CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 2 de diciembre de 2009 (ZENIT.org).- El verdadero teólogo es el que no cae en la tentación de medir con la propia inteligencia el misterio de Dios, vaciando a menudo de sentido la figura de Cristo, sino que es consciente de sus propias limitaciones.
Lo afirmó Benedicto XVI durante la homilía en la Misa celebrada, este martes por la mañana en la Capilla Paulina del Vaticano, con los miembros de la Comisión Teológica Internacional, reunidos en su asamblea plenaria anual desde este lunes, informó Radio Vaticano.
Para el Papa, los teólogos presuntuosos que estudian las Sagradas Escrituras como algunos científicos que estudian la naturaleza son similares a los antiguos escribas que indicaron a los Magos el camino a Belén.
Son, explicó el pontífice, «grandes especialistas: pueden decir dónde nace el Mesías», pero «no se sienten invitados a ir».
La noticia «no toca su vida, permanecen fuera; pueden dar información, pero la información no se convierte en formación de su propia vida».
«También es así en nuestro tiempo, en los últimos doscientos años observamos lo mismo -continuó-. Son grandes dotados, grandes especialistas, grandes teólogos, maestros de la fe que nos han enseñado tantas cosas».
«Han penetrado en los detalles de las Sagradas Escrituras, de la historia de la salvación, pero no han podido ver el misterio mismo, el verdadero núcleo: que este Jesús era realmente Hijo de Dios», lamentó.
«Se podría fácilmente decir grandes nombres de la historia de la teología de estos doscientos años de los que hemos aprendido mucho, pero que no han abierto su corazón al misterio», destacó.
Con esta manera de proceder, afirmó, «uno se coloca por encima de Dios». «Se pesca en las aguas de las Sagradas Escrituras con una red que permite sólo una cierta medida para estos peces y lo que exceda esta medida no entra en la red y por tanto no existe», explicó.
«Y así, el gran misterio de Jesús, del Hijo hecho hombre, se reduce a un Jesús histórico, realmente una figura trágica, un fantasma sin carne y huesos, alguien que permanece en el sepulcro, que está corrompido, realmente muerto», continuó.
Sin embargo, el Papa destacó que la historia de la Iglesia está llena de hombres y mujeres capaces de reconocer su pequeñez en comparación con la grandeza de Dios, capaces de humildad y por tanto de llegar a la verdad.
Es una historia que va, por ejemplo, «de Bernardette Soubirous a Santa Teresa de Lisieux con una nueva lectura de las Sagradas Escrituras, no científica, sino que entra en el corazón de las Sagradas Escrituras, hasta los santos y beatos de nuestro tiempo: Sor Bakhita, Madre Teresa, Damián de Veuster».
El Papa también mostró estos «pequeños que también son dotados» como modelos de inspiración para «ser verdaderos teólogos que pueden anunciar su misterio porque ha llegado a la profundidad de su corazón».
Entre ellos, también nombró a la Virgen María, al centurión al pie de la cruz y a San Pablo, que «en la primera carta a Timoteo se llama ignorante en aquel tiempo, a pesar de su ciencia; pero el resucitado lo toca, se vuelve ciego y se convierte en realmente vidente, empieza a ver».
«Y el gran docto se convierte en pequeño y, justamente así, ve la insensatez de Dios que es sabiduría, sabiduría más grande que todas las sabidurías humanas».
Los trabajos de la Comisión Teológica Internacional, presidida por el cardenal William Levada, proseguirán en el Vaticano hasta el viernes, 4 de diciembre.
En esta primera sesión del nuevo quinquenio, la Comisión decidirá los temas que tratará en los próximos cinco años y la organización concreta de los trabajos.
Entre los temas que el cardenal presidente ha pedido a la Comisión que tome en consideración, figura la cuestión de la metodología teológica, ya afrontada en el quinquenio anterior.