¿Puede un intelectual de Occidente ignorar la religión católica?

Por monseñor Francisco Gil Hellín, arzobispo de Burgos

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BURGOS, sábado, 17 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- Publicamos el mensaje que ha escrito monseñor Francisco Gil Hellín, arzobispo de Burgos, sobre la enseñanza de la religión en la escuela.

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El debate sobre la enseñanza de la Religión Católica en la Escuela Pública reaparece una y otra vez en la opinión pública. A mi modo de ver, en el debate debe incluirse la cuestión que plantea el título de esta colaboración: ¿Puede un intelectual occidental, creyente o no creyente, ignorar la religión católica, sin abdicar de su condición de intelectual? Mi opinión es que cualquier intelectual, pero especialmente los que se preocupan por el conocimiento, conservación y potenciación de la cultura de Europa no pueden ignorar lo que ha supuesto y supone la religión católica, porque esto les impediría conocer la cultura europea en su hondura y proyección.

En este sentido, me parece muy acertada la reflexión que el histórico socialista francés y diputado del Partido Obrero, Jean Jaurés, hacía a un hijo suyo que le había pedido un justificante que le eximiera de cursar la religión, aduciendo que no tenía convicciones religiosas. “Este justificante -le decía- no te lo enviaré jamás”. Y justificaba así su negativa: “Dejemos a un lado la política y las discusiones y veamos lo que se refiere a los conocimientos indispensables que debe tener un hombre de cierta posición. Estudias mitología para comprender la historia y la civilización de los griegos y de los romanos, y ¿qué comprenderías de la historia de Europa y del mundo entero después de Jesucristo, sin conocer la religión que cambió la faz del mundo y produjo una nueva civilización? En el arte, ¿qué serían para ti las obras maestras de la Edad Media y de los tiempos modernos, si no conoces el motivo que las ha inspirado y las ideas religiosas que ellas contienen? En las letras, ¿puedes dejar de conocer no sólo a Bussuet, Fenelón, Lacordaire, De Maestre, Veuillot y tantos otros, sino también a Corneille, Racine, Hugo, en una palabra, a todos estos grandes maestros que debieron al cristianismo sus más bellas inspiraciones?”

Después de este largo y, a mi modo de ver, profundo razonamiento, concluía: “Hay que confesarlo: la religión está tan íntimamente unida a todas las manifestaciones de la inteligencia humana; es la base de la civilización; y es ponerse fuera del mundo intelectual y condenarse a una manifiesta inferioridad el no querer conocer una ciencia que han estudiado y que poseen en nuestros días tantas inteligencias preclaras”.

Yo estoy escribiendo en una ciudad donde no sólo tenemos una catedral que es conocida en todo el mundo, sino que posee edificios tan emblemáticos como Las Huelgas, San Pedro de Cardeña y la Cartuja; sin contar las iglesias de san Gil, san Esteban, san Lesmes o la Real y Antigua. ¿Cómo saber leer estas obras y lo que en ellas se contiene en materia de pintura, escultura, orfebrería, tapicería, etcétera sin conocer a fondo las ideas religiosas que les dieron vida? ¿Cómo se puede leer El Quijote, las obras de Santa Teresa y san Juan de la Cruz, o los Autos sacramentales de Calderón o de Tirso de Molina desconociendo la religión católica?

La Europa moderna es impensable e incomprensible sin el conocimiento de lo que en ella supusieron personajes tan decisivos como Robert Schuman, K. Adenauer y De Gasperi, o la influencia de la Iglesia Católica en la protección de judíos durante la Segunda Guerra Mundial y en la reciente caída del Muro de Berlín.

Comprendo que haya personas, intelectuales o no, que no compartan la fe que profesamos los católicos. Pero me parece que nadie debe impedir que nuestros escolares reciban una instrucción y educación completas, las cuales no serían tales sin un estudio serio de la religión católica.

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ZENIT Staff

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