ROMA, jueves, 10 julio 2008 (ZENIT.org).- Los jueces de la Corte de apelación de Milán autorizaron este miércoles al padre de Eulana Englaro a interrumpir la alimentación e hidratación por sonda nasogástrica que la mantiene con vida desde enero de 1992, tras un accidente de tráfico.
La sentencia ha sido criticada duramente por varias asociaciones bioéticas y médicas, en lo que ya ha sido denominado el caso «Terry Schiavo» italiano. Coinciden en que se trata de un caso de eutanasia activa, ya que no se trata de la interrupción de un tratamiento desproporcionado, y que la agonía de Eulana podría ser larga y dolorosa.
La asociación Scienza e Vita ha emitido un duro comunicado en el que expresa su «amargura y estupor» por este caso, porque «se legitima la muerte de un ser humano privándolo de las cosas más elementales: la alimentación y la hidratación».
«Estupor porque la sociedad de los sanos ha decidido no cuidar a un ser humano en condiciones de grandísima fragilidad y dependencia, condenándolo a una muerte atroz por hambre y sed».
Scienza e Vita teme que, con este precedente legal, «es de temer un aumento de las peticiones en este sentido».
Respecto a las familias que se encuentran en situación similar, la asociación se pregunta «qué no se ha hecho en términos de cuidado y apoyo a una familia que, como tantas otras, tiene que afrontar una situación ingobernable, en la que la soledad y la desesperación son malas consejeras».
Sentencia discutible
Según explica en un artículo publicado por L’Osservatore Romano, Adriano Pessina, director del Ateneo de Bioética de la Universidad Católica «Sacro Cuore», afirma que «se está suspendiendo un tratamiento ordinario (alimentación e hidratación) con motivo de una decisión que no tiene fundamento clínico».
Pessina explica que la sentencia se ha resuelto en base a dos criterios: la supuesta voluntad de Eluana de no querer vivir en estas circunstancias, y el «poder de vida y muerte que se atribuye a la figura del tutor».
El director del Ateneo recuerda, sobre la primera cuestión, que en Italia no existe el llamado «testamento biológico", con lo que «resulta forzado atribuir una relevancia decisiva expresada, reconstruida indirectamente»
Respecto a la segunda cuestión, afirma que este poder del tutor es discutible, ya que «debería actuar para mejor interés de la persona que se le ha confiado. Habría que limitar las decisiones sobre la vida de las personas, y se debería garantizar a todo ciudadano que el valor de su existencia no vendrá determinado por una concepción antropológica particular».
Por su parte, el doctor Renzo Puccetti, secretario de la organización Scienza & Vita de Pisa-Livorno, afirmó en una entrevista a Zenit explica que en el caso Eulana «no se ha certificado la muerte cerebral, y la prueba es que a nadie se le ocurriría pedir sus órganos».
Además, respecto a su estado actual, el doctor Puccetti afirma que no existen pruebas de que se trate de un estado vegetativo «permanente»: «el estado vegetativo es un diagnóstico, y el adjetivo ‘permanente’ es incorrecto porque anuncia una hipótesis de la que nadie puede estar seguro.
Por otro lado, el doctor califica de «inexplicable» que se esté interrumpiendo un tratamiento normal y en absoluto «desproporcionado»: «¿para quien es desproporcionado? Ciertamente no para esta chica», advierte.
Una agonía lenta y dolorosa
«Hasta ahora Eluana no ha sufrido –precisa Puccetti– al menos así lo establecen las evidencias científicas disponibles. Pero si se le interrumpe la alimentación y la hidratación, preparémonos a un nuevo caso Terry Schiavo».
«Las úlceras que se le formarán en la piel, los labios resecos, las hemorragias, las convulsiones, la necesidad de morfina, como sucedió a Terry, todo esto ¿es un bien para Eluana?» se pregunta.
En el mismo sentido, Pessina recuerda que en la sentencia, por coherencia con la tesis de que Eluana está inconsciente, no se habla de dejarla morir de hambre o sed (cuando no hay consciencia se habla de deshidratación y consunción), pero se recomienda el uso de «sedativos o antiepilépticos» para «eliminar reacciones neuromusculares» y se aconseja «humidificación frecuente de las mucosas, suministración de sustancias idóneas para eliminar el eventual malestar provocado por la ausencia de líquidos, cuidado de la higiene y del vestido del cuerpo».
«Pero si de verdad Eluana no es consciente y si la suya, como se lee en la sentencia, es pura vida biológica, ¿por qué motivo tantas atenciones?», se pregunta.
«¿Quiénes son crueles, los que hasta ahora han cuidado de Eluana o quienes la condenan a la agonía y a la muerte?».
Según el doctor Pessina, «no es necesario recurrir a una concepción religiosa de la vida, o negar la posibilidad legal y moral de rechazar tratamientos desproporcionados para disentir de esta sentencia: basta subrayar que, en el caso de Eluana, se impone de hecho la interrupción de un largo proceso de cuidados, hecho de atención, de amorosa dedicación y de respeto a su dignidad personal, que los mismos protagonistas del recurso han reconocido siempre».
«El tema de la consciencia es un tema muy delicado de tratar. Pero si Eluana no es verdaderamente consciente de sí misma, entonces no sufre, y no se entiende por qué -si no es por un obstinado planteamiento ideológico al que un estado que se reputa laico debería ser tan metodológicamente extraño como a toda confesión religiosa- se la deba condenar a muerte».
Por Inmaculada Álvarez