ROMA, lunes 1 de diciembre de 2008 (ZENIT.org).- Por invitación de la Pastoral Universitaria de Roma, Magdi Cristiano Allam ha revelado detalles de su conversión del islam al cristianismo.
En el Teatro Argentina de Roma, Italia, el subdirector del diario milanés «Corriere della Sera», el más leído de Italia, mantuvo un encuentro con estudiantes de los centros universitarios de la capital, recorriendo las etapas de su aventura humana y espiritual.
Partiendo de la noche de Pascua de 2008 («el día más bonito de mi vida»), en la que Allam recibió el bautismo en San Pedro, de manos de Benedicto XVI, el periodista italo-egipcio, narró los episodios de su vida y las reflexiones que le indujeron a abrazar «una nueva vida en Cristo y un nuevo itinerario de espiritualidad».
«Este camino –relató Allam– empezó de modo aparentemente fortuito, en realidad providencial. Desde los cuatro años, tuve la oportunidad de frecuentar, en Egipto, escuelas italianas católicas: fui alumno, primero, de las religiosas misioneras combonianas, y luego, a partir de quinto de primaría en los salesianos».
Recibí así una educación que me transmitió valores sanos y aprecié la belleza, la verdad, la bondad y la racionabilidad de la fe cristiana», en la que «la persona no es un medio sino un punto de partida y de llegada», añadió Allam.
«Gracias al cristianismo –confesó– comprendí que la verdad es el otro rostro de la libertad: son un binomio indisoluble. La frase ‘La verdad hará libres’ es un principio que vosotros jóvenes deberíais tener siempre en mente, especialmente hoy que, despreciando la verdad, se abdica de la libertad».
«Mi conversión –añadió– fue posible gracias a la presencia de grandes testigos de la fe, el primero de todos su santidad Benedicto XVI. Quien no está convencido de la propia fe, a menudo es porque no ha encontrado en ella testigos creíbles de este gran don».
«El segundo binomio indisoluble en el cristianismo –añadió el periodista– es sin duda el de fe y razón. Esta última es capaz de dar sustancia a nuestra humanidad, la sacralidad de la vida, el respeto a la dignidad humana y a la libertad de elección religiosa».
«Un evento, antes de la conversión, me hizo reflexionar más que los otros –reveló–; el discurso del Papa en Ratisbona (12 de septiembre de 2006). En aquella ocasión, citando al emperador bizantino Manuel II Paleólogo, afirmó algo de lo que los musulmanes mismos no han renegado nunca: que el Islam difunde el propio credo sobre todo con la espada».
«Hay un peligro más subliminal y mayor que el del terrorismo de los ‘corta gargantas’ –añadió Allam–; es el terrorismo de los ‘corta lenguas’, es decir el miedo a afirmar y divulgar nuestra fe y nuestra civilización, y nos lleva a autocensurarnos y a negar nuestros valores, poniendo en el mismo plano todo y lo contrario de todo: pensemos en la sharia [ley islámica nde.] aplicada incluso en Inglaterra».
«El denominado ‘buenismo’ –añadió–, es decir conceder siempre al otro lo que quiere, es exactamente lo contrario del bien común, perfectamente señalado por Jesús: ‘ama a tu prójimo como a ti mismo’ (Mateo 19/16-19). Tal precepto evangélico nos confirma que no podemos querer bien a los demás si antes no nos amamos a nosotros mismos. Lo mismo vale para nuestra civilización».
«Contrarios a tal principio –dijo Allam– son el indiferentismo y el multiculturalismo que, sin ninguna identidad, pretenden conceder todo tipo de derechos a todos. Resultado del multiculturalismo fue la implosión de la solidez social y el desarrollo de ghetos y grupos étnicos, en perenne conflicto con la población autóctona».
«Esto me lleva a considerar el tercer gran binomio de la civilización cristiana, el relativo a reglas y valores, clave para un posible rescate ético de la Europa actual –prosiguió–. El viejo continente, sin embargo es un coloso di materialidad con los pies de arcilla. El materialismo es un fenómeno globalizado, a diferencia de la fe, que no lo es».
Respondiendo a una pregunta sobre la posible compatibilidad entre fe y razón en el islam, el ex musulmán Allam respondió que «a diferencia del cristianismo, religión del Dios encarnado en el hombre», el Islam se concreta en un texto sagrado que, «siendo uno con Dios, no es interpretable».
«Las mismas gestas de Mahoma –añadió– documentadas por la historia, y de las que nunca renegaron los mismos fieles musulmanes, atestiguan masacres y exterminios perpetrados por el profeta. Por tanto, el Corán es incompatible con los derechos humanos fundamentales y los valores no negociables. En el pasado, traté de hacerme portavoz de un Islam moderado en sí».
En cuanto al diálogo entre islam y cristianismo, el subdirector del ‘Corriere della Sera’ afirmó que es posible sólo y exclusivamente «si somos auténticamente cristianos en el amor, incluso hacia los musulmanes. Si relativizamos el diálogo, instigaremos a nuestros interlocutores a mirarnos como infieles, por tanto como terreno de conquista».
Dirigiéndose a los estudiantes presentes, Magdi Allam subrayó la importancia de una educación que vuelva a transmitir «una concepción ética de la vida, con valores y reglas en el centro de todo». Negación de tales principios es, según Allam, «el capitalismo salvaje que, paradójicamente, tiene su máximo desarrollo en la China comunista».
«No podemos concebir a la persona en términos ‘empresariales’ y tenemos que encontrar reglas de convivencia que no se funden en el materialismo. Debemos redefinir nuestra sociedad sobre el ser y no sobre el tener», concluyó Allam.
Por Luca Marcolivio, traducido del italiano por Nieves San Martín