CIUDAD DEL VATICANO, jueves 21 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos las intervenciones por escrito que se han entregado a la asamblea especial del Sínodo de Obispos para Oriente Medio.
– S. B. Em. Card. Lubomyr HUSAR, M.S.U., Arzobispo Mayor de Kyiv-Halyč (UCRANIA)
Quiero intervenir sobre dos argumentos que, entre muchos otros, están presentes en el Instrumentum Laboris y que constituyen elementos de profunda atención, a mi juicio, y de continua preocupación, en cuanto nos interpelan como Iglesias Orientales, y que superan nuestros confines geográficos e históricos. Concluyo, después, con dos propuestas concretas.
1 – El primer punto sobre el que intervengo es todo el mundo de la emigración. Nosotros, Greco-católicos Ucranianos, compartimos con los Hermanos de Oriente Medio el drama de la migración de nuestros fieles, aunque movidos por motivos diversos. Los datos estadísticos documentan que en estos últimos años han emigrado hacia todo el mundo y, en particular, cinco millones de ucranianos hacia Europa occidental, mitad de los cuales provenientes de regiones en las que vive la mayoría de nuestros fieles.
Hemos de reconocer que en los países hacia los que se han dirigido, han encontrado generalmente una buena acogida de las Diócesis latinas, pero esto no nos exime de la grave responsabilidad que tenemos de salvaguardar la fe según la Tradición Oriental a la que pertenecen y en la que se deben afirmar con un adecuado cuidado pastoral específico de su Rito, según cuanto prescribe rigurosamente también el Derecho Canónico.
En el Instrumentum Laboris se reconoce este nuestro derecho-deber, cuando en el n. 6 se lee: «los miembros de las Iglesias sui iuris son fieles entendidos como personas individuales y como miembros de las respectivas comunidades». Parece, pues, evidente que ellos, aunque fuera de la patria, han de ser puestos en condiciones de ejercer esta su pertenencia originaria con la garantía de todos los medios de que dispone su Iglesia para la atención pastoral: sacerdotes propios, rito propio, espiritualidad propia, vida comunitaria propia.
Es posible que surja la objeción que esta garantía puede constituir un impedimento a la integración en las nuevas realidades en las que nuestros fieles han decidido vivir. Pero nuestra experiencia ultra secular nos enseña que esto no es absolutamente verdad: nuestros fieles en las Américas y en Australia, además de los distintos países de Europa, hoy están perfectamente integrados, aunque conservan intacto su patrimonio y ejercen la plena pertenencia a la Iglesia Greco-católica Ucraniana.
Se me permita una observación a este respecto: un Padre de la Iglesia la ha definido «circumdata varietate», para significar que la unidad de la Iglesia no se identifica con la uniformidad, sino que expresa la riqueza de Dios Creador en la armonía de las diversidades o multiplicidades, si se quiere usar el término elegido y utilizado también en el Instrumentum Laboris. Como explica muy bien San Ignacio de Antioquía, con la imagen de las cuerdas unidas en la cítara y de la sinfonía del coro que canta, la diversidad no es un peligro, sino un irrenunciable tesoro para la Iglesia Universal, teniendo en cuenta, naturalmente, el hecho de que el Sucesor de Pedro tiene el mandato divino de dirigir el coro, para que no haya desarmonías y se garantice la sinfonía de la verdad y de la caridad.
Debemos tener el valor, en el Espíritu Santo, de vivir la armonía en la multiplicidad o diversidad en todas aquellas regiones que, hasta hace pocos decenios, se han caracterizado, por motivos históricos, por la presencia de un único Rito y se han acostumbrado a una especie de monopolio. Conviene observar que el territorio no es hoy, ante el desafío creciente de las migraciones, un concepto geográfico, sino un concepto antropológico. Aplicando el principio enunciado precisamente en la cita, más arriba señalada, del Instrumentum Laboris, me parece deber argumentar que el territorio de todas las Iglesias sui iuris está constituido por personas, en cuanto fieles, allí donde, por distintas necesidades, han decidido vivir. Se deben, por tanto, repensar y rever los instrumentos, también jurídicos, para garantizar prácticamente este principio, para asegurar la salus animarum de nuestros fieles, de los que somos responsables en todas partes como pastores, y para superar el eventual peligro de asimilaciones que empobrecen la naturaleza estructural de la Iglesia, como querida por nuestro Señor Jesucristo.
2 – El segundo tema, sobre el que deseo detener la común reflexión, me lo ofrece el n. 20 de nuestro Instrumentum Laboris, que tiene como objeto la «apostolicidad y vocación misionera». Allí se afirma: «En cuanto apostólicas, nuestras Iglesias tienen la misión particular de llevar el Evangelio a todo el mundo, como ha sucedido durante la historia». Con dolor tengo que estar de acuerdo con lo que se afirma, a penas después, con términos críticos, al referirse a cierta cerrazón típica de la mentalidad de quien se siente asediado o de quien ha vivido dentro de unos confines étnicos o ideológicos absolutistas, como nos ha sucedido a nosotros durante 70 años con el régimen comunista soviético. Es cierto que ha sido frenado el «impulso evangélico». Me pregunto: las pruebas hodiernas que sufren nuestras Iglesias sui iuris – también en la Iglesia de Ucrania se perciben indicios de nuevas dificultades – y el singular fenómeno de la migración masiva de nuestros fieles, que nos afecta tan profundamente, ¿no es quizás un signo enviado por el Espíritu Santo para que, como Abraham, abandonemos las certezas de Ur de Caldea y nos pongamos en camino en todo el mundo? Y no temo afirmar en todo el mundo, es decir, también allí donde la Iglesia ha conocido, hasta hace poco, situaciones que podría definir de posesión pacífica, pero que actualmente se encuentra en profunda crisis a causa de la defección, superficialidad o contrariedad de personas o culturas anticristianas. Me pregunto: si toda la Iglesia Universal es misionera, ¿no es, quizás, esta situación una provocación a nosotros, de Tradición Oriental, para decidirnos a ir ad gentes, en cualquier parte donde estas gentes tienen necesidad o esperan la Palabra que salva? La riqueza de nuestra espiritualidad y de nuestras Liturgias es un patrimonio a compartir y no a custodiar con celo o incluso a esconder en nuestras comunidades. Es cierto que somos pobres con respecto a muchos otros hermanos, pero nunca debemos olvidarnos de que Dios elige siempre a los humildes y pobres para realizar sus obras maravillosas, como ha hecho, para sublime ejemplo, con María, la Theotokos.
3 – Los dos temas que he ofrecido a la común atención, son sólo una pequeña parte de los grandes desafíos que cotidianamente debemos afrontar y ante los cuales nos sentimos con frecuencia desprovistos, inadecuados o débiles, en cualquier caso, en dificultad. Tenemos necesidad de la ayuda de Pedro.
Y he aquí la propuesta-llamada que, con toda sencillez y profunda confianza, adelanto: constituir un organismo integrado por los Patriarcas y Arzobispos Mayores de las Iglesias Orientales en comunión con Roma, semejante al Sínodo permanente de la Tradición Oriental, a través del cual el Sucesor de San Pedro pueda confortarnos, apoyarnos y aconsejarnos para dar plenitud evangélica a nuestro ministerio y a nuestra misión.
4 – Consiguientemente a esta propuesta, adelanto una segunda. Pido a los Participantes en este Sínodo solicitar al Santo Padre dedicar al tema general de la naturaleza y del papel de las Iglesias Católicas Orientales un Sínodo en un futuro próximo.
[Texto original: italiano]
– S. E. R. Mons. Antonio Maria VEGLIÒ, Arzobispo titular de Eclano, Presidente del Pontificio Consejo de la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes (CIUDAD DEL VATICANO)
En los últimos decenios, los cristianos y, de manera particular los jóvenes, de muchos países medio-orientales abandonan su patria en masa. Está a la vi
sta de todos, por tanto, que los cristianos en Oriente Medio se encuentran en situaciones de dificultad difusa, en número escaso y se ven con frecuencia impotentes y resignados. En esta importante asamblea surgen espontáneamente unos sentimientos de espiritual cercanía, de apoyo y de ánimo para los cristianos en Oriente Medio, también gracias al recuerdo del sacrificio de la vida que ofrecieron al mundo Mons. Faraj Raho, Mons. Luigi Padovese, Padre Andrea Santoro y otros sacerdotes y tantos hombres y mujeres, que las comunidades cristianas locales conocen bien y admiran.
En el fenómeno migratorio hay también aspectos positivos, ya que ha hecho que aumente el número de católicos en la región que se extienden por algunas áreas de Oriente Medio, a tal punto que no son pocas las comunidades cristianas compuestas casi exclusivamente por inmigrantes, cada vez más en contacto con poblaciones de otras religiones, en especial con los musulmanes.
En este escenario es de importancia decisiva solicitar un compromiso político a nivel mundial que afronte las causas de la hemorragia de hombres y mujeres que vacía las Iglesias de Oriente Medio y los lugares en los cuales nació el cristianismo y se desarrolló. ¡Sería terrible si la Tierra Santa y los países limítrofes, cuna del Cristianismo y patria del Príncipe de la Paz, se convirtiesen en un museo de piedras, un querido recuerdo de los tiempos pasados! Igualmente indispensable es el compromiso cultural, es decir, la formación para el respeto de la centralidad y la dignidad de cada persona humana, la oposición a la xenofobia, a veces favorecida por los medios de comunicación, y el apoyo a la integración que salve la identidad de las personas.
Mientras asisto con preocupación a los problemas sociales emergentes, observo también el riesgo de que cada Iglesia Oriental Católica se encierre en sí misma. Las comunidades cristianas de Oriente Medio deben ser animadas a mejorar el recíproco conocimiento, que las ayude a respetarse y a apreciarse más, a colaborar y a trabajar juntas para tener un mayor peso.
Sin duda esta Asamblea manifestará su solidaridad y apoyo para los cristianos de Oriente Medio con objeto de que se sientan animados a quedarse en su patria, de manera que puedan desarrollar allí su misión de «levadura», mediante la vida y el testimonio de la comunión y, donde es posible, también con el anuncio explícito de Jesucristo único Señor y Salvador.
Por último, quiero hacerles una confidencia: estoy muy contento de este Sínodo, que hará que se conozcan mejor entre ustedes, Iglesias Orientales y entre ustedes y la Iglesia Latina. Y si nos conocemos, nos amaremos y nos ayudaremos más.
[Texto original: italiano]
– S. E. R. Mons. Raboula Antoine BEYLOUNI, Arzobispo titular de Mardin de los Sirios, Obispo de Curia de Antioquía de los Sirios (LÍBANO)
En Líbano tenemos un comité nacional de diálogo islamo-cristiano desde hace varios años. También había una comisión episcopal instituida luego de la Asamblea de Patriarcas y Obispos Católicos de Líbano encargada del diálogo islamo-cristiano. Recientemente ha sido suprimida para darle más importancia al otro comité, además no había producido un resultado sensible.
A veces el diálogo se lleva a cabo en varios lugares en los países árabes, como por ejemplo en Qatar, donde el propio Emir invita a su país, y a sus expensas, personalidades de diferentes países y de tres religiones: Cristiana, Musulmana y Judía. En Líbano, la cadena Télé-lumière & Noursat y en otras cadenas de televisión a veces transmiten programas de diálogo islamo-cristiano. A menudo se escoge un tema, y cada parte la explica o la interpreta según su religión. Estos programas son normalmente muy instructivos.
He querido en esta intervención llamar la atención sobre los puntos que hacen que estos encuentros o diálogos sean difíciles y a menudo ineficaces. Está claro que no se discute sobre los dogmas. Pero incluso los otros asuntos de orden práctico y social son difícilmente abordables cuando se los incluye en el Corán o la Sunna. Estas son algunas de las dificultades que hay que afrontar:
El Corán inculca al musulmán el orgullo de tener la única religión verdadera y completa, la religión enseñada por el más grande profeta, pues es el último llegado. El musulmán forma parte de la nación privilegiada, y habla la lengua de Dios, la lengua del paraíso, la lengua árabe. Por eso afronta el diálogo con esta superioridad, y con la seguridad de salir victorioso.
El Corán, escrito supuestamente por el mismo Dios desde el principio hasta el fin, da el mismo valor a todo lo que está escrito: el dogma así como otra ley o práctica.
En el Corán no hay igualdad entre el hombre y la mujer, ni siquiera en el matrimonio, donde el hombre puede tomar varias mujeres y puede divorciarse de ellas a su gusto; ni en la herencia donde el hombre tiene derecho a una parte doble; ni en el testimonio ante los jueces donde la voz del hombre tiene el mismo valor que la voz de dos mujeres, etc.
El Corán permite al musulmán ocultar la verdad al cristiano y hablar y actuar contrariamente a lo que él piensa o cree.
En el Corán hay versículos contradictorios y versículos anulados por otros, lo que da al musulmán la posibilidad de usar unos u otros según más le convenga, y así puede decir del cristiano que es humilde, piadoso y creyente en Dios como puede considerarle impío, apóstata e idólatra.
El Corán da al musulmán el derecho de juzgar a los cristianos y de matarlos por la jihad (guerra santa). Ordena que se imponga la religión por la fuerza, por la espada. La historia de las invasiones es testigo. Por eso los musulmanes no reconocen la libertad religiosa, ni para ellos ni para los demás. No hay que extrañarse si todos los países árabes y musulmanes se niegan a aplicar por entero los «Derechos del hombre» instituidos por las Naciones Unidas.
Ante todas estas prohibiciones y otros temas parecidos ¿habría que suprimir el diálogo? No, seguramente no. Pero hay que elegir los temas a ser abordados, y unos interlocutores cristianos capaces y bien formados, valientes y piadosos, sabios y prudentes… que digan la verdad con claridad y convicción…
A veces ciertos diálogos en la TV resultan deplorables pues el interlocutor cristiano no está a la altura de su cometido y no llega a transmitir toda la belleza y la espiritualidad de la religión cristiana, lo que escandaliza a los espectadores. Y es todavía peor cuando los interlocutores del clero, en el diálogo, para ganarse la simpatía del musulmán llaman profeta a Mahoma y añaden la invocación musulmana conocida y siempre repetida «Salla lahou alayhi wa sallam» (que la paz y la bendición de Dios sean con él).
Para acabar sugiero lo siguiente: Puesto que el Corán habló bien de la Virgen, insistiendo sobre su virginidad perpetua y su milagrosa y única concepción, que nos dio a Cristo, y puesto que los musulmanes la tienen en gran consideración y le piden su intercesión, encomendémonos a Ella en cada diálogo y cada encuentro con los musulmanes. Al ser la Madre de todos, Ella nos guiará en nuestras relaciones con los musulmanes para mostrarles el verdadero rostro de su Hijo Jesús, Redentor del género humano.
Quiera Dios que la fiesta de la Anunciación declarada en Líbano fiesta nacional para los cristianos y los musulmanes sea también fiesta nacional en los demás países árabes.
[Texto original: francés]
– S. E. R. Mons. Flavien Joseph MELKI, Obispo titular de Dara de los Siros, Obispo de Curia de Antioquía de los Sirios (LÍBANO)
El párrafo 25 del Instrumentum Laboris llama a los cristianos de Oriente Medio a trabajar junto con los musulmanes moderados y sabios con el fin de llegar a instaurar en los Estados islámicos, donde viven, una «laicidad positiva» que garantizaría la igualdad de todos los ciudadanos al reconocer el papel benéfico de las religiones. Esta reforma del régimen político y teocrático de nuestros países «fac
ilitaría la promoción de una democracia sana».
Estas propuestas, si bien deseables y legítimas, ¿tienen alguna posibilidad de ser aplicadas? ¿Se puede pensar que los países árabes de Oriente Medio, donde el integrismo se vuelve cada vez más duro, aceptarían en un futuro próximo abandonar sus regímenes teocráticos fundados en el Corán y la Sharía, que comportan una flagrante discriminación hacia los no musulmanes? Me parece utópico para los siglos venideros.
Con excepción de Líbano, los cristianos de Oriente Medio, que son alrededor de 15.000.000, desde hace 14 siglos, están sometidos a múltiples formas de persecución, masacres, discriminación, arbitrariedades y humillación. Aún en nuestros días, en el tercer milenio, asistimos impotentes, con gran dolor, a las pruebas de nuestros hermanos de Iraq y a su éxodo masivo.
¿Deberemos esperar a la desaparición de los cristianos de Oriente Medio para alzar nuestra voz y reclamar con fuerza la libertad, igualdad y justicia para esas minorías religiosas amenazadas en su existencia? ¿El mundo civilizado asistirá con indiferencia a su extinción?
Es necesario por tanto actuar sin demora, para reformar estos regímenes islámicos. Los cristianos de Oriente Medio no sabrían alcanzar solos este objetivo. Deben ser ayudados por la Iglesia universal y por los países democráticos.
1- La Santa Sede podría intervenir, en este sentido, ante los países con los cuales tiene relaciones diplomáticas.
2. Los países europeos, los Estados Unidos y los países que respetan los derechos del hombre deberían hacer presión, a todos los niveles, sobre los regímenes que lesionan los derechos inalienables de la persona humana, con objeto de inducirlos a reformar sus leyes, inspiradas en la Sharía islámica, y que consideran a las minorías religiosas como ciudadanos de segunda clase.
Y por qué no se pide a las instancias internacionales que defiendan la causa de los cristianos, víctimas de discriminación, y se exige a los países islámicos que traten a los cristianos como hacen los Estados europeos con los musulmanes, que son minoría y han adquirido la ciudadanía, y a los que otorgan los mismos derechos que a los habitantes autóctonos.
Si movilizamos así a la opinión internacional, los cristianos tendrían motivos para esperar, reecontrarían la dignidad de ser ciudadanos plenos y esto los llevaría a no abandonar la patria.
Debemos reclamar sin cesar por nuestros derechos lesionados y nuestra dignidad pisoteada, y actuar incansablemente para recuperar esta situación anormal siguiendo la palabra de Cristo:»Pedid y se os dará, llamad y se os abrirá» (Mt 7,7). Aún más, debemos seguir el ejemplo de la viuda del Evangelio, sin medios para defenderse, que a fuerza de insistir pudo finalmente obtener por parte de un juez inicuo, sin fe y sin corazón, la justicia debida.
[Texto original: francés]
– S. E. R. Mons. Mounged EL-HACHEM, Arzobispo titular de Darnis, Nuncio Apostólico (LÍBANO)
El Corán contiene algunos versículos que imponen la tolerancia, sobre todo con respecto a los cristianos. Los primeros Califas y los gobernantes de las provincias recurrieron a los cristianos para que los ayudaran en el gobierno. Pero sobre todo fue en materia cultural y de salud de lo que los cristianos se ocuparon en primer lugar.
Las relaciones se deterioran con las cruzadas y, sobre todo, bajo el régimen de Mamlouks.
A fines del siglo XIXº e inicios del XXº, el mundo árabe y los musulmanes afrontaron enormes dificultades: los países de África del Norte estaban colonizados por Francia, la lengua árabe estaba casi muerta, el Imperio turco comenzaba a convertirse en «el hombre desorientado». Numerosos intelectuales cristianos, en particular, libaneses y sirios emigraron a Egipto y realizaron el renacimiento de la lengua y la cultura árabes.
Actualmente, sobre todo a partir del 11 de septiembre de 2001, el mundo musulmán afronta grandes desafíos, a pesar de sus riquezas, sus conocidas e inmensas reservas de petróleo y gas.
Recordamos algunos de ellos:
-Sus difíciles relaciones con Occidente, sobre todo con Europa y Estados Unidos de América.
-Sus regímenes políticos: dictaduras militares y monarquías hereditarias.
-Ausencia de democracia, de libertades (de opinión, de expresión, de asociación, de religión …)
-Respeto de los derechos del hombre a pesar de haber firmado el Tratado de 1948
-Situación de la mujer y su igualdad con respecto al hombre
-Tensión entre Suníes y Chiíes
-Guerra y conflictos: Palestina, Iraq, Yemen …
-Confusión entre lo espiritual y lo temporal, la religión y el estado.
Numerosos son los cristianos y las asociaciones que se ocupan del Diálogo Islamo-Cristiano, a comenzar por la Sección Islam en el seno del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso.
Algunas sugerencias prácticas en vistas de una colaboración concreta:
1. Favorecer un conocimiento exacto, incluso elemental, de unos y de otros: «el hombre es enemigo de lo que no conoce». Esta enseñanza debe ser hecha a todos los niveles: desde la escuela maternal hasta la universidad.
2. Elaborar manuales escolares que ofrezcan una enseñanza exacta de las dos religiones.
3. Fomentar las escuelas, los intercambios entre escuelas cristianas y musulmanes, que se hace cada vez más en Líbano.
4. Organizar campamentos en común donde los jóvenes musulmanes y cristianos vivan juntos.
5. Realizar juntos actividades sociales, caritativas y humanitarias.
Es deseable que los Jefes religiosos, en un mismo país, lleven a cabo iniciativas que fomenten la colaboración entre los fieles de las dos religiones: en Líbano, por ejemplo, los Jefes de seis Comunidades religiosas han instituido el Comité Nacional del Diálogo Islamo-Cristiano que ha llevado a cabo un trabajo notable. El gobierno ha elaborado dos manuales comunes de historia y de educación cívica para todos los alumnos. Estos deben alcanzar a las masas y no limitarse a las élites.
Este diálogo de vida es una puesta en práctica del tema de este Sínodo: «Comunión y Testimonio»:
[Texto original: francés]