PARIS/NUEVA DELHI, martes, 14 noviembre 2006 (ZENIT.org).- Factor clave de todo desarrollo es la educación, cuya esencia es la transmisión de valores como el amor, manifestó el presidente del episcopado indio en la UNESCO.
El cardenal Telesphore Placidus Toppo intervino el pasado 9 de noviembre en la sede parisina de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación y la Cultura, en el marco de una Conferencia Internacional organizada por la «Fordham University» (de los Estados Unidos).
«Educación – un sendero hacia el amor» fue el tema de la reflexión del purpurado, quien partió de la Encíclica de Benedicto XVI «Deus caritas est» («Dios es amor»).
Aludiendo al documento pontificio, el cardenal Toppo explicó que «la misión de amor de la Iglesia es la educación de la personas en el amor, que es una forma de responder a la necesidad contemporánea de justicia en este mundo».
«La Iglesia tiene el deber indirecto de contribuir a la purificación de la razón y al robustecimiento de aquellas fuerzas morales sin las cuales las estructuras no dan muestra de eficacia a largo plazo», añadió aludiendo igualmente a la Encíclica.
La Conferencia de los Obispos Católicos de la India (CBCI) difundió el contenido de la intervención del cardenal Toppo, quien subrayó además en el organismo de la ONU: «El factor clave de todo crecimiento y desarrollo –económico, tecnológico, sociocultural, intelectual y físico– es la educación».
Y «la esencia de la educación –recalcó en la UNESCO- es la transmisión de valores como amor, paz y armonía, realzando el potencial espiritual de todos y respetando las distintas culturas».
«Pero por sí mismos los valores -puntualizó- no nos ayudan a emprender nuestro camino en la vida a menos que hayan llegado a ser nuestros, una parte y parcela de nuestra estructura mental».
Señaló además el purpurado que cuando las personas piden educación están buscando algo que haga sus vidas inteligibles para ellos mismos.
«La Iglesia, como Madre, tiene la obligación de proporcionar a sus hijos una educación por la que toda su vida esté inspirada por el Espíritu de Cristo. A la vez -aclaró- ofrece su servicio de educación a toda la gente, para promover el desarrollo total de la persona humana, por el bien de la sociedad y la creación de un mundo más humano».
No dudó en recordar su infancia y a sus padres cariñosamente, quienes se esforzaron duramente para que se educara y le alentaron en el camino del sacerdocio.
El cardenal Toppo –primer purpurado «adivasi» o de etnia tribal en la historia de la Iglesia en su país— mencionó que fueron los misioneros los primeros que iniciaron una escuela en su pueblo, el cual entonces comprendió la importancia de la educación católica como base del desarrollo integral de la personal humana, creada a imagen de Dios.
«En nuestra tradición india -compartió-, impartir educación se considera como el mayor don».
Mil 95 millones de habitantes tiene la India: hindúes en un 80,5% y musulmanes en un 13,4%.
Los cristianos sólo representan el 2,3% de la población india (1,8% del total de habitantes del país es católico), pero a pesar de ser una pequeña minoría atienden el 20% de toda la educación primaria del país, el 10% de los programas comunitarios de alfabetización y sanidad, el 25% de la atención de los huérfanos y viudas, y el 30% del cuidado de los discapacitados, leprosos y pacientes con Sida.
La gran mayoría de quienes se valen de estas instituciones pertenecen a religiones distintas del Cristianismo. Tales instituciones son muy apreciadas por hindúes, musulmanes y miembros de otros credos, o de ninguno, que reconocen a los cristianos su servicio desinteresado por los que sufren, los marginados, los analfabetos y los oprimidos.