KIEV, 24 junio 2001 (ZENIT.org–AVVENIRE).- «Ah, si me hubieran explicado antes lo que significa ser obispo…». Suspira el cardenal Lubomyr Husar para enmascarar el cansancio de estas semanas convulsas, en las que ha dormido poquísimo, viajando entre Roma y Kiev para preparar la visita pastoral más difícil de las 94 que ha realizado al extranjero Juan Pablo II durante sus 23 años de pontificado.
La vida de este monje parece salida de una película. A sus 68 años es el líder de los cinco millones de católicos de rito oriental de Ucrania, como arzobispo mayor de Lvov. Esta comunidad pagó un precio terrible en vidas humanas durante la persecución de Stalin, quien quiso eliminarla y anexionarla a la Iglesia ortodoxa.
Cuando era joven, la familia Husar huyó de Ucrania para salvar la vida en plena persecución. Mientras era monje de la Orden del gran monasterio Studion de Constantinopla, en un monasterio de Italia, fue ordenado obispo clandestinamente, en 1977, sin que lo supiera ni siquiera el Vaticano. Desde hace unos meses, el pontífice premió su fidelidad convirtiéndole en el
–Su Beatitud hoy vive un momento de satisfacción…
–Cardenal Husar: Ciertamente pero no es una cuestión personal. He vivido mucho tiempo en la sombra, con una tarea en el horizonte muy concreta: el día en el que hubiera necesidad, debería volver inmediatamente a mi patria para apoyar la fe de mis hermanos. Ahora he podido acoger al Papa y le he abrazado con mi gente.
–¿La visita ha tenido una larga incubación?
–Cardenal Husar: Si recuerdo bien, la invitación a Juan Pablo II fue hecha por el episcopado católico ucranio, tanto greco-católico como latino, ya en 1992, dos años después del renacimiento de nuestra Iglesia. La idea fue dialogada con el Gobierno pero la situación era todavía muy complicada, había dificultades de tipo logístico y muchas tensiones con los ortodoxos. El cambio vino en 1997, cuando el presidente Leonid Kuchma dirigió formalmente la invitación al Papa. Pero no había todavía una fecha, que fue fijada sólo hace unos meses. El Santo Padre se ha preparado con el corazón lleno de emoción y con grandes esperanzas. Lo ha recordado varias veces en estos últimos días.
–¿Por qué tenía tantas ganas de venir el Papa a Ucrania?
–Cardenal Husar: Es un país cercano al suyo, un país que el Papa Wojtyla conoce bien desde cuando era sacerdote en Cracovia. Estaba al corriente de nuestra situación, de nuestro sufrimiento, de nuestra fidelidad a la Iglesia. Siempre rezaba por nosotros, siempre nos ayudó y nos sostuvo.
–La Iglesia ortodoxa ucrania obediente Patriarcado de Moscú pidió al Papa retrasar la visita hasta que no se resolvieran los problemas con ustedes, los greco-católicos…
–Cardenal Husar: Mire, en la región de Lvov, hay sólo una aldea en la que las relaciones entre los greco-católicos y los ortodoxos son todavía difíciles a causa de la devolución de una iglesia. Las tensiones de los primeros años noventa ya no existen. En más de cien comunidades, ortodoxos y greco-católico usamos la misma iglesia por turnos sin ningún problema. ¿Qué teníamos que esperar para que viniera el Papa?
–Quizá se sienten ofendidos porque el Papa viene sin haberles pedido permiso…
–Cardenal Husar: Pero esa es una verdadera presunción. El Santo Padre viene en primer lugar a encontrarse con sus fieles, ¿por qué debería pedirles permiso a ellos? Hay una invitación del jefe del Estado ¿no basta? Me temo que se dan demasiada importancia, consideran que nada puede acontecer sin su consentimiento. Pero ¡gracias a Dios somos un país libre!