Bielorrusia: «El veto de Alejo II al Papa caerá antes o después»

El cardenal Swiatek ya sueña con un viaje pontificio

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ROMA, 6 julio 2001 (ZENIT.org).- Mientras Juan Pablo II visitaba Ucrania, no por casualidad, el patriarca ortodoxo, Alejo II, realizaba una visita a Bielorrusia. Con ello, el patriarca de Moscú ha querido demostrar que «la Iglesia ortodoxa rusa seguirá apoyando la unión ruso-bielorrusa porque se trata de la fraternidad entre dos pueblos de la misma fe». Sin embargo, la realidad es más compleja.

Como en Rusia, también comenzó hace diez años la reconstrucción de las estructuras de la Iglesia católica en esta república independiente, nacida tras la descomposición de la URSS. En contraste con otras ex repúblicas soviéticas, en las que los católicos son una exigua minoría, en Bielorrusia son casi dos millones, en su mayor parte polacos, lo que equivale al 20% de la población.

El presidente de la Conferencia Episcopal, cardenal Kazimierz Swiatek, arzobispo de Minsk-Mohilev, sobreviviente a los trabajos forzados en Siberia, declara que «en estos últimos años, la Iglesia ha logrado sanar las heridas morales producidas por el sistema soviético, conquistando el respeto no sólo entre los creyentes sino también entre quienes en el pasado trataron de destruirla».

Gracias los esfuerzos continuados, la situación de la Iglesia es hoy más tranquila en comparación con la de Rusia, a pesar de tensiones esporádicas y cuestiones todavía no resueltas. «Desde cuando se inició el proceso de normalización de la vida religiosa, nos encontramos hoy con que se han realizado grandes progresos. El número de los sacerdotes ha aumentado de los 60 de 1991 a los 283 de hoy y ha crecido también el número de iglesias. Trescientas parroquias, en cuatro diócesis, y seis obispos. El antiguo régimen no ha logrado desarraigar la fe pero ha creado un vacío espiritual y la propaganda atea ha hecho el resto».

Respecto al diálogo ecuménico, en especial las relaciones con la Iglesia ortodoxa, el purpurado dice que «el presidente de la República Alexandr Lukashenko, aunque se pone del lado de los ortodoxos, aprecia a la Iglesia católica y reconoce su papel en el renacimiento del espíritu nacional bielorruso».

La Iglesia ortodoxa, cuyo máximo representante es el patriarca Filarete, depende de Moscú. No hay rupturas como en el caso de Ucrania.

«Para que funcione el diálogo ecuménico –comenta el cardenal Swiatek– tiene que haber buena voluntad por ambas partes. Por nuestra parte existe pero lamentablemente falta por la otra. ¿Cómo se puede hablar de ecumenismo efectivo si al mismo tiempo se publica el catecismo anticatólico que ofende a todos los dogmas? ¿Y si en los medios de comunicación, a la Iglesia se la señala como una secta peligrosa? Además las visitas del clero ortodoxo a iglesias católicas son raras, aunque nosotros tendemos la mano constantemente hacia la concordia y el entendimiento».

Sobre la expectativas de una visita del papa a Bielorrusia, el cardenal Swiatek opina que la conclusión positiva de la visita a Ucrania, hace esperar lo mejor para el porvenir.

«No se puede excluir –dice– que el patriarca Alejo renuncie a la posición hasta ahora intransigente frente al potencial peligro de aislamiento. Considero que su veto será descartado antes o después».
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ZENIT Staff

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