrarás la mano tendida de quien te quiere ayudar, pero nadie puede subir por ti».
El papa Francisco alabó después el trabajo de cuantos asisten en la profesión médica y en el acompañamiento psicológico a las víctimas de la dependencia y tocando una propuesta de política tan controvertida como presente en varios países del mundo, continuó: «No es la liberalización del consumo de drogas, como se está discutiendo en varias partes de América Latina, lo que podrá reducir la propagación y la influencia de la dependencia química. Es preciso afrontar los problemas que están a la base de su uso, promoviendo una mayor justicia, educando a los jóvenes en los valores que construyen la vida común, acompañando a los necesitados y dando esperanza en el futuro».
El papa Francisco con la dulzura de siempre tuvo un pensamiento, una palabra y una propuesta para cada uno, pero también condenó con firmeza los «mercaderes de la muerte», los narcotraficantes.
A todos repitió: «¡No se dejen robar la esperanza! – pero también añadió y concluyó: “No robemos la esperanza, más aún, hagámonos todos portadores de esperanza”.