CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 24 diciembre 2008 (ZENIT.org).- Publicamos el mensaje que ha escrito con motivo de la Navidad el cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa, como presidente de Caritas Internationalis.
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En 2008, Caritas se enfrentó a nuevos retos en su trabajo de ayuda humanitaria, construcción de la paz y desarrollo.
La crisis alimentaria mundial aumentó en 100 millones el número de personas hambrientas e hizo que fuera más oneroso para Caritas suministrar ayuda. Dar de comer al hambriento es parte de nuestro trabajo y hemos visto que el problema del hambre se ha agudizado en Haití, Etiopía, Darfur y Zimbabue.
El impacto de la crisis financiera durará varios años. Un mundo construido sobre la base de la globalización de la codicia y del miedo, en vez de sobre la globalización de la solidaridad nunca iba a ser sostenible, o deseable. Nuestro temor es que los más pobres, quienes menos se han beneficiado de las décadas de crecimiento económico desigual, son quienes pagarán el precio más alto por este desatino.
Sin lugar a duda, la crisis financiera en los mercados mundiales tendrá repercusiones en los pobres y en los miembros de Caritas, conforme éstos buscan recaudar fondos para apoyar a un número cada vez mayor de personas que se encuentran en la pobreza.
En el pasado, aquellos que nos apoyan y nuestros voluntarios siempre han sido generosos con sus esfuerzos y siguen siendo la roca de nuestra organización. Sin embargo, también esperamos que los gobiernos y las instituciones incrementen su ayuda.
A medio camino del proyecto del Milenio para sacar a millones de la pobreza para 2015, el financiamiento de los países ricos sigue estando por debajo de lo que prometieron y de lo necesario.
La continua regresión en el flujo de ayuda tendrá un efecto desastroso en los avances que se han logrado en países en vías de desarrollo para mejorar el acceso a la atención médica, a escuelas y a agua potable.
Como miembros de Caritas, cada día vemos el efecto positivo que la ayuda puede tener para ayudar a los pobres a transformar su propia vida.
La condonación de la deuda les ha permitido a Kenia, Tanzania, Uganda y a muchos otros países abolir las colegiaturas en escuelas primarias, lo que ha resultado en aumentos dramáticos en la matriculación en un espacio de pocos años.
No obstante, 74 millones de niños en el mundo siguen sin tener una escuela a donde ir; y de acuerdo con los pronósticos actuales de tendencias, el Objetivo de Desarrollo del Milenio que promete educación para todos los niños no se cumplirá para 2100, no digamos para 2015.
Este no es el momento para recortar la ayuda sino para aumentarla y hacer que trabaje en favor de los pobres, especialmente dado que nos enfrentamos al reto sin precedente de la pobreza climática. Los países ricos deben pagar el precio de las condiciones climáticas extremas ocasionadas por el cambio climático que ellos han provocado.
Actualmente, este precio está siendo pagado en gran medida por las comunidades pobres y, en 2008, pudimos ver la devastación ocasionada por las condiciones climatológicas extremas. Las tormentas y las inundaciones cobraron miles de vidas en Myanmar, India, el Caribe y en mi propio país, Honduras.
Los esfuerzos de socorro de Caritas suministraron alimentos, refugios, medicinas y compasión en las emergencias, gracias a que lanzamos llamamientos para recaudar $40 millones para ayudar a los más vulnerables. Nuestros programas de prevención de desastres salvaguardaron vidas.
La justicia medioambiental es la única solución a largo plazo. 2009 será un año crucial ya que se realizarán una reunión clave del G8 en Italia, la cual debe poner al desarrollo al tope de su agenda, y una cumbre sobre el clima en Copenhague.
La construcción de la paz también será una de nuestras prioridades claves en el nuevo año. En 2008, la violencia étnica y política arrasó Kenia, el Congo, Georgia y Sri Lanka. El progreso en Afganistán y en Tierra Santa se estancó. Como defensora de la paz a nivel nacional, internacional y de las bases, Caritas redoblará sus esfuerzos.
Hace 40 años, el Papa Pablo IV proféticamente dijo: «el nuevo nombre de la paz es desarrollo». Cuarenta años después seguimos esperando por el verdadero desarrollo.
En 2008 hubo esperanza en los jóvenes con quienes me reuní en Australia para el Día Mundial de la Juventud, que creen en un «Plano para un mundo mejor». Para ellos, las posibilidades son tan ilimitadas como su imaginación.
Como dije en la ONU en septiembre, lo que no nos hace falta es imaginación. Sin embargo, no debemos imaginar un «Primer Mundo» o un «Tercer Mundo», sino «Un Mundo» en el que los deberes para con los pobres son compartidos.
Con mis mejores deseos de paz y amor en Navidad.