CIUDAD DEL VATICANO, 20 julio 2001 (ZENIT.org).- El arzobispo mayor de Lvov, Ucrania, cardenal Lubomyr Husar, había ya anunciado que en su próximo viaje pastoral Juan Pablo II visitaría Kazajstán, la mayor de las repúblicas de Asia Central, nacida hace diez años de la disolución de la Unión Soviética. Sin embargo, se desconocían las fechas.
Ahora, la Sala de Prensa de la Santa Sede ha anunciado esta mañana, en un breve y escueto comunicado, que: “El Santo Padre Juan Pablo II realizará una visita pastoral a la Iglesia católica en Kazajstán, del 22 al 25 de septiembre de 2001”.
La historia de la Iglesia Católica en este país asiático está, como muchas otras, tejida de fe, heroísmo y ayuda especial de Dios y de su Madre en tiempos difíciles.
Hace poco, el Papa consagró obispo al padre Tomasz como administrador apostólico de la capital de Kazajstán, Astana. Había sido párroco del Santuario de Santa María Reina de la Paz, en Osiornoe.
Este pueblo tiene su propia historia: Desde 1990, monseñor Peta era el párroco del pueblo de Osiornoe, al servicio de una comunidad de exiliados católicos de Ucrania occidental, deportados por orden de Stalin, en 1936, a una zona desértica de Kazajstán, a dos mil kilómetros de su patria.
Hasta 1936, en el lugar donde hoy surge el pueblo de Osiornoe (en ruso: «el sitio del lago»), no había más que estepa. El 17 de junio de 1936, en el momento de la colectivización forzada de Ucrania, en la frontera con Polonia, llegaron allí 1.500 personas, deportadas por orden de Stalin. Eran católicos de rito latino, arrancados de sus tierras.
Tras un viaje extenuante a través de toda Ucrania y Rusia, en vagones de ganado cerrados, los supervivientes tenían que prepararse a afrontar el terrible invierno (cuarenta grados bajo cero), en una zona sin árboles y en la que no era fácil encontrar instrumentos y material de construcción. Los deportados fueron obligados a construir un koljós que fue bautizado con el nombre de “Oriente Rojo”.
Entre los deportados no había ningún sacerdote pero, desde el primer día, el rezo del rosario fue un desafío y, sobre todo, el pilar de su fe. El koljós fue pronto unido a un koljós próximo llamado “Vanguardia” del que tomó el nombre.
Durante 18 años, hasta 1954, año de la muerte de Stalin, estaba prohibido a los habitantes de “Vanguardia” salir del territorio del pueblo. La única estación estaba a 70 kilómetros y no se podía ir a pie. En 1941, con un invierno especialmente duro, Hitler atacó a la Unión Soviética. Todos los recursos eran enviados al frente. En “Vanguardia”, la gente empezó a sufrir hambre, muchos murieron, olvidados por todos.
Pero un insólito deshielo empezó con un mes de antelación, a primeros de marzo. Y, el 25 de marzo, se formó un gran lago que se vio enseguida poblado de peces.
Los habitantes, que habían pedido con insistencia a la Virgen una intervención sobrenatural, reconocieron en este fenómeno un signo de la providencia. Los “ateos” jefes del koljós se saciaron junto a la población y tras haber organizado una caravana de camiones para transportar este “don de Dios” a los almacenes del Estado, buscaron una explicación “científica” al fenómeno.
El rosario siguió marcando el tiempo de la vida de fe en el lugar del lago. Un sacerdote, el padre Kucinski, que enfermó en un campo de concentración, habitó allí dos años, antes de ser asignado a una residencia en Kvasnosimyosk. Otros sacerdotes, como los padres Kioslowski, Letton, llegaban a veces clandestinamente.
En 1981, el padre Jan Pavel Lenga, actual obispo de Karaganda, empezó a explorar “casi oficialmente” la zona, aunque a veces se lo impedía la policía.
El 22 de agosto de 1990, en la fiesta de María Reina, el padre Tomasz Peta llegó desde Polonia. El mes anterior, los habitantes de Osiornoe habían empezado, con permiso de Moscú, la construcción de una iglesia, que fue bendecida por el cardenal Glemp, primado de Polonia, en 1992.