CRACOVIA, martes 8 de septiembre de 2009 (ZENIT.org).- Representantes religiosos de todo el mundo acudieron esta mañana al antiguo campo de concentración de Auschwitz-Birkenau, dentro de los actos conclusivos del Simposio «Hombres y Religiones».
Este simposio, convocado por el cardenal Stanislaw Dziwisz, arzobispo de Cracovia y promovido por la Comunidad de San Egidio, ha querido reunir a personalidades de todos los credos «en el espíritu de Asís».
Así lo explicó este martes el actual presidente de la Comunidad, Marco Impagliazzo, en declaraciones Radio Vaticano, subrayando que esta peregrinación a Auschwitz «nos reafirma la convicción de que la única vía para evitar estas tragedias es el diálogo».
En esta breve pero conmovedora ceremonia dieron sus experiencias dos supervivientes del campo de exterminio, un rabino y una mujer austríaca de origen gitano. Se depositaron más de veinte coronas de flores en recuerdo de las víctimas, por parte de cada grupo religioso.
El encuentro terminó esta noche, en la plaza del mercado de Cracovia, con el mensaje «Llamamiento a la paz 2009», precedido por encuentros de oración de grada grupo religioso en todos los rincones de la ciudad polaca.
Durante los tres días que ha durado el congreso, en el que han participado cristianos de todas las confesiones, musulmanes, hinduistas, budistas y otras religiones minoritarias, se ha hablado de la paz, del desarrollo de los pueblos, de la crisis económica y del diálogo interreligioso, pero sobre todo sobre la herencia de la segunda Guerra Mundial y sobre el legado del papa Juan Pablo II.
Segunda Guerra Mundial
Este encuentro retoma la tradición inaugurada por el anterior pontífice, Juan Pablo II, en Asís en 1986, en plena Guerra Fría, invitando a todas las religiones a comprometerse con el diálogo y la paz.
«La paz es un don, pero también es una tarea», recordó el cardenal Dziwisz durante el saludo inaugural a este congreso, en el Santuario de la Divina Misericordia.»Cada hombre y cada generación debe acoger este noble desafío, para construir los fundamentos de la civilización del amor y de la vida en nuestra tierra».
«Hace setenta años vivimos en este lugar el drama de la segunda guerra mundial. Se ha derramado sangre inocente. El odio entre los pueblos llegó a su punto álgido», añadió.
Precisamente, el trágico conflicto fue el centro de la reflexión de varias mesas redondas en el congreso, y en la que intervinieron especialmente judíos y católicos polacos.
En su intervención, Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de San Egidio, afirmó que «el horror de la guerra es la más grande lección a nuestro tiempo. Una lección que hay que meditar. La guerra es la muerte de todo lo que une a los pueblos».
«Me dijo una vez el Papa que viendo 1989 se entiende que no se rezó en vano en Asís en 1986», recordó Riccardi.
«Setenta años después del inicio de la guerra, por las calles de Cracovia y de Auschwitz, ya no resuena la marcha de las tropas de ocupación o el paso cansado de los deportados y de un pueblo humillado, sino el paso amigo de los peregrinos de diversas religiones», concluyó.
Homenaje a Juan Pablo II
Entre los asistentes hubo varias intervenciones en reconocimiento a la figura del papa Juan Pablo II, como un «gran artífice de paz y de comprensión entre las religiones.
El gran rabino David Rosen, director del Departamento para los asuntos interreligiosas del American Jewish Committee afirmó, citando los pasajes mesiánicos del profeta Isaías, en los que se anuncia la paz, que «fue un hijo de Cracovia quien nos ha conducido tan cerca de esta visión».
Por su parte, Riccardi afirmó, durante su intervención sobre la segunda guerra mundial, que ésta «forjó un anhelo de paz en muchos hombres y mujeres. Uno de ellos fue Juan Pablo II».
Otra intervención destacada fue la del Metropolita Serafim de la Iglesia ortodoxa de Rumanía, que llamó a Juan Pablo II «profeta de la paz», tanto por su firme defensa de la paz en conflictos como el irlandés o el de Iraq, como por sus continuos esfuerzos de cara al diálogo interreligioso.
«Juan Pablo estaba profundamente herido por la división entre los cristianos y, al nivel de las distintas religiones, por el hecho de que sean a menudo causa de conflictos, en lugar de ser fuente de paz y de bendición para los pueblos».
Para el cardenal Crescenzio Sepe, arzobispo de Nápoles, «cuando se vuelve a hablar de Juan Pablo II, es difícil decir si se trata del campo de la memoria o del de la profecía: la grandeza y la actualidad del siervo de Dios está también en esta extraordinaria complementariedad que lleva más allá del tiempo, allí donde la memoria se convierte en vida concreta y la profecía se manifiesta como historia ya en acto».
[Por Inma Álvarez]