CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 6 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- “El centro de una vida feliz, de una vida verdadera, es la amistad con Jesús el Señor”, afirmó hoy el Papa Benedicto XVI durante la Audiencia General, celebrada en la Plaza de San Pedro.
Tras Matilde de Hackeborn, el Papa quiso dedicar su catequesis semanal a la segunda de las cuatro grandes místicas alemanas de la Edad Media, Gertrudis la Grande, cuya existencia “no es sólo cosa del pasado, histórica”, sino que “sigue siendo una escuela de vida cristiana”.
La amistad con Jesús, dijo el Pontífice espontáneamente, fuera del discurso, al final de la catequesis, “se aprende en el amor por la Sagrada Escritura, en el amor por la liturgia, en la fe profunda, en el amor por María”.
Así se puede conocer “cada vez más realmente a Dios mismo” y se alcanza “la verdadera felicidad, la meta de nuestra vida”, añadió.
De Gertrudis, que fue discípula de Matilde, se la llamó “la Grande”, explicó, “por su estatura cultural y evangélica: con su vida y su pensamiento incidió de modo singular en la espiritualidad cristiana”.
“Es una mujer excepcional, dotada de talentos naturales particulares y de extraordinarios dones de la gracia, de profundísima humildad y ardiente celo por la salvación del prójimo, de íntima comunión con Dios en la contemplación y disponibilidad para socorrer a los necesitados”.
Aunque de ella han llegado pocos escritos, pues el monasterio de Helfta, donde vivió, fue secularizado después de la Reforma, se sabe que era una mujer de una vasta cultura, y que dominaba los saberes de su época.
No se sabe nada de su origen familiar, sólo que entró en el monasterio con cinco años.
“Gertrudis fue una estudiante extraordinaria, aprendió todo lo que se podía aprender de las ciencias del Trivio y del Cuadrivio; estaba fascinada por el saber y se dedicó al estudio profano con ardor y tenacidad, consiguiendo éxitos escolares más allá de toda expectativa”, explicó el Papa.
A pesar de sus éxitos, en un momento determinado “empieza a sentir disgusto de todo ello, advirtiendo su vanidad”.
El 27 de enero de 1281, Gertrudis recibe una revelación mística, en la que Jesús mismo se le aparece como un muchacho, “Desde aquel momento, su vida de comunión con el Señor se intensifica”, afirmó el Papa.
“Su biógrafa indica dos direcciones de la que podríamos definir una particular “conversión” suya: en los estudios, con el paso radical de los estudios humanistas profanos a los teológicos, y en la observancia monástica, con el paso de la vida que ella define como negligente a la vida de oración intensa, mística, con un excepcional ardor misionero”, añadió.
Gertrudis transforma su saber en apostolado, “se dedica a escribir y divulgar las verdades de la fe con claridad y sencillez, gracia y persuasión, sirviendo con amor y fidelidad a la Iglesia, hasta el punto de que fue útil y bienvenida para los teólogos y las personas piadosas”.
Obras suyas son “Heraldo del divino amor”, “Las revelaciones” y los “Ejercicios Espirituales”, que el Papa calificó como “una rara joya de la literatura mística espiritual”.
“Me parece obvio que estas no son sólo cosas del pasado, históricas, sino que la existencia de santa Gertrudis sigue siendo una escuela de vida cristiana, de recta vía, que nos muestra que el centro de una vida feliz, de una vida verdadera, es la amistad con Jesús el Señor”, concluyó Benedicto XVI.