El Ramadam comenzó con millones de egipcios polarizados, debido a las constantes manifestaciones que hasta ahora han causado más de ochenta muertos. Por lo tanto, no se descarta una guerra civil.
Ante este hecho, la comunidad internacional, entre ellos, Estados Unidos, Alemania e Italia se han pronunciado y han pedido al presidente interino Adly Mansour, de liberar al derrocado expresidente Mohamed Morsi y a los representantes del grupo Hermanos Musulmanes para frenar los enfrentamientos y derramamientos de sangre.
Este lunes continurán las protestas de millones de personas, quienes exigen la liberación y participación –en el Gobierno de transición–, del expresidente egipcio Mohamed Morsi y de los Hermanos Musulmanes. Ante este teatro de acción, las Fuerzas Armadas dieron un ultimatum a la población pidiendo de abandonar las plazas.
Hard Power
Algunos especialistas del Medio Oriente coinciden en que el Hard Power de los militares de cada país podrían decidir el desarrollo de las economías y los destinos de cada nación, como está sucediendo en Egipto luego del golpe militar del ministro de la Defensa, comandante y jefe de las Fuerzas Armadas, Abdel Fattah al Sisi.
Alessandro Accorsi, escritor de la revista italiana Limes, afirma que tras el golpe militar, la vieja Constitución y probablemente la nueva garantizarán la plena independencia al Ejercito y al secreto del presupuesto del Ministerio de Defensa, entes que son propietarios de fábricas y empresas que controlan un gran sector de la economía egipciana.
David Gardner, especialista en Medio Oriente, en un artículo publicado en el semanario italiano Internazionale, afirma que implementar la democracia en Egipto es muy difícil sobre todo porque “Estados Unidos ha financiado por muchos años a las dictaduras del Medio Oriente; por ejemplo el salario mensual que destinaría la Casa Blanca a los militares egipcios es de 1,300 millones de dólares, y es considerado intocable desde 1979.”
Población dividida
Claro está que ahora el pueblo egipcio está dividido. Sin embargo, el nuevo presidente de transición, Adly Mansour, tiene una enorme responsabilidad de convencer a una población dividida entre cristianos y musulmanes, y a los más de cinco millones de seguidores del partido de los Hermanos Musulmanes.
Martino Díez, director científico de la Fundación Internacional Oasis, analiza la realidad de los Hermanos Musulmanes, el desempleo de más de ocho millones de jóvenes, la delincuencia y una probable guerra civil.
“Para comprender el cambio es preciso saberse mover en todo el espectro que va del tweet en tiempo real del manifestante, a las dinámicas de largo plazo de cambio demográfico, social y religioso… Los Hermanos Musulmanes han perdido por el camino el apoyo de muchos de sus partidarios… Se demuestra, en efecto, que los gobiernos árabes, producto de las revoluciones, también son juzgados en base a los resultados que obtienen y no según las banderas ideológicas y de identidad que puedan ondear”.
Desde 2011, la Primavera Árabe y la frágil democracia de los países orientales están produciendo más de un dolor de cabeza a los líderes políticos. Ante este contexto, es el momento de que los actores de la política, sociedad civil y la pluralidad religiosa unan esfuerzos para consolidar la paz en el Medio Oriente, y puedan afrontar la nueva mentalidad de las nuevas generaciones.
También deberán resolver y afrontar con mucha rapidez el problema de la pobreza, la desigualdad social y el desempleo para evitar una guerra civil en Egipto, que podría explotar en cualquier momento.