CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 2 marzo 2007 (ZENIT.org).- El padre Federico Lombardi S.I., director del Centro Televisivo Vaticano, ha lanzado un llamamiento a no ser indiferentes ante la sangre en Irak, ante la que la humanidad asiste día tras día en los telediarios.
«En los últimos meses la violencia en Irak ha continuado sin tregua: escuchamos diariamente noticias que hablan de atentados que causan decenas, incluso hasta más de cien muertos en un solo día. Son hechos horribles, pero estamos comenzando a acostumbrarnos. Es gravísimo. No podemos acostumbrarnos», constata el sacerdote, que es también director de la Oficina de Información de la Santa Sede.
El padre Lombardi lanza su llamamiento en el editorial del último número de «Octava Dies», semanario producido por el Centro Televisivo Vaticano, transmitido por numerosos canales de televisión del mundo, en particular, católicos.
«Cada guerra causa un número excesivo y absolutamente injustificado de víctimas, pero lo que nos turba todavía más, en este nuevo tipo de guerra, es que los atentados son provocados con frecuencia, intencionalmente, en los lugares en los que hay más gente, donde hay personas inocentes e indefensas», afirma.
«Se busca el horror, el odio manifiesta su absurdidad homicida, su sede de muerte, y se alimenta de sangre, y con más avidez de sangre inocente», añade en el editorial que será transmitido también este sábado por «Radio Vaticano».
«Si hacía falta una prueba de que la guerra –como repite el Papa– no resuelve los problemas, sino que en general los agrava, nos encontramos ante una prueba más», reconoce el padre Lombardi.
«Pero quien estaba en contra de la guerra en Irak tiene que resistir a la sutil y horrenda tentación de alegrarse –afirma el padre Lombardi, quien también es director de «Radio Vaticano»–. Tenemos que alimentar ante todo un sentido profundo de compasión y de voluntad de reconciliación a toda prueba, pues la voluntad humana vacila ante esta avalancha cotidiana de odio».
«Tenemos que ser capaces de esperar “contra toda esperanza” para poder ser solidarios y ayudar a quien es víctima material de la violencia y a quien es herido de manera devastadora en su espíritu», exhorta.
«El tiempo de lucha espiritual de la Cuaresma, en camino con el Señor inocente que afronta y acepta la pasión y la muerte, es el momento en el que tenemos que afrontar este desafío crucial para el porvenir de la humanidad de hoy, para la búsqueda de caminos auténticos para la paz», considera.
Y concluye: «Que la esperanza de la Resurrección apoye e ilumine nuestro camino».