CIUDAD DEL VATICANO, viernes 22 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso que el Papa Benedicto XVI dirigió hoy a la nueva embajadora de Eslovenia ante la Santa Sede, Maja Marija Lovrenčič Svetek, al presentarle ésta sus Cartas Credenciales.
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Excelencia,
tengo el verdadero placer de recibirle en este momento en el que presenta las Cartas Credenciales que le acreditan ante la Sede Apostólica en calidad de Embajadora extraordinaria y plenipotenciaria de la República de Eslovenia. Expreso mi aprecio por el deferente testimonio de las Autoridades civiles y por los sentimientos de afecto de sus compatriotas hacia el Sucesor de Pedro, de los que usted se ha hecho intérprete. Le pido que envíe mi saludo al señor Presidente de la República de Eslovenia, D. Danilo Türk, así como a los miembros del Gobierno; dé a todos sus compatriotas la seguridad de mi afecto y de mi cercanía.
La integración de la nación eslovena en la Unión Europea, que se ha realizado en estos años de forma cada vez más orgánica, tiene entre sus presupuestos fundamentales las comunes raíces cristianas del “viejo continente”. En particular, a los santos Cirilo y Metodio, incansables y ardientes misioneros en las regiones centrales de Europa, se debe el anuncio del Evangelio y el arraigo del cristianismo en el alma de los pueblos eslavos. Así, el anclaje de Eslovenia en los valores evangélicos, que siempre refuerzan la identidad y enriquecen la cultura de una nación, ha contribuido de forma importante a la cohesión del país y ha favorecido sentimientos de amistad con las demás naciones en esa parte del continente. Mirando a la historia del pueblo esloveno, surge con evidencia la impronta de los valores morales y espirituales del cristianismo: de hecho, los primeros testimonios de la lengua y de la literatura eslovenas son manuscritos de oraciones y otros textos religiosos; pero pienso también en las hermosas iglesias y capillas que surgen en el territorio. Este patrimonio ha constituido, incluso en los momentos más difíciles y dolorosos, un constante fermento de consuelo y de esperanza, y ha sostenido a Eslovenia en su camino hacia la independencia, tras la caída del régimen comunista. En ese periodo, la Santa Sede quiso estar particularmente cercana a la nación eslovena. Usted, gentil Señora, ha subrayado que las relaciones entre la República de Eslovenia y la Santa Sede han sido buenas desde el principio y siguen siéndolo aún hoy. Auguro, por tanto, que en este contexto puedan encontrar solución todas las problemáticas aún no resueltas con el Acuerdo firmado el 14 de diciembre de 2001.
En el ejercicio de sus prerrogativas democráticas, Eslovenia ha conseguido un cierto bienestar económico, que ha permitido consolidar la convivencia pacífica civil y social. Con complacencia he sabido la noticia de la reciente aprobación de la ley sobre la cuestión de los llamados “cancelados”, que, en muchos casos, se han encontrado en situaciones muy difíciles. Se trata de un importante paso adelante en el intento de llevar a solución los casos de cuantos han perdido el derecho a la residencia, al trabajo y a la asistencia sanitaria. Animo a continuar en esta dirección y auguro que se trabaje para aliviar sus sufrimientos.
Como usted, Excelencia, ha subrayado hace poco, el compromiso por el bien común del hombre une en su acción a la Sede Apostólica y a la República de Eslovenia. Usted ha hecho justamente alusión a la presencia activa de la Santa Sede en la vida internacional y a su perseverante trabajo dirigido al reconocimiento de la dignidad y de las libertades fundamentales de todo ser humano y a la salvaguardia del derecho de todo pueblo a vivir en paz. Por esto, la Sede Apostólica anima las iniciativas asumidas en las sedes internacionales para promover la paz y la justicia, para superar los desacuerdos e intensificar las relaciones constructivas. A este respecto, quiero saludar como un paso positivo el reciente ingreso de Eslovenia en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, importante testimonio de apertura y de la voluntad de colaborar con las demás naciones. Es loable este intento de dedicarse a las cuestiones que interesan a la comunidad internacional y a los desafíos globales. En las relaciones internacionales, como por otro lado también sucede en las relaciones interpersonales, es de fundamental importancia respetar los compromisos asumidos: pacta sunt servanda. Es mi sincero augurio que la República de Eslovenia pueda dar su propia contribución en los foros internacionales, también mediante una buena colaboración con la Santa Sede.
La misión específica de la Iglesia católica, que ejerce en tierra eslovena como en cualquier lugar del mundo, es la de anunciar el Evangelio y de llevar a todo hombre la salvación que viene del Señor Jesús. Un signo de la vivacidad de la Iglesia en Eslovenia ha sido el Congreso Eucarístico Nacional recientemente celebrado, que ha visto a numerosos fieles reunirse en Celje junto a sus pastores. Momento culminante de este acontecimiento, presidido por mi Secretario de Estado, el cardenal Tarcisio Bertone, fue la beatificación del joven Lojze Grozde, martirizado por odio a la fe en un periodo muy difícil de la historia del país. Ulteriores manifestaciones de la vitalidad de la comunidad eclesial en tierra eslovena son las numerosas obras pastorales y caritativas presentes en los diversos contextos sociales: escuelas, hospitales, prisiones, ejército y otras instituciones. Aprovecho la ocasión para dirigir un caluroso saludo a todos los católicos de su país; a través de las diversas iniciativas, estos se empeñan en ayudar a todos a profundizar el sentido espiritual de la existencia y desean contribuir a la construcción de una sociedad cada vez más justa y más solidaria, en el respeto de las convicciones y de las prácticas religiosas de cada uno.
Excelencia, la Santa Sede tiene a pecho intensificar la colaboración fructífera con las Autoridades eslovenas; en la observancia de las respectivas competencias y finalidades, desea proseguir en el compromiso común de perseguir el verdadero bien de toda persona y de la sociedad. Mientras parte su misión de representante de la República de Eslovenia ante la Santa Sede, le dirijo mis mejores votos de augurio. En el ejercicio de sus funciones, esté segura de poder encontrar siempre entre mis colaboradores el apoyo atento y la cordial comprensión que necesite. Sobre usted, distinguida Señora, sobre el pueblo esloveno, invoco de corazón la abundancia de las Bendiciones divinas.
[Traducción del original italiano por Inma Álvarez
©Libreria Editrice Vaticana]