Los obispos estadounidenses piden una «transición responsable» en Irak

Publicada una declaración de la Conferencia Episcopal

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BALTIMORE, martes, 14 noviembre 2006 (ZENIT.org).-Los obispos de Estados Unidos, reunidos en Baltimore, hicieron pública este martes una declaración, firmada por el presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor William S. Skylstad, obispo de Spokane, sobre la necesidad de una transición responsable en Irak.

En la declaración, los obispos afirman que sus «pensamientos y oraciones están con nuestro personal militar en Irak, sus familias y el pueblo de Irak que sufre».

Los obispos estadounidenses indican que la situación en Irak «es peligrosa y se ha tomado las vidas de muchos iraquíes, estadounidenses y otros, y ha minado la dignidad de muchos más».

Añaden que esta situación es «una terrible carga para el pueblo iraquí y nuestro personal militar, así como para la región, nuestra nación y el mundo. El coste de la guerra se mide en vidas perdidas y muchos más heridos, en una amplia lucha sectaria, insurgencia civil y ataques terroristas, y en la lucha diaria de los iraquíes por construir un futuro decente para esta desvastada nación».

Los obispos recuerdan que, a principios de este año, monseñor Thomas Wenski, presidente de la Comisión de Política Internacional de la Conferencia Episcopal, publicó una declaración titulada «Hacia una transición responsable en Irak».

Añaden que el aumento de la violencia sectaria y el conflicto civil han hecho el desafío de asegurar una «transición responsable» en Irak mucho más urgente hoy. «La búsqueda de la genuina justicia y paz en Irak requiere urgencia moral, diálogo sustantivo y nuevas direcciones», recomiendan.

Para salir al paso de estos desafíos, los obispos esperan que «nuestra nación se mueva más allá de la retórica que divide, de la reciente campaña y el estridente y superficial debate que distorsiona la realidad».

«Nuestra nación necesita un debate mucho más sustantivo, civil y no partidario sobre las vías para planear y asegurar una transición responsable en Irak», indican los prelados estadounidenses.

En este espíritu, añaden, la Conferencia ofrece esta declaración «como una contribución al genuino diálogo que estos tiempos demandan».

«La Administración y el nuevo Congreso –sugieren los obispos. Necesitan emprender un diálogo de colaboración que asiente honestamente la situación en Irak, reconozca las dificultades pasadas y los errores de cálculo, reconozca y construya sobre los avances positivos (por ejemplo la amplia participación en las elecciones) y llegue a un acuerdo sobre pasos concretos para afrontar los serios desafíos que permanecen».

Este diálogo nacional, indican los prelados norteamericanos, «no debería resucitar pasadas batallas sino más bien examinar seriamente las vías de acción alternativas, especialmente a la luz de sus costes humanos, morales y financieros».

En este sentido, esperan que el informe del futuro Grupo de Estudio sobre Irak, presidido por el ex secretario de Estado James Baker y el ex congresista Lee Hamilton, «ayude a emprender el diálogo honesto que nuestra nación necesita».

«La Santa Sede y nuestra Conferencia Episcopal –añaden- han expresado repetidamente su grave preocupación moral sobre la intervención militar en Irak y las impredecibles e incontrolables consecuencias de la invasión y la ocupación».

«La Santa Sede y nuestra Conferencia ahora apoyan un amplio compromiso internacional para promover la estabilidad y la reconstrucción de Irak –señalan los firmantes de la declaración–. Por consiguiente, nuestra nación no puede ya mirar atrás. La compleja situación en Irak exige que nuestra nación mire a lo que nos enfrentamos ahora y mire adelante a lo que podemos hacer en el futuro. La intervención en Irak ha traído las adicionales responsabilidades morales de ayudar a los iraquíes a asegurar y reconstruir su país. Nuestras fuerzas militares deberían permanecer en Irak sólo el tiempo que su presencia contribuya a una transición responsable. Nuestra nación debería buscar modos efectivos para acabar su despliegue a la primera oportunidad coherente con este objetivo».

Los hitos básicos para una transición responsable en Irak incluyen, según los obispos: «fomentar adecuados niveles de seguridad; refrenar los asesinatos desenfrenados, los ataques terroristas y la violencia sectaria; reforzar el imperio de la ley; promover la reconstrucción económica para empezar a crear empleo y oportunidades económicas para los iraquíes; y apoyar un ulterior desarrollo de las estructuras y soluciones políticas que promuevan la estabilidad, la participación política y el respeto de la libertad religiosa y los derechos humanos básicos».

Al final, este trabajo, indican los obispos, deberá ser hecho por iraquíes, pero «Estados Unidos y sus contrapartes de la coalición tienen una obligación moral de seguir e intensificar los esfuerzos» para lograr estos objetivos.

En especial, los obispos urgen a las naciones árabes y a los países de Europa Occidental a «dar pasos concretos contra el terror y buscar estabilidad en la región».

Indican que el futuro de Irak y de la entera región «debería ser mejorado por un acuerdo del liderazgo de la nación para resolver, en concierto con la comunidad internacional, otros conflictos en la región, especialmente buscando una justa paz entre israelíes y palestinos».

Señalan como preocupante «la mortal violencia sectaria entre las comunidades chiíta y sunnita en Irak», indicando que su resolución corresponde en último término a los iraquíes. «Estos deben rechazar la violencia y centrarse en la estabilidad política y en políticas económicas y sociales justas que beneficien a todos los segmentos de la sociedad iraquí. Esto exigirá liderazgo, compromiso y responsabilidad».

Estados Unidos, sugieren los obispos, «debería usar su poder, influencia y presencia para promover estos fines y dejar claro que el fallo en su promoción requiere un reexamen de nuestro papel y presencia».

«Como obispos y defensores de los derechos humanos y la libertad de religión de todos –afirman los prelados–, estamos alarmados por la deteriorada situación de los cristianos y otras minorías religiosas en Irak. Su vulnerabilidad es una evidencia dramática de los serios y crecientes peligros que afronta la entera nación iraquí. Los cristianos en especial se encuentran en el medio de un conflicto civil entre sunníes y chiíes».

«Nuestro apoyo de oración se dirige a nuestros hermanos y hermanas de la comunidad cristiana y a todos aquellos amenazados por la mortal violencia. Estamos profundamente impresionados del valor de muchos cristianos que permanecen en su tierra natal. Se requieren esfuerzos efectivos para acabar con la violencia sectaria y hacer un Irak seguro para las personas de todas las comunidades creyentes», añaden los obispos.

«Nuestra Conferencia Episcopal sigue el diálogo con los responsables de las políticas estadounidenses respecto a Irak. En declaraciones, cartas y reuniones, hemos expresado nuestra grave preocupación moral acerca de la ‘guerra preventiva’, indicado las nuevas responsabilidades morales que nuestra nación tiene en Irak, trabajado para proteger la libertad religiosa en Irak, apoyado soluciones firmes y estrategias efectivas en la lucha contra el terrorismo, condenado la tortura y pedido esfuerzos para corregir el abuso contra los prisioneros y detenidos, compartido los elementos morales de una ‘transición responsable’ y deseado contribuir a un serio y civil debate respecto a los modos de ir adelante en Irak», recuerdan los firmantes.

Los obispos se muestran preocupados por la seguridad de «los hombres y mujeres que sirven generosamente en el Ejército», agradecen su sacrifico generoso y se muestran profundamente preocupados por las vidas y la dignidad del pueblo iraquí.

Hacen un l
lamamiento a los católicos para que recen diariamente por los soldados y sus familias y por el pueblo iraquí.

«En este crítico momento –concluyen–, nuestra nación necesita un diálogo abierto y generoso para examinar la situación a fin de conseguir la paz y la justicia en Irak, asegurar lo que es alcanzable, y evaluar las consecuencias morales y humanas de orientaciones de acción alternativas. Oremos para pedir la sabiduría y el coraje necesarios para dar pasos a lo largo del difícil sendero hacia una transición responsable que ayude a los iraquíes a construir un futuro mejor».

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ZENIT Staff

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