La Santa Sede propone dos pasos para romper el torbellino de violencia en Tierra Santa

GINEBRA, jueves, 16 noviembre 2006 (ZENIT.org).- La Santa Sede ha subrayado ante el Consejo de Derechos Humanos de Ginebra la necesidad de romper el «trágico torbellino de sufrimiento» provocado por el conflicto entre israelíes y palestinos.

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El arzobispo Silvano M. Tomasi, observador permanente ante las oficinas de las Naciones Unidas en Ginebra, tomó la palabra este miércoles ante la tercera sesión especial de ese organismo para constatar que el conflicto en Tierra Santa «ha quedado involucrado en un ciclo de violencia que, como muestra la experiencia, no lleva a ninguna parte».

«Este trágico torbellino de sufrimiento tiene que romperse», exigió.

Para alcanzar este objetivo propuso dos pasos.

«En primer lugar, los dos pueblos involucrados deben reconocer la humanidad y la igualdad mutuas e iniciar este proceso de reconocimiento recíproco basándose en la justicia y en el respeto de los derechos humanos fundamentales y en el derecho internacional y humanitario».

La convivencia pacífica, declaró el prelado, «es posible si la justicia y al reconciliación crean el contexto para la colaboración y la seguridad recíproca».

En segundo lugar, continuó, «la familia de los Estados tiene la responsabilidad moral de promover una mentalidad de paz, de colaborar con medidas prácticas en la eliminación de las profundas raíces culturales, sociales y económicas de la violencia, de ayudar a las partes involucradas a perseguir una colaboración fecunda».

Esta responsabilidad, dijo, «es un deber en primer lugar ante las poblaciones civiles, ante mujeres y niños golpeados por la violencia gratuita, ante las vidas de jóvenes militares rotas con sueños que se quedan sin realizar».

«La violencia no paga nunca y genera nuevos sufrimientos», denunció el arzobispo.

Según la delegación de la Santa Sede, el conflicto entre israelíes y palestinos constituye un «círculo vicioso que provoca instabilidad en toda la región» y su solución contribuirá a la paz mundial.

Por lo que se refiere al Consejo de Derechos Humanos de la ONU, que inauguró en junio sus sesiones de trabajo, sustituyendo a la extinta Comisión de Derechos Humanos, el prelado recordó que en su corta historia «ha afrontado duros desafíos, dadas las persistentes violaciones de derechos humanos en varias partes del mundo, violaciones que no siempre fue capaz de afrontar con justicia y coherencia a causa de miopes intereses políticos y económicos»

Un Consejo de Derechos Humanos «que no contribuye a cambiar la calidad de la vida de la gente, en sus tareas cotidianas y en sus actividades normales, corre seriamente el riesgo de perder credibilidad», consideró el nuncio apostólico.

Por este motivo, la Santa Sede pidió adoptar «un método valiente de auténtico diálogo, que haga posible poner sobre el tapete los auténticos problemas que exigen una solución, independientemente de la divergencia inicial de los puntos de vista».

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ZENIT Staff

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