Exponer la muerte

La dignidad humana en cuestión en una exhibición mundial del cuerpo

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ROMA, martes 1 de julio de 2008 (ZENIT.org).- Las exposiciones de cuerpos humanos conservados atraen a gran número de visitantes. Desde hace algunos años, Gunthor von Hagens ha recorrido el mundo con sus exhibiciones de Mundos del Cuerpo.

Según un artículo del 8 de junio en el Los Angeles Times, más de 8.000 personas del mundo le han prometido sus cuerpos. En un proceso denominado plastinación, se retiran los líquidos y grasas de los cuerpos muertos y se rellenan con plástico.

El Los Angeles Times informaba que a principios de junio, 115 futuros donantes de cuerpos se reunieron con Hagens para discutir sus donaciones. El artículo indicaba que, tras comenzar con una exposición en el 2004 en Estados Unidos, actualmente cuatro giras de Mundos del Cuerpo se rotan entre los museos de Norteamérica.

Las populares exhibiciones no se han desarrollado siempre sin contratiempos. 21 miembros del Congreso han respaldado una ley que prohíbe la importación de cuerpos «plastinados» a Estados Unidos, informaba ABC News el 21 de mayo.

«Este es un asunto de derechos humanos para otorgar dignidad a las personas a lo largo del mundo», declaraba el representante  Todd Akin de Missouri.

Una de las preocupaciones sobre los cuerpos tiene que ver con acusaciones de que algunos de los usados por Cuerpos la Exhibición, una exposición similar gestionada por Premier Exhibitions, pudieran ser los restos de prisioneros chinos ejecutados.

«El historial de derechos humanos de China debería hacer que nos tomáramos una pasusa en cualquier tema que implique restos humanos importados de dicho país», informaba el representante Mike Turner, copatrocinador de la ley.

Poco después, Premier Exhibición admitía no poder garantizar que los cuerpos expuestos no fueran de dichos prisioneros, afirmaba el 30 de mayo el New York Times.

Esta admisión fue parte de una declaración entre la empresa y la oficina del fiscal general de Nueva York. Según la declaración la exhibición debe explicar su incapacidad de confirmar que los cuerpos expuestos no sean de prisioneros que puedan haber sido víctimas de tortura y ejecución.

Espectáculo de horror

Algunos obispos han hablado criticando las exhibiciones de cuerpos. El obispo anglicano de Manchester, Inglaterra, Nigel McCulloch, las condenaba como una «clase de extraño espectáculo de horror», informaba el 5 de febrero la BBC.

Hablando sobre los Mundos del Cuerpo 4, expuesto en el Museo de Ciencia e Industria de Manchester, afirmó que «minimiza el valor de las personas».

A pesar de la controversia sobre las exposiciones, el artículo de la BBC observaba que la muestra ha atraído en el mundo a 25 millones de visitantes.

En Edmonton, Alberta, una declaración del arzobispo Richard Smith, firmada también por el obispo David Motiuk de la Eparquía Ucraniana de Edmonton, advertía a los católicos que pudieran ir a la exhibición de Mundos del Cuerpo que «tuvieran en mente que cada cuerpo es de un individuo único amado por Dios y por otros», informaba el Edmonton Journal el 26 de mayo. Se había fijado como fecha de apertura de la exposición el 12 de junio, en la Telus World of Science.

«Son cuerpos de personas», afirmaba monseñor Smith. «Son cuerpos que han vivido, que han amado. (…) No es solo un objeto que atrae como curiosidad, sino que merece un honor».

Según el artículo, el arzobispo no prohibía a los católicos que fueran a la exposición. «Pero tenemos la esperanza, como católicos, que irán con un juicio informado sobre la base de lo que creen», afirmaba monseñor Smith.

Falta de respeto

El periódico local Enquirer informaba el 1 de febrero de las protestas del arzobispo de Cincinnati, monseñor Daniel Pilarczy. Envío instrucciones a los colegios elementales y de secundaria de la archidiócesis para que no planearan salidas a la exhibición porque «me parece que la utilización de cuerpos humanos de esta forma es una falta de respeto a las personas implicadas».

El obispo vecino de Covington, monseñor Roger Foys hizo pública una declaración similar, prohibiendo a los colegios católicos que fueran a la muestra, informaba el Kentucky Post el 31 de enero.

La exposición «ha sido y sigue siendo fuente de preocupación moral, especialmente en relación con la dignidad humana, los derechos humanos, y el respeto por el cuerpo humano», afirmaba en la declaración. «La dignidad del ser humano, cuerpo y alma, nunca debe tomarse a la ligera».

El arzobispo de Kansas City, monseñor Joseph Naumann, compartía estos sentimientos, al igual que monseñor Robert Finn, obispo de Kansas City-St. Joseph.

Hicieron pública una declaración conjunta afirmando que la exhibición no respeta a los individuos cuyos cuerpos se exponen, informaba el Kansas City Star el 26 de febrero.

«La moral y la enseñanza católica considera la persona humana como unidad de alma y cuerpo, espíritu y materia», y como tal «más que sólo un recipiente del alma», explicaba la declaración de los dos prelados. «La preocupación de la Iglesia por la dignidad humana se extiende al cuerpo, incluso cuando el alma ya no está presente».

Reflexionando sobre el tema, el padre Michael Seger, profesor de teología moral en el Ateneo de Ohio/ Seminario Mount St. Mary, llamaba la atención sobre los valores en juego.

La persona humana es la unidad de cuerpo y espíritu, apuntaba en el periódico Cincinatti Enquirer el 1 de febrero. Amamos y sufrimos en nuestros cuerpos y la exposición de los cadáveres conservados «arranca a una persona del contexto de la historia de su vida», afirmaba. «Están frente a nosotros tristemente anónimos sin entierro y sin reverencia».

«Los cuerpos plastinados mostrados para un voyerismo anatómico pertenecen a una persona que merece algo mejor», sostenía el padre Seger. «Somos una sociedad que se enorgullece de proteger y promover la dignidad humana, por lo que nos preguntamos si esta exhibición respeta este noble objetivo».

La controversia sobre las exposiciones de los Mundos del Cuerpo tiene lugar en un momento en el que crece el número de personas que eligen incluso formas más extrañas de disponer de sus cuerpos o de sus cenizas.

Un artículo el 4 de febrero en el Washington Times describía cómo las cenizas de una pareja fueron colocadas en un arrecife artificial en la costa de Florida. Larry y Sue Barca, según parece, tenían un gran amor por los peces y la naturaleza.

El 4 de noviembre, un artículo del Los Angeles Times describía cómo algunas personas esparcen sus cenizas en Disneyland y en parques públicos.

Visión católica

La Iglesia no pone objeciones a donar partes del cuerpo para fines médicos. El Catecismo de la Iglesia Católica dice que «el don gratuito de órganos después de la muerte es legítimo y puede ser meritorio» (No. 2301).

En cuanto al respeto por el cuerpo humano después de la muerte, existen directrices útiles sobre ello en un documento publicado por la Congregación para el Culto Divino y los Sacramentos.

El abril de 20002, el «Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia» afirma refiriéndose a las ceremonias de exequias: «es preciso que: el cuerpo del difunto, que ha sido templo del Espíritu Santo, sea tratado con gran respeto» (No. 253).

«Separándose del sentido de la momificación, del embalsamamiento o de la cremación, en las que se esconde, quizá, la idea de que la muerte significa la destrucción total del hombre, la piedad cristiana ha asumido, como forma de sepultura de los fieles, la inhumación» (No. 254).

La sepultura «recuerda la tierra de la cual ha sido sacado el hombre (Cf. Gn 2,6) y a la que ahora vuelve (Cf. Gn 3,19; Sir 17,1); por otra parte, evoca la sepultura de Cristo, grano de trigo que, caído en tierra, ha producido mucho fruto (Cf. Jn 12,24)».

La instrucción reconoce que la cremación está permitida, pero, al mis
mo tiempo, insiste en que las cenizas deberían enterrarse y no guardarse en casa. La creciente falta de respeto por los cuerpos muertos es motivo de reflexión sobre la pérdida de fe en nuestro ser espiritual y de nuestro destino, y otra advertencia de lo que puede ocurrir cuando perdemos de vista a Dios.

Por el padre John Flynn, L. C., traducción de Justo Amado

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ZENIT Staff

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