CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 8 noviembre 2007 (ZENIT.org).- El verdadero martirio encierra la paradoja del testimonio: habla aunque su voz sea muda «porque se habla con todo el ser», reconoce el arzobispo Gianfranco Ravasi, presidente del Pontificio Consejo de la Cultura y también del Consejo de Coordinación entre las Academias Pontificias.
Como tal presidió este jueves, en el Vaticano, la XII Sesión Pública de las Pontificias Academias, convocada sobre el tema «»Testigos de su amor». El amor de Dios manifestado por los mártires y por las obras de la Iglesia».
Punto de referencia del tema elegido –apuntó monseñor Ravasi, introduciendo el encuentro–es la enseñanza de Benedicto XVI relativa al martirio, en particular su encíclica «Deus caritas est» y su exhortación apostólica «Sacramentum caritatis».
«Está fuera de duda, también para quien carezca de una gran práctica teológica que el martirio se conecta espontáneamente con la categoría «sacrificio»» –expresó–, y «se puede fácilmente imaginar que la conexión es espontánea entre el martirio y el sacrificio, y por otro lado el sacrificio de la cruz, la Eucaristía».
A un agnóstico, Albert Camus, se refirió el prelado, citando de él la frase: «Oh, mártires, tenéis que elegir entre ser olvidados, escarnecidos o reducidos a instrumentos. Pero a ser entendidos, nunca».
Una declaración que encierra una «profunda verdad», reconoció monseñor Ravasi advirtiendo de determinadas interpretaciones e manipulaciones que se hacen de la palabra «mártir».
«Pensemos en qué quiere decir cierta concepción del martirio radical, del martirio que al final se convierte más en una explosión»; «hay que reconocer que es mucho más fácil a veces morir por una religión que vivir coherentemente siempre para ella», observó.
Etimológicamente «martirio» es «testimonio» –aclaró el prelado–, y, en línea con el tema de la Sesión Pública, dos voces se encargaron de evidenciarlo: por un lado, con la iconografía, la forma incisiva de representar el rostro del mártir –a través de la intervención del profesor Fabricio Bisconti, magíster de la Academia Pontificia del Culto de los Mártires–; por otro, «mostrando como el verdadero martirio está en las obras de caridad y en una Iglesia que sigue siendo testigo del amor», de la mano de la profesora Leticia Pani Ermini, presidente de la Academia Pontificia Romana de Arqueología.
El arzobispo Ravasi quiso citar, en su introducción, dos apuntes que ayudan a fijar la mirada en el auténtico martirio, «en el valor del martirio como voz incisiva, también cuando está muda», pues «ésta es la gran paradoja del testimonio»: «se habla con todo el ser».
Uno es de don Primo Mazzolari, sacerdote y escritor italiano del siglo pasado: «La cabeza del Bautista grita mucho más cuando está en el recipiente que cuando estaba sobre sus hombros».
Y es que «el mártir, aunque se le haya hecho callar, incluso cuando ha sido marginado –y aquí hablo también de esos mártires que dan testimonio diario–, tiene una fuerza propia», subrayó monseñor Ravasi.
«El mártir consigue irradiar alrededor una luz que impacta también a quienes cierran los ojos o reaccionan negativamente contra él», recalcó.
La otra voz se sintetiza en un dicho «tanto de la cultura judía como de la musulmana, que se refiere precisamente al mártir en su sentido auténtico: el mártir es como la madera perfumada del sándalo, que perfuma también el hacha que lo golpea y lo parte», concluyó.
El Pontificio Instituto de Música Sacra, gracias a su director, monseñor Valentín Miserachs Grau, y a las voces de su coro, ofrecieron interpretaciones musicales del tema de la sesión.
Por Marta Lago