ORENSE, viernes, 28 julio 2006 (ZENIT.org–Veritas).- Benedicto XVI ha concedido, a través de la Penitenciaría Apostólica de la Santa Sede, la indulgencia plenaria a todos los fieles cristianos que visiten el Monasterio de Celanova, en el cual reposan las reliquias de San Rosendo, durante la celebración del Año Jubilar.
Así lo ha comunicado monseñor Luís Quinteiro Fiuza, obispo de Orense, que ha agradecido «con gozo filial esta concesión a nuestra Iglesia Diocesana como una muestra de afecto del Santo Padre».
El Año Santo, que todavía tiene que convocarse oficialmente, empezará en noviembre y celebrará los 1110 años del nacimiento de este santo que fue abad y obispo.
El Año de San Rosendo se celebrará en las diócesis españolas de Mondoñedo-Ferrol y Orense, vinculadas a este obispo y abad medieval.
Obispo de Mondoñedo, Rosendo fundó el Monasterio de San Salvador, en Celanova, uno de los más importantes monasterios benedictinos de Galicia, de extraordinaria proyección histórica por su acción colonizadora en gran parte de la provincia de Orense.
Monseñor Manuel Sánchez Monge, obispo de Mondoñedo-Ferrol, ha dicho que san Rosendo fue «un gran impulsor del monacato en Galicia, en cuya organización se mantuvo equidistante entre las formas antiguas, representadas por los monasterios inspirados en San Fructuoso, y las formas nuevas, vinculadas a San Benito, cuya Regla conoció».
Los biógrafos de san Rosendo hablan de él como «personaje destacado», tanto siendo monje como «obispo, gobernador y pacificador de Galicia».
San Rosendo nació el 26 de noviembre del año 907 en Santo Tirso, en las inmediaciones de la ciudad de Porto. Fue obispo de San Martiño de Mondoñedo (Foz) Iria (Santiago de Compostela).
El santo promovió la fundación de numerosos monasterios en todo el territorio del noroeste peninsular. Su fundación emblemática fue el monasterio de Celanova (Orense) donde falleció el 1 de marzo de 977.
Esta abadía fue centro de referencia para más de cincuenta monasterios de toda España. San Rosendo fue canonizado a finales del siglo XII por el cardenal Xacinto, legado pontificio, quien como Papa extendió su culto a toda la Iglesia.