La visión de la Iglesia sobre la democracia

Según el obispo Crepaldi, secretario del Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz

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SALAMANCA, miércoles, 25 octubre 2006 (ZENIT.orgVeritas).- Monseñor Giampaolo Crepaldi, secretario del Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz, afirmó este miércoles que «la democracia es un régimen político que defiende los derechos de la persona y promueve sus deberes» y que comprendida de esta manera puede »servir a la dimensión de la familia humana universal».

Con una conferencia titulada «Unidad de la familia humana y democracia: una visión trinitaria», el prelado ha participado en la jornada conclusiva del XLII Simposio de Teología Trinitaria, que se viene desarrollando en Salamanca desde el pasado lunes, 23 de octubre.

Monseñor Crepaldi, según recoge la agencia Veritas, se preguntó si la democracia puede «favorecer la comunión dentro de la familia humana» y consideró que sí tiene esa potencialidad cuando no es considerada «sólo una técnica para contar las manos alzadas en una asamblea, ni mucho menos el fin último al que tiende la vida social».

«La democracia es un instrumento al servicio de la comunión entre las personas y, para poder ejercer este rol, debe relacionarse con algo distinto de sí misma», matizó.

El prelado consideró dos de los elementos que caracterizan la democracia, a saber, «el acceso a las elecciones libres» y el «debate público», pero los juzgó todavía insuficientes, porque incluso cuando se garantizan «el diálogo público no manipulado y la participación en el debate sobre las cuestiones políticas», se mantiene el valor de la democracia reducida a »lo procesal».

«En el respeto del debate público y dando la palabra a todos, las democracias pueden realizar violaciones significativas de los derechos humanos. La historia nos habla de políticas eugenésicas, exterminios y genocidios, de asesinatos de seres humanos mediante la legalización del aborto, acaecidos en regímenes de democracia comunicativa y de debate público transparente», precisó.

Monseñor Crepaldi consideró que la definición de la democracia como «régimen político que defiende los derechos de la persona y promueve sus deberes» tiene en cuenta «el criterio de inclusión», englobando el resto de elementos que caracterizan esta forma de gobierno.

«La democracia verdaderamente útil para la maduración de una comunidad universalmente humana es, por lo tanto, la que se entiende no sólo como libertad política y electoral, no sólo como paridad en el debate público, sino también y sobre todo como tutela y desarrollo de la persona», sintetizó.

El secretario del Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz reconoció que hoy existen «varias visiones de la persona», y expresó la posibilidad de «establecer una jerarquía, utilizando el criterio de la inclusión: si una visión de persona responde a las exigencias de las otras y todavía más que las otras, ésta es mayormente inclusiva».

Como ejemplo para clarificar esta idea «el choque entre mundo católico y mundo laico acerca de la procreación asistida», que «pone en evidencia dos visiones de la persona considerada en relación con su libertad».

«La primera sostiene que la libertad de conciencia y de investigación se fundan sobre algo distinto de sí mimas: la dignidad de la persona humana, que es su fundamento y, por lo tanto, también su límite. La segunda, por el contrario, sostiene que libertad de conciencia y de investigación tengan una dignidad en sí mismas, que sean éstas a dar fundamento a la dignidad de la persona humana, de manera que toda limitación que se les imponga es una herida inflingida al hombre. Como es evidente, la primera tesis es mayormente inclusiva que la segunda, en cuanto que le reconoce dignidad humana también a quien no tiene conciencia explícita, mientras que la segunda limita la libertad a la sola presencia de la conciencia», explicó.

Finalmente se pregunto si «Occidente hace coincidir la persona y la democracia con el nihilismo de la técnica, o con la dictadura del relativismo, propone una concepción de persona y de democracia demasiado poco inclusivas, y compatibles sólo con una globalización reducida a globalismo y con una familia humana cercana pero no unida» o si, por el contrario, «permaneciendo fiel a su historia, que hunde sus raíces en Jerusalén, Atenas y Roma, el Occidente sabrá proponer una visión “incondicionada” de la persona sobre la cual construir una democracia como instrumento para la tutela y la promoción de las personas».

Monseñor Crepaldi dijo que Occidente podrá realizar esta misión si tiene en cuenta la visión cristiana de la persona, que «se deriva de la esencia trinitaria»y reconoce la capacidad de apertura del ser humano

La justificación teológica
Monseñor Crepaldi llegó a estas ideas de la democracia a partir de una síntesis de las bases teológicas de la familia humana según la fe cristiana y justificó «la unidad del género humano» a partir del concepto de «relación» que en la Santísima Trinidad se establece de modo «esencial», dando un giro a la concepción de la filosofía antigua, que consideraba a esta categoría como un mero «accidente».

Basándose en ideas expresadas por el cardenal Joseph Ratzinger en su obra «Introducción al Cristianismo», monseñor Crepaldi dijo que «la idea de relación es el núcleo central del concepto de persona, que es diverso y más elevado que el concepto de individuo».

«La nueva importancia asumida por la relación en el dogma trinitario consiste en el hecho que la persona “es” relación, mientras que en precedencia se podía creer que la persona es y luego se relaciona. La relación se vuelve para la persona un elemento absoluto y no relativo», precisó.

En este contexto, afirmó también que «la fe cristiana no inspira forma alguna de colectivismo» sino que «lleva a tomar conciencia del hecho que la unidad y la comunión auténticas están fundadas en el espíritu, en la libertad y que, por este motivo, no tienen necesidad de anular a las personas singulares sino, por el contrario, de valorarlas al máximo».

«También el encuentro personal con Dios –encuentro de persona a Persona– no comporta alguna anulación de sí mismo en una indistinción vacía, sino más bien la valoración máxima de la categoría del encuentro personal», añadió.

El prelado consideró que «esta clave de lectura» permite liberar a «la interdependencia creada por la globalización» del «nihilismo de la técnica» y darle un nuevo sentido.

«La técnica no puede crear comunidad, y el nihilismo de la técnica puede sin duda corroer la comunión e impedir un encuentro real entre personas y pueblos. La técnica puede hacernos más cercanos, pero no más unidos. Por esto decía al inicio que la técnica corre el peligro también de esconder y hasta de anular el significado profundo, auténticamente humano, de la dimensión universal de la familia humana», precisó.

El Simposio de Teología Trinitaria es organizado desde hace más de 40 años por la Editorial Secretariado Trinitario. En colaboración con la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca (UPSA) las reflexiones del Simposio se han vertebrado en torno al lema «La Santísima Trinidad y la Paz».

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ZENIT Staff

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