MILAN, 29 enero 2002 (ZENIT.org–Avvenire).- Emanuela Colombo, abogada de la Rota en Milán que se ocupa también de derecho familiar en el campo civil no tiene dudas: «El Papa nos pide un examen de conciencia».
Responde de este modo al discurso del pontífice a la Rota Romana en el que este lunes pedía a los abogados católicos que no cooperen con causa judiciales que tienen por resultado directo el divorcio.
«Es un llamamiento necesario –añade–. También nosotros los abogados católicos debemos servir a la cultura de la indisolubilidad del matrimonio. Es una llamada de atención que interpela a nuestra seriedad profesional y, al mismo tiempo, a nuestra coherencia cristiana».
–El Papa les pide explícitamente evitar cualquier implicación personal que pueda tomar la forma de «cooperación al divorcio». ¿Es posible en la práctica respetar esta petición?
–Emanuela Colombo: Sí, aunque se trata de una petición decididamente comprometedora. Por otra parte, nosotros no deberíamos nunca proponer el divorcio como solución a los problemas matrimoniales. El Papa nos pide un examen de conciencia y creo que de verdad se necesita porque la tentación, quizá no siempre consciente, de adecuarse a la cultura dominante del relativismo existe realmente. Juan Pablo II interpela directamente a nuestra responsabilidad de bautizados. Creo que quiere de nosotros una obra de sensibilización sobre el sentido de la indisolubilidad del matrimonio que demasiado a menudo se ignora.
–Pero evitar la «cooperación en el divorcio» ¿significa rechazar asistir en un tribunal a quien se quiere divorciar?
–Emanuela Colombo: Puede parecer una posición extrema pero mi padre, también él abogado de la Rota y civilista, se negó durante mucho tiempo, tras el referéndum de 1974, a patrocinar causas de divorcio. Y con él otros numerosos abogados de la Rota. Luego las directivas de los expertos eclesiásticos cambiaron. Pero el principio ciertamente no se puede derogar ni siquiera hoy. Promover el divorcio significaría negar la verdad del matrimonio.
–En el discurso de este lunes, el Papa alude a la posibilidad de que los abogados puedan cooperar en causas judiciales destinadas a alcanzar «derechos legítimos» de una persona cuyo matrimonio ya se ha roto, dejando claro que esto no debe llevar ni promover la ruptura del matrimonio. ¿Cuáles podrían ser estos efectos?
–Emanuela Colombo: Pienso en todos los aspectos ligados a las relaciones de sucesión que, cuando hay hijos, se convierten a veces incluso en actos de justicia. Ciertamente son problemas que hay que afrontar caso por caso, valorando atentamente todos los aspectos.
–Rechazar promover la cultura «divorcista», ¿significa también intentar todos los caminos para llegar a una reconciliación entre los cónyuges?
–Emanuela Colombo: Sí, tenemos que intentar siempre este objetivo. A menudo, cuando nos encontramos frente a dos personas que piden el divorcio, la recomposición es casi imposible. Para llegar al divorcio [en Italia] hay que esperar tres años y, mientras tanto, en la mayor parte de los casos, se han creado nuevos lazos.
–¿Piensa que la apelación del Papa está motivada también por el número creciente de divorcios y separaciones?
–Emanuela Colombo: Sí, son números que preocupan. Por otra parte, habrá que preguntarse por qué, frente a miles de separaciones y de divorcios, los matrimonios nulos son en conjunto un porcentaje irrisorio. Deberíamos reflexionar sobre este dato. Quizá la mayor parte de los matrimonios que se rompen a los pocos años son de hecho nulos porque, como ha recordado recientemente incluso el cardenal Joseph Ratzinger faltaba conciencia del significado del matrimonio.