CIUDAD DEL VATICANO, domingo 9 de noviembre de 2008 (ZENIT.org).- Publicamos las palabras que pronunció Benedicto XVI al rezar la oración mariana del Ángelus desde la plaza de San Pedro del Vaticano, en la fiesta de la Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán.
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Queridos hermanos y hermanas
La liturgia nos hace celebrar hoy la Dedicación de la Basílica Lateranense, llamada “madre y cabeza de todas las Iglesias de la Urbe y del Orbe”. En efecto, esta Basílica fue la primera que se construyó tras el edicto del emperador Constantino que, en el año 313, concedió a los cristianos la libertad de practicar su religión. El mismo emperador donó al Papa Melquíades la antigua posesión de la familia de los Laterani y le hizo edificar la Basílica, el Baptisterio y el Patriarquio, es decir, la residencia del Obispod e Roma, donde los Papas habitaron hasta el periodo aviñonés. La dedicación de la Basílica fue celebrada por el Papa Silvestre hacia el año 324 y el templo fue e il tempio fu titulado al Santísimo Salvador; sólo después del siglo VI se le añadieron los títulos de los santos Juan Bautista y Juan Evangelista, de donde viene la denominación conocida. Esta conmemoración se celebraba al principio solamente el la ciudad de Roma; después, a partir del año 1565, se extendió a todas las Iglesias de rito romano. De esta forma, honrando el edificio sagrado, se pretende transmitir amor y veneración por la Iglesia romana que, como afirma san Ignacio de Antioquía, “preside en la caridad” de la entera comunión católica” (A los Romanos, 1, 1).
La Palabra de Dios en esta solemnidad muestra una verdad esencial: el templo de ladrillos es símbolo de la Iglesia viva, la comunidad cristiana, que ya los Apóstoles Pedro y Pablo, en sus Cartas, entendían como “edificio espiritual”, construido por Dios con las “piedras vivas” que son los cristianos, sobre el único fundamento que es Jesucristo, comparado a su vez con la “piedra angular” (cfr 1 Cor 3,9-11.16-17; 1 Pt 2,4-8; Ef 2,20-22). “Hermanos, vosotros sois edificios de Dios”, escribe san Pablo, y6 añade: “el templo de Dios es santo, y ese templo sois vosotros” (1 Cor 3,9c.17). La belleza y la armonía de las iglesias, destinadas a dar gloria a Dios, nos invita también a nosotros los seres humanos, limitados y pecadores, a convertirnos para formar un “cosmos”, una construcción bien ordenada, en estrecha comunión con Jesús, que es el verdadero Santo de los Santos. Esto sucede de forma culminante en la liturgia eucarística, en la que la “ecclesìa”, es decir, la comunidad de los bautizados, se une para escuchar la Palabra de Dios y para alimentarse del Cuerpo y Sangre de Cristo. En torno a esta doble mesa la Iglesia de piedras vivas se edifica en la verdad y en la caridad y es plasmada interiormente por el Espíritu Santo, transformándose en aquello que recibe, conformándose cada vez más a su Señor Jesucristo. Ella misma, si vive en la unidad sincera y fraterna, se convierte así en sacrificio espiritual agradable a Dios.
Queridos amigos, la fiesta de hoy celebra un misterio siempre actual: que Dios quiere edificarse en el mundo un templo espiritual, una comunidad que le adore en espíritu y en verdad (cfr Gv 4,23-24). Pero esta celebración nos recuerda también la importancia de los edificios materiales, en los que las comunidades se reúnen para alabar a Dios. Toda comunidad tiene por tanto el deber de custodiar con cuidado sus propios edificios sagrados, que constituyen un precioso patrimonio religioso e histórico. Invocamos por ello la intercesión de María Santísima, ppara que nos ayuda a convertirnos, como Ella, en “casa de Dios”, templo vivo de su amor.
[Después del Ángelus]
Este año se conmemora el 70° aniversario de aquel triste acontecimiento, sucedido en la noche entre el 9 y el 10 de noviembre de 1938, cuando se desencadenó en Alemania la furia nazi contra los judíos. Fueron atacados y destruidos negocios, oficinas, viviendas y sinagogas, fueron asesinadas también numerosas personas, dando comienzo a la sistemática y violenta persecución de los judíos alemanes, que concluyó con la Shoah. Aún hoy siento dolor por cuanto sucedió en aquella trágica circunstancia, cuya memoria debe servirnos para hacer que horrores similares no se repitan jamás y que nos empeñemos, en todos los niveles, contra toda forma de antisemitismo y de discriminación, educando sobre todo a las jóvenes generaciones en el respeto y la acogida recíproca. Invito, además, a rezar por las víctimas de entonces y a uniros a mí en manifestar una profunda solidaridad con el mundo hebreo.
Siguen llegando noticias inquietantes de la región del Kivu del Norte, en la República Democrática del Congo. Sangrientos choques armados y atrocidades sistemáticas han provocado y están provocando numerosas víctimas entre los civiles inocentes; destrucciones, saqueos y violencias de todo tipo, que han obligado a decenas de miles de personas a abandonar incluso lo poco que tenían para sobrevivir. Se calcula que los prófugos son actualmente más de millón y medio. A todos y a cada uno de ellos deseo expresar mi particular cercanía, mientras animo y bendigo a cuantos están trabajando para aliviar sus sufrimientos, entre quienes menciono en particular a los operadores pastorales de la Iglesia local. A las familias privadas de sus seres queridos, mi pésame y les aseguro mi oración de sufragio. Finalmente, renuevo mi ferviente llamamiento para que todos colaboren a alcanzar la paz en esa tierra martirizada durante demasiado tiempo, en el respeto de la legalidad y sobre todo de la dignidad de toda persona.
Se celebra hoy en Italia la Jornada de Acción de Gracias, que este año tiene por tema “Tuve hambre y me disteis de comer”. Uno mi voz a la de los obispos italianos que, a partir de estas palabras de Jesús, llaman la atención sobre el grave y complejo problema del hambre, más dramático aún por el aumento de los precios de algunos alimentos básicos. La Iglesia, mientras vuelve a proponer el principio ético fundamental del destino universal de los bienes, lo pone en práctica, a ejemplod el Señor Jesús, con múltiples iniciativas de compartir. Rezo por el mundo rural, especialmente por los pequeños cultivadores en los países en vías de desarrollo. Animo y bendigo a cuantos trabajan para que a nadie le falte una alimentación sana y adecuada: quien socorre a un pobre socorre al mismo Cristo.
[A los peregrinos en lengua española, dijo]
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española presentes en esta oración mariana, en particular a los fieles de la Parroquia de la Virgen de la Paloma de Madrid. En la fiesta de la Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán, os invito a incrementar vuestro amor a la Iglesia, sintiendo el gozo de ser miembros vivos de ella y colaborando con generosidad en la misión evangelizadora que Jesucristo le confió. Feliz Domingo. Muchas gracias.
[Traducción del italiano por Inma Álvarez
© Libreria Editrice Vaticana]